Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN
ESCRITOR

«Me atraen los personajes que desafían el orden establecido»

Nacido en Zaragoza en 1960, debutó como novelista con «La ternura del dragón», aunque la novela que le dio a conocer fue «Carreteras secundarias». Con «El día del mañana» (recientemente adaptada como serie de televisión) consiguió el Premio de la Crítica y con «La buena reputación», el Nacional de Narrativa. Acaba de publicar «Filek: el estafador que engañó a Franco», fascinante relato de no ficción.

El 7 de diciembre de 1939, recién concluida la Guerra Civil y con el Estado español oliendo aún a tierra quemada, el primer gobierno franquista daba carta blanca a la creación de la Fábrica de Carburante Nacional. Al frente de la misma estaría Albert Von Filek, un exaristócrata austriaco que decía tener la fórmula de un combustible sintético, elaborado a partir de raíces vegetales y agua del río Jarama, que convertiría a la España de Franco en una potencia económica. Obviamente todo se reveló una estafa perpetrada por un vividor que llevaba en Madrid desde 1931 sableando con su “invento” a todo el que se le pusiera por delante y que vivió una existencia de película en medio del horror, la represión y la más absoluta carencia de escrúpulos.

 

¿Cómo llega a este personaje que, pese a lo fascinante que resulta, no deja de ocupar un espacio ínfimo en el gran relato histórico?

Bueno, es que ese tipo de personajes son precisamente los que nutren la labor de los novelistas. Los historiadores tienen el monopolio de las grandes figuras y de los episodios más destacados de la Historia de la Humanidad. Frente a eso, quienes escribimos ficción lo que hacemos es intentar contar una época concreta aproximándonos a la vida privada de personas más o menos anónimas. Era poco lo que yo sabía de Filek, pero en cuanto me puse a investigar sobre él descubrí que era un personaje tan fascinante en sus peripecias como lo fueron los acontecimientos históricos de los que fue testigo directo: la descomposición del Imperio Austro Húngaro, la Segunda República española, la Guerra Civil y el primer franquismo. Tener la oportunidad de hablar de algunos de los episodios más convulsos de nuestra historia siguiendo las huellas de este personaje era algo que me seducía.

En sus últimas novelas la Historia, con mayúsculas, constituía una suerte de telón de fondo. Aquí invierte la mecánica: la historia de Filek parece la excusa para hablar de un tiempo y de un país.

Bueno digamos que hice un poco de la necesidad virtud porque se trata de un personaje tan oscuro que hay partes de su vida que desconozco y que por mucho que me documenté fui incapaz de descifrar. Entonces, donde no he llegado con la documentación he optado por hablar más de la época que del personaje, porque además creo que el primer franquismo, el que coincide con los años de la II Guerra Mundial, es una etapa de la que apenas se ha hablado en la literatura o el cine. Se trata de los años más terribles del franquismo, con un régimen consagrado al genocidio, que promueve la aniquilación física de sus adversarios ideológicos. Todo eso concretado en una actividad política chapucera desarrollada en un contexto social de pobreza extrema. Me sorprende que un momento así no haya concitado mayor atención.

¿Por qué le interesan tanto esos nexos entre las pequeñas historias y la Gran Historia?

El conflicto entre la historia colectiva y la historia individual es el argumento que sostiene la creación literaria. Para un escritor siempre resulta inspirador partir de un escenario donde los personajes no son dueños de su destino sino que están a merced de circunstancias que les resultan muy difíciles de controlar. De ahí lo interesante que resulta evocar esos momentos en los que los individuos son atropellados por la Historia con mayúscula y dejan de manejar las riendas de su propia vida.

Filek es un personaje con un aura de superviviente, de pícaro, de perdedor, algo que lo vincula a los protagonistas del resto de sus novelas. ¿Es un perfil que le inspira?

Siempre me han resultado atractivos los personajes que desafían el orden establecido y las convenciones y que sobreviven en los límites de la legalidad. Además, los estafadores cuentan con un atractivo adicional y es que las víctimas de sus engaños suelen ser personas que buscan aprovecharse de las circunstancias para ganar dinero, con lo cual tenemos la sensación de que al ser estafados reciben su merecido. En este caso, además, resulta que la principal víctima de su estafa fue Franco y eso no solo convierte a Filek en un personaje bastante atractivo sino que lo reviste de una extraña trascendencia histórica. De hecho, entre la generación de mis padres, durante un tiempo, se mantuvo vivo el mito ese de “la gasolina del alemán” que convertiría a España en un país rico. Fue un mito que sobrevivió en el imaginario de posguerra porque, una vez descubierta la estafa, nadie se encargó de desmentirla, simplemente el asunto dejó de salir en los papeles.

No obstante en el libro hay un momento en el que esa equidistancia que mantiene respecto a Filek se rompe y hace explícita la condena moral que le merece el personaje.

Hubo un momento, después de ser encarcelado por su estafa, en el que Filek cobró dos mil y pico pesetas a un empresario judío a cambio de interceder en la liberación de  su hijo, que permanecía encerrado en un campo de concentración en Francia. Este hecho demuestra que, en el fondo, estamos ante alguien sin el menor escrúpulo, dispuesto a sacar ventaja de las desgracias ajenas. Curiosamente, esa acción fue su perdición ya que para conseguir la libertad del chico Filek invocó su amistad con Franco y con Serrano Suñer y usar el nombre de ambos en vano fue casi peor que intentar estafar al gobierno con el cuento aquel de la gasolina sintética. La Brigada Político Social le localizó, le detuvo y le mandó a Nanclares de Oca, un centro de reclusión que, en aquellos momentos, se estaba construyendo y que en la práctica era un campo de trabajos forzados en mitad de Álava con una climatología durísima, unas condiciones de salubridad horrendas y donde murieron muchas personas.

El hecho de haber desechado novelar esta historia y contarla apelando a la no ficción ¿tiene que ver con la imposibilidad de lograr una implicación emocional con los protagonistas del relato?

La verdad es que, en este caso, mi intención fue siempre la de construir un relato de no ficción arrogándome un papel de historiador amateur en la reconstrucción de unos hechos bastante desconocidos pero siendo fiel a la verdad documental. En el momento en que hubiera introducido una mínima gota de ficción, la narración se hubiera visto contaminada. Todo lo que cuento está respaldado por documentos que están en los archivos y en las hemerotecas, sobre esa base he llegado hasta donde he podido y lo que no he logrado constatar lo he conjeturado. Pero las conjeturas que expongo en el libro creo que son bastante razonables y, en todo caso, están formuladas previa advertencia al lector.

¿A qué atribuye este auge de la no ficción que está seduciendo a tantos novelistas?

No lo sé, la verdad, pero se trata de un fenómeno curioso. También en su nomenclatura porque yo me resisto a denominar novela a este tipo de relato, pero lo cierto es que en Francia, por ejemplo, no tienen problema en encuadrarlo dentro del género novelístico. Hablo de Francia porque el año pasado sus dos principales premios literarios, el Goncourt y el Renaudot, recayeron sobre dos libros como “El orden del día”, de Éric Vuillard, y “La desaparición de Josef Mengele”, de Olivier Guez, que son espléndidos pero que no son ficción como tal sino, más bien, un híbrido entre narrativa y reportaje histórico que es lo que yo he intentado hacer en “Filek”. Es un tipo de relato que goza de mucho prestigio ahora mismo pero tampoco se trata de un invento reciente porque yo creo que la tendencia natural de los géneros siempre ha sido a hibridarse. Y, de hecho, si me preguntas en qué género encuadraría mis novelas tampoco sabría muy bien qué responderte.

    Volviendo al libro, ¿cree que las altas esferas políticas son un terreno fértil para la estafa?

En España hay una tradición muy asentada entre ciertos empresarios que, en lugar de dedicarse a crear riqueza, parasitan el dinero de las instituciones.

Aquí siempre se ha dicho que la pasta está en el B.O.E. y eso es algo que Filek tenía muy claro hasta el punto de conseguir que su invento diera lugar a la primera empresa declarada “de interés nacional” tras la Guerra Civil.

Finalmente la empresa no se constituyó porque a los pocos meses se descubrió la estafa pero el hecho de que no hubiera instrucción, ni testimonios, ni juicio, da a entender que estaba protegido por alguien vinculado a las altas esferas o asociado con algún político importante para sacar adelante su empresa. Es muy raro que llegase tan alto sin apoyos dentro del régimen.

Más allá de lo chusco que resulta el tema de la estafa no lo es menos el retrato que ofrece de los primeros gobiernos del franquismo donde se aprobaban medidas trascendentes aprovechando la ausencia de algún ministro para ir al baño.

Todo eso está documentado. Aquellos consejos de ministros eran como tertulias de casinos de provincia donde se debatían temas de lo más peregrino, como el precio del esparto, sin llegar a ningún acuerdo.

Los primeros gobiernos de Franco fueron conformados de acuerdo a los servicios prestados durante la guerra y estaban conformados por militarotes con ínfulas sin ninguna aptitud para la gestión. Prueba de ello es que nadie fue capaz de abrir la boca para advertirle a Franco de que le estaban tomando el pelo con el asunto ese de la gasolina sintética.

Cuando al final Filek fue desenmascarado fue a instancias de empresarios y políticos que tenían intereses particulares en el mercado de los combustibles y que, de repente, sintieron peligrar su posición. En el fondo, toda esta historia resulta tan grotesca que daría para una comedia si no fuera porque todo aquello aconteció sobre un trasfondo de represión y fusilamientos masivos.