Kristina López de Robles y Pili Bengoa
Enfermeras
KOLABORAZIOA

Cuando el bosque no deja ver el árbol

Somos enfermeras de la Unidad Asistencial del HUA, y durante esta crisis sanitaria hemos visto cosas maravillosas, pero cambien cosas que producen escalofríos.

La sanidad pública es un bien que ha permitido dar calidad a los cuidados en todas las fases de la vida, es decir, calidad de vida. Tenemos que defender ese modelo de sanidad en pro de la salud pública. Sin embargo, no se pueden vulnerar los derechos fundamentales y mucho menos normalizar su vulneración. Y es que durante esta crisis sanitaria, nos estamos acostumbrando asumir que la enfermedad y las horas previas a la muerte se vivan en soledad. Estamos renunciando a algo tan básico como es el estar acompañada, a sentirte querida y cuidada por los tuyos, por tu familia y amigos que son los únicos que pueden ayudarnos en trances tan decisivos de nuestras vidas.

Son tiempos difíciles que nos obligan a estar confinados en casa y a actuar con responsabilidad en todo momento, pero algo estamos haciendo mal cuando se respira, a veces, un ambiente de miedo, angustia e incluso enfado por parte de los pacientes, familiares y sanitarios, teniendo en cuenta que todos hemos aceptado esta situación.

El trabajo nos desborda, son muchos los pacientes que están solos en la habitación, experimentando una soledad no elegida, y preocupándose por su salud y por los que están afuera. 

Te encuentras con pacientes que no tienen más contacto con el exterior que una televisión que a veces no saben ni cómo funciona, un teléfono en la cabecera de su cama que, como están solos, no pueden coger, los más afortunados pueden llamar desde su móvil e incluso a veces somos participes de videollamadas entre paciente y familiares en las que nos emocionamos mucho... esos momentos, a pesar de su dureza, te hacen sentirte orgullosa.

Te encuentras con pacientes totalmente desorientados que no saben ni donde están ni siquiera el porqué; es difícil orientarles, ya que a pesar de todo eres una extraña para ellos y más en estos momentos que con tanta protección no te reconocen ni la cara. 

Te encuentras también con pacientes que están con sedación en los últimos momentos de su vida, en esos momentos sí que avisas a un familiar para informarle por teléfono que su familiar se está muriendo y que puede acudir al hospital a estar un rato con él (hasta ahora no había tenido ese permiso). Se le viste (con los EPI que escasean) se le retiran sus pertenencias (porque pueden ser vehículos de contagio), y ya parece que has hecho la buena obra del día. 

Es momento para sentirnos orgullosas... ¿pero orgullosas de qué? Estamos viviendo con naturalidad situaciones que no son para nada naturales en momentos de enfermedad y de enfermedad con resultado de muerte. 

¿Desde cuándo el bosque no me deja ver el árbol? Cómo podemos vivir con naturalidad y sentirnos orgullosas de tener personas completamente aisladas que tienen mucho tiempo para sentir la soledad, la angustia, la desesperación y el miedo de no saber cómo van a terminar el día. ¿Por qué no pueden estar acompañadas? ¿Por qué un familiar no se podría poner un EPI como nos lo ponemos nosotras y ser el que le toque, le oriente y le acompañe? ¿Acaso estamos permitiendo todo esto porque hay que racionalizar recursos y proteger la salud pública? Nos estamos sumiendo en una crisis de valores y de vulneración de los derechos humanos más fundamentales que pueden acarrear muchas consecuencias a la larga y estamos aceptándolo todo.

Señoras y señores, no podemos más, y lo tenemos que decir chillar, gritar y llorar. Estamos vulnerando derechos fundamentales, nos estamos deshumanizando, no tenemos mucho tiempo para reflexión, pero cuando reflexionamos, nos atormenta lo que vivimos. Es inevitable ponernos en situación de nuestros pacientes y ser críticos con nuestras actuaciones.

Creemos que la humanidad debe preservarse en todo momento, eso merece que reaccionemos ya. Nos preguntamos porque nuestros pacientes no pueden estar acompañados por su allegado vestido con el EPI oportuno. Sabemos que, con un EPI de calidad, cualquier familiar podría coger de la mano a su ser querido (como hacemos nosotras en alguna ocasión) es ahí, donde hemos visto la racionalización de esos equipos de protección. 

Sería penoso que se hayan vulnerado esos derechos fundamentales porque nuestras instituciones no han sido capaces de protegernos.