Ingo NIEBEL

Merkel y Schulz escenifican su duelo como si fuera un dueto

El único debate televisado entre los dos principales candidatos, la actual jefa de Gobierno Angela Merkel (CDU), y el presidente socialdemócrata Martin Schulz (SPD), no convenció a los indecisos a tres semanas antes de las elecciones generales. Más bien fue un evento para la «casta», en el que ambos ignoraron los problemas que preocupan la sociedad..

También Alemania vive en unA democracia mediática. Una de sus características es el denominado duelo televisado que se celebra unas tres semanas antes de los comicios. Hasta hace 15 años este formato no existía. De hecho fue importado desde EEUU. He aquí su problema fundamental: desde hace casi medio siglo Alemania no cuenta con un paisaje político bipolar, como ocurre al otro lado del Atlántico, sino por lo general la primera fuerza política necesita a un socio minoritario para formar gobierno. Ante este fondo habría sido mejor un debate con los candidatos de al menos aquellos partidos que cuentan según los sondeos con la opción real de estar presentes en el futuro Parlamento Alemán, el Bundestag.

Sin embargo, la canciller democristiana utilizó todo su peso político para imponer el formato que unos 16 millones de espectadores vieron el domingo en los cuatro principales canales de TV, los dos públicos (ARD y ZDF) y los dos privados (RTL y SAT1.) Un director de ZDF llegó a usar la palabra «chantaje» para describir la forma en la que Merkel se salió con la suya. El SPD tampoco se quedó corto dejando claro el grado de escenificación del evento cuando a la mañana del domingo tuvo que retractarse de un anuncio pagado que había colgado precozmente en Google: "Duelo de TV: Merkel pierde claramente contra Martin Schulz -spd.de». Al final la canciller ganaría con 55 puntos sobre los 35 de su rival.

Merkel y Schulz se enfrentaron a cuatro periodistas, respetando la paridad de sexo y representando a las respectivas cadenas de TV. Dado que Schulz contestó varias veces como si estuviera recitando una respuesta anteriormente memorizada, dejó patente que él y la jefa de Gobierno sabían con antelación las preguntas que les iban a caer. Merkel a su vez respondió de manera más concentrada que lo habitual. Todo ello sin la presencia del público en el estudio, una condición sine qua non que ella había impuesto.

En los 97 minutos que duró el espectáculo se tocaron más bien los temas que interesan a la élite política y mediática, es decir a la «casta». Marginados o incluso excluidos quedaron los que preocupan ante todo a la mayoría social como la igualdad para todos los niños en la educación y el miedo a vivir una vejez en la pobreza por tener una pensión que no supera los gastos reales de la vida diaria.

Durante casi una hora las preguntas y respuestas giraron en torno a la política exterior, que no tiene importancia para la sociedad alemana, centrándose en la acogida de refugiados. En este aspecto se notó cierta tendencia derechista, no sólo por parte de determinados periodistas sino, entre líneas, también de Schulz.

El jefe socialdemócrata echó en cara a Merkel que en 2015 ella no consultara con los demás estados miembros de la UE que abriría las fronteras alemanas. La presidenta de la Union Demócrata Cristiana (CDU) respondió de una manera que recordaba por qué la llaman también la «canciller de teflón»: «Hay situaciones, también en la vida de una canciller, en las que hay que decidirse», explicó aquella noche de septiembre en la que mandó a abrir las fronteras alemanas para más de un millón de personas. No se le olvidó recordar a Schulz que antes de hacerlo consultó a su ministro de Exterior, Frank Walter Steinmeier, y al vicecanciller Sigmar Gabriel–ambos socialdemócratas–. Lo que se le olvidó mencionar fue que Alemania había trasladado el problema de la llegada de los refugiados a las fronteras de la UE cuando impuso el sistema de Dublin. De esta forma Berlín evitó que alguien pueda pedir asilo de manera directa en la República alemana. Por lo tanto los estados fronterizos tienen que ocuparse de los refugiados.

De la misma manera la líder de la CDU se rebeló cuando Schulz anunció que acabará con las negociaciones de ingreso de Turquía en la UE porque el presidente neotomano Recep Tayyip Erdogan habría cruzado «todas las líneas rojas».

Una docena de ciudadanos alemanes se halla en prisiones turcas por razones políticas. «Si quiere liberar a esas personas no puede laminar la diplomacia» le respondió Merkel, sacando su perfil de mujer de Estado.

Al final quedó claro que ambos partidos están atrapados en la Gran Coalición, de la cual no salen si no rompen el consenso que es su base. Al SPD le faltan la fuerza propia y los socios para hacerlo. Mientras algunos medios hablan de un duelo que quedó en «dueto», el jefe del grupo parlamentario del partido socialista Die Linke (La Izquierda) ironizó presentándolo como «una cita terapéutica de la Gran Coalición». De hecho, el encuentro sólo ha conseguido que el número de indecisos baje ligeramente del 43% al 39%.

El futuro del actual bipartito depende de uno y como muchos de dos de los cinco partidos minoritarios que podrían entrar el Bundestag. Ellos iban a darse cita en otro debate de TV ayer por la noche.