Ramón SOLA

Investiduras, hijas de su tiempo político... hasta hoy

Esta será la undécima investidura en Gasteiz, diez de ellas ganadas por el PNV y cinco veces sin alternativa. Los diversos ciclos políticos se dibujan en su historia (y la evolución del independentismo de izquierdas) hasta este PNV-PSE que retrotrae a los 80 y 90.

El repaso a las sesiones de investidura producidas en el Parlamento de Gasteiz desde 1980 conforma un buen resumen de los movimientos políticos y relaciones de fuerzas en estas tres décadas y media últimas. El PNV ha conseguido Lehendakaritza en 33 de esos 36 años, con pactos muy dispares. PSE y PP, mayoría con la ayuda de la ilegalización hasta hace apenas cuatro años, hoy apenas suman 19 escaños de 75. Y el independentismo de izquierdas ha pasado de no estar en la Cámara o expresar una oposición muy dura pero testimonial en los años 80 a emerger como alternativa potente de gobierno desde 2012.

1980 y 1984, Garaikoetxea sin oposición

No tuvieron mayor historia las sesiones inaugurales de las dos primeras legislaturas, dado que la lista vencedora del PNV no contó con oposición. Quizás sea más relevante recordar que quien asumió ambas veces Lehendakaritza, Carlos Garaikoetxea, hoy está enrolado en EH Bildu.

La entronización de Garaikoetxea en 1980 quedó decantada por la decisión de HB, segunda fuerza, de no participar en la institución. La única anécdota de la sesión fue la respuesta espontánea del veterano electo abertzale Manuel de Irujo («¡muy bien!») cuando el candidato destacó su afán de asumir competencias en orden público. Garaikoetxea incluiría en su gobierno a técnicos como Pedro Miguel Etxenike, Pedro Luis Uriarte o Mario Fernández.

El PNV ganó aún más fácil en 1984 (42% del voto). Garaikoetxea fue reelegido de nuevo sin rival, así que le bastaron los síes de los electos de su partido. Esa segunda votación estuvo marcada por la protesta de los irakasles e ikasles de AEK. Mario Onaindia (PSE) y Jaime Mayor Oreja (Grupo Popular) utilizaron un tono muy suave en sus réplicas, conscientes de su representación menor. El peor enemigo del PNV en el ámbito institucional sería él mismo: ocho meses después, el enfrentamiento interno provocaría el relevo de Garaikoetxea por Ardanza y desembocaría en la escisión.

1987, Ardanza frente a Ioldi

La de 1987 es seguramente la investidura que más huella ha dejado en el subconsciente colectivo, por la decisión de HB de competir con el PNV y hacerlo con el preso Karlos Ioldi. A sus apenas 24 años, con jersey de lana y vaqueros, la insignia de Gestoras en la pechera y el puño en alto, Ioldi simbolizó la firme resistencia de la izquierda abertzale, aunque expuso también un plan de reconstrucción nacional. «Vuelvo a la cárcel con el convencimiento de que el futuro es nuestro», aseguró antes de ser devuelto a Herrera de la Mancha tras una sesión histórica y masivamente seguida por televisión.

El pulso de HB tuvo el efecto de congregar el voto del establisment vasco en torno a Ardanza, que esta vez sí llegó a lehendakari en primera votación con los respaldos del PSE y el CDS, sumados a los de su partido. «Se abre una etapa de esperanza y entendimiento», dijo Txiki Benegas. Lo curioso en que en realidad Benegas había logrado en las urnas dos escaños más que el PNV, pero no consiguió sumar mayoría para llegar a lehendakari (las condiciones de EA fueron decisivas para ello) y por tanto declinó presentar candidatura. La mano tendida de Benegas al PNV vino a ser el prolegómeno de una década de acuerdos entre las dos fuerzas, ahora retomados. Aquella que arrancó con el cara a cara Ardanza-Ioldi sería, por de pronto, la legislatura del Pacto de Ajuria Enea.

1991, Ardanza sin oposición

Bastante menos interés tuvo la investidura de febrero de 1991. Ardanza ya había amarrado un acuerdo de gobierno con EA y EE que le dejaba en 37 de 75 votos, al filo, por lo que no fue elegido a la primera pero sí a la segunda, sin candidato alternativo. Ejerció de portavoz de HB otro parlamentario preso, José María Elosua, que acusó a Ardanza de conformar un «gobierno sumiso».

Aquel ejecutivo novedoso era acusado por Madrid de «frentista». Bastó que EA aprobase unas mociones municipales por la independencia para que José Antonio Ardanza lo finiquitara y pasara a apoyarse en el PSE. Duró seis meses escasos.

1995, Ardanza con otro esquema

Ardanza afrontó su tercera investidura y su cuarto mandato con una larga negociación. Necesitó más de cuatro meses, el récord hasta la fecha, para postularse, pero en esos 129 días consiguió sellar un acuerdo a tres bandas que le daba la mayoría absoluta: PNV, PSE y EA sumaban 42 de los 75 escaños. La política de alianzas seguía totalmente condicionada por la acción armada de ETA y la unidad reactiva del Pacto de Ajuria Enea.

HB volvió a declinar presentar candidatura a lehendakari, y optó de nuevo por que su posición fuera verbalizada en la tribuna por una presa vasca, Bego Arrondo.

Toda la oposición, de uno y otro signo, coincidió en el «continuismo» del Gobierno. Eran tiempos de posiciones enquistadas y empate infinito, que llegó a su culmen en julio de 1997 con la muerte de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA y sin embargo un año después giraba hacia el Acuerdo de Lizarra-Garazi. El PSE abandonó Lakua, poniendo fin a esa fórmula hasta el día de hoy.

1998, Ibarretxe con EA y EH

Las elecciones celebradas apenas un mes después de Lizarra y del alto el fuego de ETA volcaron el escenario. Por vez primera el independentismo de izquierdas apoyaba a un lehendakari del PNV mediante un acuerdo parlamentario, por lo que Juan José Ibarretxe ganó fácil a un rival testimonial: Carlos Iturgaiz, del PP. El resultado fue de 40-16, con PSE e IU-EB votando en blanco.

Como portavoz de Euskal Herritarrok debutó Arnaldo Otegi, que habló de «sí a la esperanza», pero el proceso encalló en poco más de un año y con él decayó ese acuerdo parlamentario.

2001, Ibarretxe con 601.000 votos

Tras unas elecciones muy polarizadas, el unionismo no logró asaltar Ajuria Enea con Mayor Oreja; al contrario, facilitó que fuera la coalición PNV-EA liderada por Juan José Ibarretxe la que superara cualquier marca anterior (y posterior) con 601.000 votos.

Sería la legislatura que lanzara el Plan Ibarretxe, al que dio luz verde la izquierda abertzale. Con todo, en aquella sesión de investidura en pleno julio el candidato jelkide solo obtuvo sus propios votos y debió esperar a la segunda ronda, en la que le sumó IU-EB de modo inesperado. Derrotado en las urnas, el exministro de Interior de Aznar declinó competir en el salón de plenos.

2005, Ibarretxe 34-López 33

Las elecciones convocadas por Ibarretxe tras el portazo del Congreso dieron paso a una investidura con miga, porque Patxi López decidió competir con el respaldo del PP, lo que sumaba 33 votos frente a los 32 acumulados por PNV, EA y EB. Hasta la sesión no se desveló que Ezker Abertzalea daría dos de sus nueve votos a Ibarretxe; Nekane Erauskun lo anunció como apuesta «para avanzar hacia la paz y la democracia».

Al mismo tiempo, izquierda abertzale y PSOE lideraban un proceso de negociación –entonces aún secreto– que llevó a Loiola, pero también acabó frustrado.

2009, López gana con trampa a Urkullu

La ilegalización total de la izquierda abertzale falseó el mapa parlamentario en 2009, y aunque hasta la sesión de investidura muchos dudaron de si se atreverían, PSOE y PP lo tenían muy claro. Patxi López fue convertido en lehendakari, el primero y único que no era del PNV, con 39 votos (incluidos trece del PP y uno de UPyD). Juan José Ibarretxe presentó candidatura pero se quedó en 35: los de su partido, cuatro de Aralar y el único de EA. EB se abstuvo.

El vuelco resultaba histórico, pero fue efímero: el cambio total de escenario en 2011 marcó el inicio de un declive constante para PP y PSOE. Por otro lado, aquella sesión dejó un hecho relevante para la deriva posterior del PNV: Ibarretxe anunció que su ciclo en política había acabado y se marchó.

2012, Urkullu frente a Mintegi

La legislatura llegó en un nuevo tiempo que dio nada menos que 21 parlamentarios al soberanismo de izquierdas, por lo que Laura Mintegi presentó candidatura frente al ganador de las elecciones, Iñigo Urkullu. PP y PSOE pasaron de gobernar juntos a ni siquiera presentar aspirante.

El debate escenificó dos modelos de país, sobre criterios que se mantienen hoy. Urkullu prometió salida de la crisis, nuevo estatus y avances en pacificación. Mintegi hizo hincapié en la necesidad de soberanía. En la calle cientos de trabajadores afectados por la situación económica se hicieron oír.

Llegada la votación, a cada uno le apoyaron los suyos: 27 Urkullu, 21 Mintegi. El jelkide fue elegido para el cargo, pero solamente por un tercio de los parlamentarios.