Txisko FERNÁNDEZ
DONOSTIA

Fuera del epicentro, Europa sigue teniendo la mortalidad más alta

Repasando los balances diarios, hace tiempo que Europa occidental dejó de ser el epicentro de la pandemia de coronavirus. Ahora son los países americanos los que más contribuyen a aumentar cada 24 horas la cifra de contagios en el mundo, aportando casi 10.000 a los 45.000 registrados de jueves a viernes. No obstante, también sumaron cifras notables en la última jornada varios países asiáticos como Irán (2.600), India (1.200) o Arabia Saudí (4.300).

El peor dato fue para Rusia, con cerca de 8.000 nuevos casos, que dejaron el total diario europeo en unos 10.000.

Pero, a diferencia de lo que sucedió entre mediados de marzo y mediados de abril en Europa, ahora el acelerado aumento de contagios no va acompañado de una evolución similar en el número de fallecimientos, que ya son más de 457.000 siguiendo las estadísticas oficiales.

Por eso conviene detenerse a examinar esos datos con distintas perspectivas. En la tabla anexa hemos colocado tres Top 10 para llamar la atención en que los Estados miembros de la UE, más Gran Bretaña, siguen siendo los que registran una mayor tasa de mortalidad en relación a su población total.

Sospechosos o diagnosticados

Bélgica aparece al frente de ese ránking con amplia diferencia y seguirá haciéndolo mientras el resto de Gobiernos no haga lo mismo que ha hecho el de Bruselas: sumar a los casos diagnosticados todos los sospechosos, incluyendo todos los decesos en residencias de la tercera edad.

De ahí que sus 9.695 muertes totales se conviertan en 837 por millón de habitantes, mientras que, por ejemplo, las 42.282 de Gran Bretaña se transforman en 623 y las 34.514 de Italia se queden en 571.

Estas cifras tan «rebajadas» respecto a las de Bélgica contrastan con las que publica EuroMoMo, portal que recoge las estadísticas de mortalidad estatales semanalmente y que en sus últimos informes incide en que es evidente que hay una sobremortalidad mucho mayor que la que los Gobiernos «certifican» como ligada al covid-19.

Ayer mismo, preguntado por esa discrepancia de datos en su habitual rueda de prensa, el director del Centro de Emergencias Sanitarias del Estado español, Fernando Simón, asumió que queda por determinar la causa de defunción de unas 15.000 personas, ya que el MoMo ha detectado un exceso de mortalidad de 43.340 respecto a la media estimada mientras que el Ministerio de Sanidad contabiliza «solo» 28.313 con diagnóstico de coronavirus.

«Sea como causa inicial primaria o como causa subyacente o contribuyente secundaria, el coronavirus ha podido participar en ese exceso. Está en el aire la sospecha de que tiene algo que ver directa o indirectamente, eso está claro», comentó.

Está claro que todavía no se ha profundizado lo suficiente sobre los motivos de que, a estas alturas, Europa tenga el 40% de los decesos por covid-19 registrados en el mundo cuando apenas alberga a un 9% de la población del planeta.

Causas acumulables

Los factores puramente demográficos, como el envejecimiento o la alta densidad de población en algunas regiones del continente, no satisfacen del todo a quienes se cuestionan por este exceso de mortalidad en los estados «más desarrollados». En el punto de mira también está el modelo sociosanitario, especialmente el funcionamiento de las residencias de mayores, pese a que hay muchas diferencias entre unos y otros Estados, incluso dentro de la UE.

Ni siquiera el hecho de que la epidemia se ha extendido más tarde por América y África, lo que habría permitido a algunos Gobiernos tomar medidas efectivas antes que en Europa, acaba de convencer a todos.

Por tanto, es preferible componer primero un cóctel de causas y, posteriormente, determinar cuáles se han acumulado en cada caso concreto. Para ello podemos seguir como guía la web sobre el coronavirus elaborada por el Gobierno de Canadá –por cierto, un ejemplo de transparencia–.

Al señalar cuáles son los grupos más vulnerables, comienza por lo más repetido: mayores de 65 años, quienes tengan debilitado el sistema inmunitario y quienes padezcan problemas médicos subyacentes.

Pero a continuación no se olvida de subrayar que una serie de «circunstancias sociales y económicas» pueden «incrementar el riesgo» de contraer la enfermedad, enumerando, entre otras: obstáculos económicos; dificultad de acceder a un medio de transporte; empleo inestable o condiciones de trabajo poco flexibles; vivienda con condiciones inadecuadas o inexistente; dificultades de lectura, habla, comprensión o para comunicarse; aislamiento social o geográfico...

Factores que no se pueden generalizar para países o Estados enteros, pero sí para sectores de población, como los trabajadores precarios, de Estados Unidos, Qatar, Singapur, Estado español o Alemania.