Mark Barnés
DONOSTIA

Bowie in memoriam

El quinteto de Donny McCaslin y el Ensemble Denada, bajo la dirección de Maria Schneider, inauguraron los conciertos de la Plaza de la Trinidad en una noche en la que se recordó a David Bowie.

El saxofonista californiano Donny McCaslin, protagonista de la jornada de ayer. (Gorka RUBIO / FOKU)
El saxofonista californiano Donny McCaslin, protagonista de la jornada de ayer. (Gorka RUBIO / FOKU)

Tras el susto dado previamente, la lluvia concedió una tregua y el concierto que daba inicio a la programación de ‘la Trini’ en la presente 54ª edición del Jazzaldia donostiarra se pudo celebrar con total normalidad. Eran las 21:00 cuando el saxofonista californiano Donny McCaslin (Santa Clara, 1966) subió al escenario junto al cantante y guitarrista Jeff Taylor, el teclista Jason Lindner, el bajista Jonathan Maron y el baterista Zach Danziger.   

McCaslin ya había visitado el festival donostiarra como miembro de Steps Ahead en 2016 y también lo había hecho como líder de su propio proyecto al año siguiente, si bien en aquella ocasión lo hizo en formato de cuarteto y con un baterista distinto en sus filas. Por ello, quienes asistieron a aquella actuación podían hacerse a una idea de lo que iba a suceder sobre el escenario en la presente visita. Pero a muchos de los que no lo hicieron la actuación del tenor californiano les dejó estupefactos. En el caso de muchos para bien y en el caso de otros, tal vez más ortodoxos, para no tan bien.

Y es que el quinteto, que presentaba ‘Blow’ (Motéma, 2018), el último disco de McCaslin y el que es, según él mismo opina, su trabajo más atrevido, ofreció un concierto de una intensidad tal que no es muy habitual presenciar en los festivales de jazz. No hubo piedad. En una estética a medio camino entre el rock y el jazz, la formación presentó un repertorio en el que solamente hubo un tema de tempo lento y en el que no hubo solos al uso, que es lo que suele caracterizar la estética del jazz.    

Destacó un baterista que no tuvo un solo respiro en todo el concierto y que por ello pudo llegar a resultar un tanto excesivo, pero es que la música lo requería así. McCaslin demostró un dominio descomunal del instrumento, el teclista –que iba vestido como si estuviese compitiendo en el Giro de Italia– mostró una enorme originalidad y el bajista Jonathan Maron –al que algunos conocíamos por haber colaborado en el disco del oñatiarra Ruper Ordorika ‘Kantuok jartzen ditut’ (Metak, 2003)– estuvo magnífico.

Tras la pausa, era la ocasión de recibir a la brillante compositora, arreglista y directora Maria Schneider (Windom, Minnesota, 1960), que ya había visitado Gasteiz en 2008 al frente de su propia big band –en la que precisamente militaba McCaslin– pero este era su estreno donostiarra. Y esta vez lo hacía al frente no de su propio grupo, sino dirigiendo al que es considerado como uno de los más originales e innovadores conjuntos de toda Europa, los noruegos Ensemble Denada.

Schneider, ganadora de cinco premios Grammy, firme defensora de los derechos de los músicos y considerada como una figura clave en la revitalización de la música para big band en el siglo XXI, se puso al frente de los 18 instrumentistas noruegos poco después de las 22:30 para dar una auténtica lección magistral sobre el dominio del ritmo, la dinámica y las texturas orquestales.

Presentó una serie de composiciones de carácter descriptivo en las que se reflejan varias de sus experiencias vitales, ya sea evocando las inmensas llanuras de su Minnesota natal y cómo el clima afecta a las mismas, o dibujando acústicamente el sonido de los pájaros y tratando temas candentes como es el caso de la migración. De hecho, la propia artista confiesa cómo su música se ha ido «oscureciendo» en los últimos años, ya que es el reflejo de los tiempos que nos ha tocado vivir. 

Como ya se había anunciado previamente, hacia el final de una brillantísima actuación McCaslin y gran parte de su quinteto volvieron a subir al escenario para interpretar conjuntamente ‘Sue (Or In A Season Of Crime)’, tema arreglado por Schneider para David Bowie y premiado con un Grammy que apareció como la única composición nueva en el álbum recopilatorio del desaparecido artista inglés ‘Nothing Has Changed’ (Parlophone, 2014) y que sirvió como germen del que será el último trabajo discográfico del mismo, ‘Blackstar’ (Columbia, 2016), en el que también participa Donny McCaslin precisamente por la recomendación que Schneider le hizo a Bowie. 

New Wave en el Kursaal

Un auditorio del Kursaal lleno hasta la bandera y con la iluminación del recinto sin apagar del todo recibía, a las 18:00, la actuación de Joe Jackson, considerado por muchos como el tercer pilar de la new wave británica junto a Elvis Costello y David Byrne.

Acompañado por sus fieles Teddy Kumpel (guitarra), Graham Maby (bajo) y Doug Yowell (batería) sobre un escenario decorado con unas elegantes cortinas, repasó cuatro décadas de carrera artística ante un público mayoritariamente cincuentón, completamente entregado ya desde el segundo tema y que coreó al unísono la gran mayoría del repertorio.

Una actuación muy potente y con mucho volumen –de hecho, el baterista llegó a romper hasta dos baquetas en un mismo tema–, sin apenas descanso, en el que la única balada sirvió para despedir al artista al final del concierto, y que corrió a cargo de unos brillantes y experimentados músicos. No en vano, el propio Jackson bromeaba sobre su condición de «sobrecualificado» por ser de los pocos músicos ingleses de rock con formación musical a finales de los años 70, época de plena efervescencia del movimiento punk.

Tras realizar un «mannequin challenge» perfectamente ensayado el final de un tema, los más nostálgicos pudieron disfrutar del hecho de que, ya en los bises, el inglés quisiese realizar una versión «radical» de uno de sus mayores éxitos interpretándolo exactamente igual a como lo grabaron en 1987 y, para ello, echó mano de la misma caja de ritmos que utilizó entonces. Finalizaba así un brillante concierto en el que hubo lugar para todo, si bien su relación con el jazz fue pura coincidencia.