Raimundo Fitero
DE REOJO

Sabores

Adivina quién viene a cenar esta noche. Todas las noches, tardes o mañanas, alguien sale por un canal televisivo en abierto o de pago y habla de los sabores de la nueva o la vieja cocina. Huele muy bien la programación generalista y la temática. Todos son olores y sabores inconfundibles. Pero que se gestionan a través de la memoria, no de la experiencia. Según aseguran los especialistas en contar y tabular, existen casi más blogs, páginas, recetarios y lugares virtuales con consejos básicos sobre cocina que sobre sexo.

En la televisión los asuntos referidos a la comida y la bebida forman un porcentaje muy elevado de sus contenidos. Y sucede, doy fe de ello, en todo los ámbitos geográficos, lingüísticos y de tendencias. Y cuanto más grande y multicultural es un lugar, más variedad, como sucede en Brasil en donde se ha establecido una noble batalla por generar marcas y comidas de manera regional o de cada estado, o de cada parte de ese vasto país que es un continente. En los canales globales, y en los canales locales o regionales. Defendiendo el producto propio y las recetas ancestrales. Un reiteración, o una simple constatación de que en todas las épocas, lugares y culturas, la alimentación se fue convirtiendo en una cuestión que evolucionó de la supervivencia al arte, y que en los hitos festivos encuentra sus puntos culminantes.

Los aficionados a este tipo de programas encontramos siempre un detalle, un truco, una variación localista, a partir de un producto único, o del uso especial de los elementos básicos, ya que si se mira sin poética, es decir desde la biología, en todo el globo se usan los mismos productos, o familias de productos. La diferencia está en el tratamiento de los mismos, en la sabiduría transmitida a fuego lento que después saltó a la restauración como forma de socializar lo que antes pertenecía al ámbito de la nobleza o la iglesia. Y con los cientos de miles de programas televisivos, uno se siente capaz de pasarse tres horas en una cocina para agasajar a familia, amantes o amigos, en un acto que se consume en apenas media hora. Una metáfora convertida en fija discontinúa en televisión. Sabores del mundo.