Raimundo Fitero
DE REOJO

Patrocinio

El asunto de Crimea tiene consecuencias de patrocinio en la Champions League. ¡Qué cosas pasan en Europa!, ¿verdad? Se ponen campanudos, intentan hacerse los chulitos en reuniones internacionales, pero resulta que una de las joyas de la corona para entretener a las masas y para cohesionar a esta Europa dispersa y antisocial, el fútbol, y en este caso su campeonato máximo, está patrocinado por Gazprom. ¿Y de quién es Gazprom? Pues adivinen la que se nos avecina con estas conexiones telúricas entre las materias primas, los combustibles, los capitales, el poder del dinero y las decisiones de los gobiernos en esta ficción democrática. Es decir, Putin no va de farol.

¿Saben cuántos equipos de fútbol de los que dominan el campeonato europeo tienen patrocinios o dueños directamente ligados a los carburantes provenientes de las materias sólidas no renovables de la Tierra? Miren en las camisetas, fíjense en las publicidades estáticas en los campos, hasta el nombre de los estadios, porque a estos niveles de profesionalidad e incidencia social el fútbol parece más un juego de poderes geoestratégicos que algo referido a un deporte, a unas aficiones y a una representación local, regional o patriótica. Los jugadores son simples mercenarios que luchan por una cerveza, una aspirina o una marca de autos. Pero ahora, el asunto es que Rusia ha dado un golpe sobre la mesa y les ha dicho a los norteamericanos y sus hooligans europeos que se acabó el cachondeo. Y la cosa se está poniendo fea.

Saliendo un poco del marco pre-bélico de Ucrania que puede convertirse en algo mucho más feroz que el conflicto de los Balcanes, lo de los patrocinios debería ser analizado con mucho más atención y precisión, porque llevar en el pecho anuncios de emiratos árabes no parece ser una de las mejores maneras de transmitir mensajes positivos para los jóvenes, ya que no pueden pasar ninguna prueba del algodón democrático. El dinero manda por encima de casi todo y nadie le pregunta al dólar de dónde viene ni adónde va. Es eso que se llama amor ciego. Por cierto, no se preocupen, de momento, el gas que nos calienta o nos ayuda a hacer el pil-pil es de procedencia argelina.