Beñat ZALDUA

La promesa vaticana contra la pederastia, papel mojado

Casos como el de los Maristas de Barcelona y películas como «Spotlight» y «El club» vuelven a poner encima de la mesa los abusos a menores, fenómeno contra el que el papa prometió actuar. La realidad vaticana, sin embargo, desmiente la retórica del jesuita.

Como Jesús, utilizaré el bastón contra los sacerdotes pederastas». Jorge Mario Bergoglio arrancó su papado con declaraciones enérgicas contra los abusos a menores realizados por clérigos, así como contra el encubrimiento de dichos casos por parte de la jerarquía de la iglesia católica. Pero del dicho al hecho hay un trecho. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, no tardó ni un día en matizar las declaraciones del papa y criticar al periodista Eugenio Scalfari (toda una institución en Italia), autor de la entrevista publicada en el diario ‘‘La Reppublica’’ en 2013, de la que procede la cita con la que arranca este texto. Una entrevista en la que también cargó veladamente contra el celibato, recordando que se impuso como norma en el siglo X y asegurando al respecto que «llevará tiempo, pero encontraremos la solución».

Perseguido por el estallido de diversos escándalos de pederastia en diócesis de todo el mundo y con un informe durísimo de la misma ONU encima de la mesa, Bergoglio siguió con su dura retórica contra los abusos dentro de la Iglesia y en junio de 2015 el Vaticano anunció a bombo y platillo la creación de un tribunal eclesiástico para juzgar los casos de pedofilia. Un tribunal regido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de la Inquisición, que provocó un aplauso generalizado, si bien la mayoría de asociaciones de apoyo a víctimas de abusos infantiles denunciaron desde el primer día que el tribunal vaticano era también una forma de evitar la justicia ordinaria.

«La Iglesia no tiene un sistema de justicia criminal establecido o experimentado, la objetividad de cualquier juicio está en duda cuando el Estado es en esencia la misma Iglesia», afirmó entonces Keith Porteous Wood, director de la organización británica National Secular Society, que trabaja en defensa del laicismo. «Es un intento cínico de evadir la justicia secular», lamentaron también desde la Red de Supervivientes de Abusos Infantiles (SNAP, por sus siglas en inglés). El tribunal sirve de escudo también frente a las demandas de extradición que varios países han efectuado al Vaticano para juzgar en tribunales ordinarios a los responsables de abusos. Es el caso, por ejemplo, del exnuncio del Vaticano en República Dominicana, Jozef Wesolowski, cuya extradición al país caribeño ha sido denegada una y otra vez. Algo que también va en contra de las recomendaciones efectuadas por el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas en 2014, en cuyo durísimo informe se incluían 15.000 casos de abusos documentados y en el que se acusó al Vaticano de permitir y encubrir los abusos de forma «sistemática».

Retórica vs. realidad

En términos generales, Bergoglio ha mantenido en todo momento un tono duro contra los casos de abuso. Un ejemplo paradigmático es la carta enviada a los presidentes de las conferencias episcopales en febrero de 2015 para pedirles su colaboración con el tribunal pontificio. «Se debe continuar haciendo todo lo posible para erradicar de la Iglesia el flagelo del abuso sexual», escribió el papa en aquella misiva, en la que también aseguraba que «no hay lugar para los que abusan de los menores».

Leída la carta, cabe reconocer que Bergoglio ha roto el tabú, cuestión no menor en un asunto en el que hasta hace poco imperaba el silencio más absoluto. Sin embargo, también ha tenido más de un desliz discursivo, como cuando en setiembre de 2009, en su visita a los EEUU, se dirigió a los obispos del país en estos términos: «Sé cuánto les ha hecho sufrir la herida de los últimos años, y he seguido de cerca su generoso esfuerzo por curar a las víctimas, consciente de que, cuando curamos, también somos curados, y por seguir trabajando para que esos crímenes no se repitan nunca más». Las declaraciones soliviantaron a las víctimas de los abusos. «(Los obispos) han encubierto y permitido los casos de abusos sexuales. Además, han tratado muy mal a las víctimas; esperamos que el papa se retracte», lamentó Robert M. Hoatson, director de Road to Recovery, entidad de apoyo a las víctimas.

Y es que resulta difícil navegar entre dos aguas. Más aclaradoras que las declaraciones en uno y otro sentido resultan las pruebas de algodón como la del colegio del Opus Dei Gaztelueta, en Getxo. El papa prometió en 2014 investigar el caso denunciado por la familia de un menor. Pese a la gravedad del testimonio aportado, en octubre de 2015 el mismo Bergoglio aceptó dar carpetazo al asunto por falta de pruebas, según explicó el propio colegio a través de un comunicado.

La gota que colma el vaso

Pese a la infinidad de llamamientos efectuados por Bergoglio a la «tolerancia cero» con los abusos, la realidad vaticana se volvió a imponer el pasado febrero, cuando monseñor Tony Anatrella avanzó algunas de las directrices del nuevo manual para la instrucción de obispos recién ordenados, en el que se echa por tierra las altisonantes declaraciones del papa, tales como que hay que hacer «todo lo que es posible para garantizar que delitos como los cometidos no se repetirán más en la Iglesia». Frente a estas palabras, la crudeza de las directrices explicadas por Anatrella: «No es necesariamente deber del obispo denunciar a los sospechosos ante las autoridades, la Policía o los fiscales cuando toman conocimiento de crímenes o hechos pecaminosos».

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, se apresuró a intentar matizar las palabras de Anatrella, que ya alcanzó el estrellato hace algunos años con una homofóbica «teoría del género», en la que defendió que la aceptación de la homosexualidad estaba creando grandes problemas a los menores expuestos a «nociones radicales de orientación sexual». Vistas las preocupaciones de quien debería velar por poner a salvo a los menores de curas pederastas, son muchos ya los que acogen con escepticismo las palabras del Vaticano en este asunto, empezando por grandes conocedores de la jerarquía católica como el periodista John Allen, responsable del portal especializado en Iglesia católica ‘Crux’, quien avanzó las directrices de Anatrella. La noticia fue también la gota que colmó el vaso para personas como Peter Saunders, expulsado recientemente de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores. «Durante el papado de Francisco la Iglesia católica no ha hecho nada para terminar con los abusos a niños por parte del clero», denunció a la BBC Saunders, él mismo víctima de abusos cuando era niño.