Carlos GIL
Analista cultural

Tal vez soñar

Un gesto, una emoción, esa sensación de vértigo metafísico, una pequeña historia de amor, una gran tragedia, escuchar un recitado, ver una serie de televisión, una intuición, quizás un disgusto. Tal vez soñar. Son muchos los motivos por los que alguien acaba dedicándose al teatro, la danza, la música, la pintura o la literatura.

Cuando leo biografías de grandes maestros, siempre me fijo en ese momento en el que confiese cómo decidió de niño, de adolescente, de joven o de maduro dedicarse a una actividad artística. El camino recorrido, siendo trascendental, no me suele provocar la misma curiosidad, ni me provoca tantas posibilidades de adentrarse en la relación entre individuo, sociedad, escuela, ambiente y mundo artístico.

Porque siempre hubo un instante que recordamos de una manera especial que ayudó a que seamos lo que hoy somos. La decisión de estudiar teatro, de dedicar la vida a bailar, encerrarse con un instrumento hasta perfeccionar la partitura, no nacen siempre de una vocación, sino de una iluminación, de una fascinación que posteriormente se convierte en una disciplina, un compromiso. Tal vez soñar.

Imagino un mundo donde por los colegios e institutos aparecen regularmente escritoras, violinistas, dramaturgas, actores o coreógrafos incitando a los alumnos a dedicarse a estas profesiones. Una regeneración de la sociedad, un reconocimiento auténtico de la cultura como algo importante de rango superior. Y claro está, habría salidas profesionales institucionales y privadas.