Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Deseos y servidumbres

Es diciembre y Papá Noel me ha olvidado. En boca de la poeta haitiana Jeanie Bogart resulta más sonoro, aunque triste también: “Mwa D Desanm. Tonton Nwèl buye m”.

Tal vez sea esto lo que me ha hecho recordar palabrejas tan feas como “nueva normalidad” y “no navidad”, o las similitudes entre el coronavirus y aquella enfermedad del átomo de “LLuvia negra”, la película de Shohei Imamura que tiene como escenario Hiroshima, y en la que a la joven Yasuko le impiden casarse por temor a que esté irradiada.

De poco o nada sirven los certificados expedidos por el personal médico liberando de toda sospecha. La población arrastra el estigma de los hibakusha (“irradiados”).

La vacuna ya está aquí. Han corrido como las amantes hacia Elysium (con el permiso de Margaret Cavendish). La reacción frente al evento muestra hasta qué punto la confianza que tenemos en nosotras mismas para salvar el planeta es inversamente proporcional a la confianza que depositamos en la ciencia y la tecnología capitalista, convertida en el nirvana de un mundo liberado al fin de la pandemia. La primera nos lleva a cuestionar el estatus de lo “humano” y de la “vida vivible”. A esta tarea la llamo ‘pasión sediciosa’.

Que en 2021 los viejos sueños (verdades indispensables que nos salvarían) tomen cuerpo (social).