Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Nuestra vida en la Borgoña»

La llamada de la sangre convertida en vino

Otra película de visión obligada para los completistas del maridaje entre cine y vino, ya sea en su vertiente documental o en la ficcional, y que no faltará en las programaciones o ciclos dedicados a la cultura enológica vista en la gran pantalla. Creo que “Ce qui nous lie”, que en su título original no menciona la Borgoña como denominación de origen para nada, cumple con los requisitos de las historias que transcurren entre viñedos, siendo el principal que deben de tener alma al igual que un buen caldo. Su argumento está reposado en barrica, con la colaboración en la escritura del guion del argentino Santiago Amigorena, porque no se limita a ser un publirreportaje del turismo borgoñés a través de las visistas guiadas a sus bodegas, sino que utiliza la maduración del vino como metáfora vital.

Y este, y no otro, es el gran tema que vertebra la filmografía de Cédric Klapisch, con la trilogía Erasmus como ejemplo más conocido de esa preocupación constante por el paso de la juventud a la edad adulta. Así que “Ce qui nous lie” encaja como un guante en su sensibilidad por el cambio generacional, al proponer la típica reunión familiar burguesa con una empresa vitivinícola como marco. Los tres hijos acuden prestos a la llamada de la sangre convertida en vino, cuando muere el padre antes del inicio de la cosecha, lo que les compromete como bodegueros de raza que son.

El debate entre el regreso a la cultura del “terroir” y la producción industrial o modernizada está muy bien traido, a cuenta de que el primogénito emigró a Australia para ser un cosechero de la era global. Luego está el otro hermano que se pasa a la competencia, por aspirar a llevar el negocio de su suegro. Y en medio queda la hermana, en teoría obligada a continuar la labor paterna. Por lo tanto, el conflicto interno reside en ese tan condicionante legado familiar que les impide emprender sus propios proyectos.