Charles Dickens amaba Londres pero odiaba la gran diferencia que separaba a las clases sociales que la habitaban y se sintió plenamente identificado con los niños huérfanos adiestrados por Fagin porque él, en su infancia, también sintió los mismos retortijones de estómago que padecían sus hambrientos personajes.
Charles John Huffam Dickens nació en la localidad portuaria de Portsmouth el 7 de febrero de 1812, y desde muy temprana edad él y su madre, Elizabeth Barrow, padecieron los desórdenes económicos que constantemente orquestaba su padre, John Dickens. Acosados por las deudas, la familia Dickens protagonizó una huida continua seguida muy de cerca por la legión de acreedores que olfateaban el rastro del despilfarrador John Dickens.
Un niño de la calle
Durante este peregrinar incierto, el pequeño Charles fue testigo directo de la mugre que azotaba los suburbios londinenses de Camden Town y encontró refugio imaginario en la isla que habitó Robinson Crusoe y en la no menos singular aventura que protagonizó Don Quijote de la Mancha. De esta manera, la lectura se convirtió en su infalible fórmula para evadirse de lo que le rodeaba y optó por dedicarse a crear nuevos espacios literarios en los que tendrían cabida todo aquello que desfilaba ante sus ojos. Pero, ni siquiera esos rincones idílicos que el guardaba en su imaginación le valieron para hacer frente a un suceso que le marcaría para siempre. Denunciado y apresado, John Dickens fue condenado a cumplir condena y tal y como permitían las leyes la época, su familia le acompañó en su encierro.
A la edad de doce años y acogido en una casa de Little College Street, Charles visitaba cada domingo a su familia y comenzó a trabajar en una fábrica de betún para calzado. Su jornal de seis chelines semanales le permitieron pagar su hospedaje y ayudar a su familia. El sueño de Dickens cobró forma definitiva en el año 1834, cuando ingresó en la nómina del ‘Morning Chronicle’. Su misión como periodista consistía en seguir de cerca el bullicio político constante que se generaba en el parlamento británico y sus crónicas literarias no tardaron en llamar la atención de los lectores.
Utilizando el seudónimo de Boz, Dickens alcanzó cierta notoriedad que se vio acrecentada con la publicación de las primeras entregas de ‘Los papeles póstumos del Club Pickwick’. El 2 de abril de 1836 contrajo matrimonio con Catherine Thompson Hogarth y fruto de esta unión nació una prole de diez hijos. Posteriormente, Dickens publicó una nueva obra por entregas inspirada en sus propias vivencias, ‘Oliver Twist’ (1837-1838) y a esta le seguirían ‘Nicholas Nickleby’ (1838-1840) y ‘La tienda de antigüedades’ (1840-1841).
El autor alcanzó gran notoriedad con este tipo de publicaciones por entregas ya que su obra resultaba muy asequible para lectores con escasos recursos económicos y su difusión resultaba muy amplia. A esta singularidad se le añadía que, debido a que entre la publicación de un capítulo a otro distaban varios días, el autor podía cotejar las opiniones de los lectores y variaba el sentido de la trama al gusto de sus seguidores. En 1841 su fama saltaba el charco y se establecía en Norteamérica pero, la publicación de su cuaderno de viajes –‘Notas de América’–, provocó un gran revuelo ya que en sus páginas atacaba frontalmente la práctica de la esclavitud.
La publicación de ‘Cuento de Navidad’ (1843) templaría los ánimos de sus airados lectores y ‘Dombey e hijo’ (1846-1848) determinarían un nuevo modelo de trabajo en el cual no había margen para la improvisación. A partir de ese instante, Dickens planificó cada detalle de su obra y sin tener en cuenta la opinión de sus lectores. Encumbrado, la vida del autor de ‘David Copperfield’ cambió por completo debido a una relación extramatrimonial que le obligó a compartir vivienda con otro colega suyo, el escritor de novelas de misterio Wilkie Collins. A lo largo de su obra, Dickens se encargó muy mucho de criticar el modelo social inhumano que se estableció durante la época victoriana.
Contra la doble moral
Gracias al gran éxito que logró con ‘Oliver Twist’, los insalubres arrabales londinenses sufrieron un cambio y coqueteó con el escándalo cuando se atrevió a humanizar a las prostitutas al incluir al personaje de Nancy, la sufrida compañera del despreciable Bill Sikes. El escritor arremetió contra los estamentos burocráticos, las corrupciones políticas y la especulación de los mercados en ‘La casa deshabitada’ y ‘La pequeña Dorrit’, incidió en el desamparo de las clases más desprotegidas en ‘Grandes esperanzas’ y describió los males que acarreó para la clase trabajadora la primera industrialización en ‘Tiempos difíciles’.
A Dickens nunca le gustó la doble moral de la sociedad victoriana y desconfiaba plenamente del estamento familiar burgués. Su sorpresa fue mayúscula cuando, durante su visita a los Estados Unidos, descubrió que las condiciones de vida en las barriadas neoyorquinas del Five Points eran peores que las que él había conocido en los distritos londinenses de Whitechapel y Seven Dials.
Todo ello quedó plasmado en sus ‘Notas americanas’ en las que afirmó que «también aquí las calles y callejuelas están cubiertas de un lodo que, al andar, te llega a la altura de las rodillas; sótanos donde la gente baila y juega. Casas en ruinas, abiertas a la calle, de cuyas amplias grietas en las paredes otras ruinas amenazan la vista, como si el mundo del vicio y la miseria no tuviera nada más que mostrar. Viviendas atroces que deben su reputación al robo y al asesinato. Todo lo inmundo, lo decadente y lo corrupto se halla aquí».

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