Iker Fidalgo
Crítico de arte

La independencia

El arte contemporáneo se materializa desde diferentes frentes. Desde que la diversidad de disciplinas rompiera la hegemonía de las grandes artes (escultura, pintura y arquitectura), es un mundo en constante expansión. Un sinfín de prácticas son llevadas a cabo dentro del gran paraguas del arte. En el área que nos ocupa –artes plásticas y visuales–, son muchos los caminos que la cultura ha ido asumiendo a lo largo de los años. En esta evolución, los mecanismos del sistema del arte también han sido capaces de adaptar su propio funcionamiento. Los museos dejaron de actuar solo como repositorios y espacios de conservación para adquirir un rol como creadores de discurso y contexto. Las grandes instituciones privadas fueron entendiendo que la adquisición de obra artística era un valor tanto mercantil como social para aumentar los beneficios ligados a su desarrollo. En otro nivel mucho más modesto, los espacios independientes siempre han tenido una gran relevancia en el tejido cultural. En ellos se han dado (y se siguen dando) algunas de las propuestas más interesantes, rompedoras y novedosas. Se han establecido como centro de comunidades que han surgido en torno a afinidades concretas, creando un lugar compartido entre artistas y público, que es asumido como propio. Su carácter a medio camino entre la libertad y una dedicación casi vocacional les dota de un halo de autenticidad que solo puede darse a pequeña escala. En nuestro territorio contamos con una muy nutrida red de proyectos de este tipo. Desde iniciativas editoriales, galerías, talleres de creación y producción, pasando por estudios artísticos y asociaciones barriales. Todos y cada uno de ellos son capaces de responder a intereses de diferentes estratos a los que los organismos públicos no son capaces de llegar. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, se trata de propuestas que no alcanzan a ser totalmente autónomas y que necesitan de una subvención pública para su supervivencia. Esto crea un sistema de dependencia de lo público que ha favorecido la precarización de la dedicación profesional. Si bien es reclamable que existan apoyos, la otra cara de la moneda ha demostrado varias veces cómo la fragilidad de este sistema ha hecho desaparecer iniciativas o proyectos de gran calado social y cultural, arrastrando consigo el sustento de muchas personas involucradas. Si la clave es encontrar un equilibrio entre diferentes tipos de financiación, el camino pasa por considerar el arte como un bien necesario e inherente al buen estado de salud de una sociedad.

A primeros de junio del año 2016 se inauguraba en la Calle Correría de Gasteiz un nuevo espacio cultural bautizado como Zas Kultur. Una asociación de artistas locales, con amplia experiencia en la autogestión cultural, decidió abrir un espacio desde el que llevar a cabo una programación con una continuidad prácticamente semanal. En aquella ocasión, y bajo el título de ‘Gabinete’, se inauguró una exposición colectiva que serviría como declaración de intenciones y el primer paso del rol que luego asumiría en la capital alavesa. El pasado 14 de mayo, Zas Kultur inauguraba hasta el 18 de septiembre ‘Gabinete Zas. Ornamento’. Una nueva muestra colectiva con más de 50 nombres que sirve además para celebrar los primeros cinco años de andadura de la galería gasteiztarra. Nombres como Alberto Lomas, Gala Knörr, Simónides, Gerardo Armesto, Alejandra Bueno o Uxue Ruiz de Arkaute repiten la fórmula de aquella inauguración. Una demostración de fuerza que deja a la vista la necesidad de seguir alimentando el presente y el futuro.

Hasta el 18 de junio, Abigail Lazkoz (Bilbo, 1972), es la protagonista de la exposición que tiene lugar en el Espacio Marzana de Bilbo titulada ‘Trabajos verticales’. Las barreras entre el dibujo y la pintura se diluyen y pierden su razón de ser. La relación entre el blanco y negro y el color resaltan una serie de composiciones basadas en abstracción geométrica, juego de equilibrios y ritmos. Piezas de diferentes tamaños que unas veces podrían tratarse de la misma y otras parecen lejanas e independientes entre sí, acaban conformando un paisaje continuo pero plagado de detalles.