Iker Fidalgo
Crítico de arte

Comunicar

A lo largo de la historia, el arte ha cumplido múltiples funciones. Su capacidad de construir espacios comunes para la obra y el público es, sin duda, uno de sus valores más reseñables. El proceso de trasladar una idea, experiencia o creación a una potencial mirada que la recibe, es en el fondo el esquema comunicativo básico. Las grandes disciplinas del arte así lo han demostrado y de estas muchas son las ramificaciones que han surgido. La fotografía es uno de esos caminos que al principio fueron considerados como un arte menor y que poco a poco ha ido reivindicando un espacio propio. De servir meramente para documentación, a constituirse como una de las principales protagonistas de la cultura visual y su devenir actual. De la misma manera ha pasado con el diseño y las artes gráficas. Ambas surgen emparentadas con el dibujo o la pintura y su relación más cercana al mundo de la publicidad o del consumo las ha relegado a un segundo nivel que para nada es justo.

Su labor eminentemente comunicativa y sin abandonar el origen artístico de su proceso, las ha hecho cada vez más partícipes de espacios reservados para el arte. Su vinculación con lenguajes populares y su deber de alcanzar un público masivo, les aporta un compromiso con el tiempo al que pertenecen. Varios son los nombres que han introducido en su carrera artística la utilización de estas técnicas y lenguajes. El mundo de la imagen es constantemente cambiante y el arte contemporáneo no debe dar nunca la espalda a cada nuevo aire que pueda soplar.

En diciembre, el Museo de Bellas Artes de Bilbo inauguró una muestra del artista madrileño Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018) que podrá visitarse hasta el 7 de marzo. Precisamente, el museo de la capital vizcaina dedicó meses antes del fallecimiento del artista una exposición a la que desde Panoramika, dedicamos unas líneas a principios del 2018. De la buena sintonía de Arroyo con el museo bilbaino surge la donación previa a su muerte de un centenar de estampas que en colaboración con el Festival Internacional de Grabado y Arte sobre Papel, FIG, toma ahora forma expositiva. Las piezas se asientan sobre un impecable empleo del dibujo y del uso del color y se materializan a través de la estampación. El autor comenzó a utilizar esta técnica en el año 1960 tras dos años refugiado en París debido a su oposición al régimen franquista. El color de Arroyo y su manera de trabajar la línea le ha valido en ocasiones una identificación con el Pop Art. Sus retratos son reconocibles y se entienden como pertenecientes al movimiento de la Figuración Narrativa surgida precisamente en la capital del Estado francés sobre los años 60 del pasado siglo XX. Una gran oportunidad para acercarnos a una de las facetas menos conocidas del artista pero que, sin duda alguna, nos ayudará a entender el compromiso con su dedicación.

En el año 2019, Azkuna Zentroa-Alhóndiga de Bilbo inauguró el ‘Proyecto Fatxada’. La pared noreste del edificio fue el escenario para la exposición de obras relacionadas con el diseño, la ilustración o el cómic a través de unas banderolas dispuestas en la entrada. Esta interrupción de la señalética del edificio dialoga con lógicas que tienen que ver con el papel de la imagen en el espacio público e incluso la contaminación visual del paisaje urbano. Con esta premisa una nueva edición se ha abierto paso este pasado 2020. Tras la intervención de Pernan Goñi es hasta el 1 de marzo turno de Josune Urrutia (Bilbo, 1976). ‘Breve diccionario enciclopédico de MI cáncer’ es el título que enmarca las tres ilustraciones que pueden verse desde la calle. Un acercamiento a la experiencia de la enfermedad relatada desde la voz de la propia artista quien la padeció hace algunos años. Una reivindicación de un proceso íntimo y privado que es representado como una narrativa basada en códigos totalmente diferentes. Una manera de alterar las relaciones habituales del relato de la enfermedad.