
Estamos llegando a un punto del camino al que no pensábamos que íbamos a llegar. Es la primera vez en la historia de la revolución bolivariana que llegamos sin él. Este es el pueblo de Chávez, este es el puesto de Chávez». La declaración de principios, pronunciada por Nicolás Maduro, candidato del PSUV, en el multitudinario mitin celebrado el jueves en Caracas sirve para definir el ambiente en el que hoy se celebrarán las elecciones en Venezuela. El fallecimiento de Hugo Chávez, el pasado 5 de marzo, obligó a repetir unas elecciones cuyas bases ya se establecieron en la campaña de octubre de 2012. La gran diferencia es que ya no está el líder bolivariano. Con los programas sin tocar desde entonces, la figura que ha dirigido el país durante los últimos 14 años se ha convertido en la gran protagonista. Por parte del chavismo, como última gran ofrenda. Desde las filas de la oposición, como reconocimiento a su legado, asumido, aunque sea retóricamente, por quienes hace menos de seis meses descalificaban todas sus políticas. Tras una atípica campaña, hoy se decide el futuro inmediato de Venezuela. Una disyuntiva que también influirá en los procesos políticos que se desarrollan en el continente. La capacidad de aglutinar de Maduro, qué brecha se abre entre ambos candidatos y cuál será la postura de la oposición a la hora de reconocer resultados serán los grandes interrogantes.
«Vamos el domingo a por los 10 millones de votos», proclamó el jueves el presidente en funciones y aspirante bolivariano. El denominado «candidato de la patria» e «hijo de Chávez» lanzaba así unas expectativas que parecen apoyarse más en la euforia de un mitin multitudinario que en la realidad de las cifras. Ni siquiera el difunto presidente logró nunca aquel mítico objetivo, por lo que parece complicado que su sucesor lo consiga, incluso apelando a un luto que pervive. Hace seis meses, Chávez obtuvo más de 8 millones en unos comicios con una participación histórica, de más del 80%. Capriles, por su parte, superó los seis millones y medio. En este contexto, la pregunta está en cómo responderán los fieles chavistas a una nueva cita con las urnas donde, por primera vez, el comandante no lidera su plancha. En un primer momento parecía que el mero recuerdo serviría para hacerse con un holgado triunfo. Sin embargo, en las últimas jornadas Maduro ha insistido en la tesis de que «no hay que confiarse», que pretende poner en alerta a sus fieles ante un excesivo optimismo que tuerza la situación por incomparecencia.
Las dificultades de Maduro
El aspirante tiene ante sí un panorama complicado. Ha desarrollado una campaña basada en la memoria de Chávez y el compromiso de seguir su legado. Sin embargo, no ha podido escapar de las críticas. «Tiene que ser muy difícil ponerse en la situación de Maduro. El no es Chávez pero le ha tocado sustituirle», reconocía Naty Hadar, asistente a la marcha chavista desde el Estado de Vargas. Al contrario de lo que ocurría con el comandante, ahora sí que se escuchan voces disconformes, aunque la cúpula del PSUV ha mantenido el cierre de filas.
También hay elementos que habrá que analizar en el futuro. Si Maduro gana las elecciones, los próximos comicios, previstos para 2019, abrirán la puerta a votantes que únicamente han conocido la Venezuela bolivariana. Y aquí aparece un elemento clave. Los sectores de más edad, aquellos que conocieron la IV República, tienen presente la evolución del país y jornadas clave como el «caracazo» de 1989 y el golpe de 2002, del que esta semana se ha conmemorado el undécimo aniversario. Eso no ocurre con los más jóvenes, acostumbrados a que las misiones y los diferentes programas sociales estén ya integrados dentro del Estado. «No tengo consciencia de cómo era el régimen anterior, pero sé, porque me lo han contado mis padres y porque lo he estudiado», argumenta Alex Suárez, de 22 años y de Barinas, el Estado natal de Chávez. Engachar con esas nuevas generaciones será un reto. A este se le suman las tareas pendientes como la corrupción, la eficiencia o la inseguridad.
En realidad, esta campaña no es más que la copia en versión reducida (y con menor intensidad) de la que enfrentó a Chávez y Capriles en octubre de 2012. Entonces, el aspirante de la derecha reconoció rápidamente su derrota. Ahora, habrá que ver si mantiene esta línea. Todo dependerá del margen entre ambos candidatos. También es cierto que las dificultades que se encontrará el próximo presidente son enormes. De este modo, el aspirante de la derecha podría aguardar a que pasen tres años confiando en que el Ejecutivo se desgaste y, en tres años, pueda plantear un revocatorio. La última palabra la tienen hoy los venezolanos.

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