Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

‘Fantasía’, el viaje íntimo de Aitor Merino que derivó en un canto a la vida

Dentro del Festival de Cine de Málaga, hoy se estrena la segunda experiencia en formato de largometraje documental de Aitor Merino, ‘Fantasía’. Se trata de un viaje físico e introspectivo a las entrañas familiares del propio cineasta.

El actor y director iruindarra Aitor Merino. (DOXA PRODUCCIONES)
El actor y director iruindarra Aitor Merino. (DOXA PRODUCCIONES)

Aitor Merino ha desarrollado su carrera principalmente como actor de cine, teatro y televisión. En cine ha trabajado en más de veinte películas a las órdenes de directores como Montxo Armendáriz, Icíar Bollaín, Pilar Miró, Vicente Aranda, Chus Gutiérrez y Manuel Matji, entre otros.

Su primer cortometraje como director, ‘El pan nuestros’, fue galardonado en numerosos festivales estatales e internacionales y nominado a los Premios Goya. Su largometraje documental ‘Asier ETA biok’, co-dirigido junto a su hermana Amaia Merino, fue galardonado, entre otros, con el Premio Irizar de Zinemaldia. ‘Fantasía’ supone su segunda experiencia en el formato de largometraje documental.

Hace algunos años, Merino se embarcó en un crucero de lujo junto a su hermana Amaia y sus padres, septuagenarios jubilados. La excusa de esta odisea íntima fueron sus bodas de oro y a la par nació ‘Fantasía’, un documental sobre la memoria, el paso del tiempo y los afectos que el autor de ‘Asier ETA biok’ estrena hoy en el Festival de Cine de Málaga.

Proyecto íntimo y personal, ‘Fantasía’ se descubre como un sensible canto a la vida cuya idea, según revela a GARA su autor, «surgió de forma espontánea, no había ningún plan. La ocasión era bastante especial porque Amaia iba a venir desde Ecuador a pasar las vacaciones, hacía muchos años que queríamos juntarnos los cuatro en un viaje que a nuestros padres les hacía mucha ilusión. Cuando supimos que el buque de crucero se llamaba Fantasía nos pareció muy gracioso y también inspirador».

​La quinta pasajera

En la maleta también se coló una quinta pasajera, la cámara. «Amaia me propuso llevar la cámara como un experimento cinematográfico, una travesura. No les dijimos nada a los padres, simplemente creían que íbamos a grabar el viaje para tenerlo como recuerdo. Al principio nos fijamos en todas las horteradas del crucero, que son verdaderamente cinematográficas, pero en seguida la atención de la cámara fue girando hacia ellos. Siento hacer apología de los cruceros porque sé que son contaminantes y un espanto desde muchos puntos de vista, pero lo cierto es que lo pasamos muy bien, fue realmente bonito estar los cuatro juntos en alta mar».

Durante la travesía aconteció un momento muy especial, tal y como recordó Merino «una tarde nos sentamos con ellos en el camarote y les hicimos preguntas íntimas a las que respondieron a corazón abierto. Y el resultado fue que teníamos un material precioso para una película. Pero faltaba algo: la realidad del día a día, las ausencias, los estragos del paso del tiempo. Así que después de que Amaia regresara a Ecuador yo fui a pasar las navidades con ellos a Iruñea. Y seguí grabando... durante cuatro inviernos más. Tardé un año en decirles que estaba haciendo una película. Se quedaron un poco alucinados al principio, pero todo siguió igual: seguí siendo el hijo plasta que los perseguía a todas partes con la cámara».

​La etapa más complicada

Teniendo presente lo que conlleva un proyecto de estas características, tanto Aitor como Amaia coincidieron en que hacer partícipe al espectador de un juego tan íntimo como el que se plantea en su película, inspiraba ciertos sentimientos «por un lado –afirma el director– da pudor, claro. Pero el pudor en el cine no da resultados, creo que si te pones a mostrar algo, a compartirlo, debe ser de forma generosa hacia el espectador. Porque para ruido ya tenemos la televisión y los programas en los que lo íntimo se muestra como algo mercantil. Aquí la intención era otra: hacer un retrato desde el amor, aunque eso signifique mostrar cosas que quizá no sean agradables. A la hora de hacer el montaje llegó la parte más complicada, porque teníamos un montón de horas de grabación en las que pasaban cosas cotidianas, nada extraordinario: el aita y la ama desayunando, o discutiendo, o ambas cosas a la vez; aita tomando su medicación; ama dibujando; aita dando paseos con la amona... cosas así».

Llegados a este punto, se sumó al proyecto el resto del equipo «ahí entró el trabajo en equipo. Ainhoa Andraka, que además de producir fue parte del proceso creativo en ‘Asier ETA biok’, ha hecho un trabajo increíblemente difícil en el montaje, y junto a Zuri Goikoetxea y mi hermana Amaia hemos trabajado muchísimo para darle una consistencia a todo ese material».

En el filme se revelan los testimonios desde un presente, pero también subyace en sus imágenes la ‘presencia’ de los ausentes, de los recuerdos y anhelos. Elementos que en opinicón de Aitor Merino, adquieren una importancia fundamental.

«Durante el proceso me fui dando cuenta de que tras ese ansia mía de grabarlo todo había un deseo muy fuerte de capturar un pedazo del presente, de dejar un testimonio de nuestro paso por el mundo. Y me fui fijando en todos los cuadros y fotografías que pueblan la casa con las imágenes de los seres queridos. Las imágenes son como un puente para viajar por el tiempo y el espacio. Nos recuerdan a las personas que no están, o a las que están lejos, o también cómo éramos nosotros mismos. Pero también dejarán testimonio de nuestro paso. Ahora, con los teléfonos móviles hacemos miles de fotos y vídeos. ¿Y para qué? Para no olvidar. Es un intento desesperado de parar el presente, de alargarlo. Al tiempo le da igual, avanza hagamos lo que hagamos. Dotarnos de herramientas para recordar es nuestra pequeña victoria».

Merino también recuerda una cuestión inevitable que asomó en diferentes tramos. La disyuntiva de parar la cámara ante alguna situación determinada o asumir el riesgo emocional que requería dicha secuencia. Sobre este punto dice «ante la duda, siempre es mejor seguir grabando, luego ya habrá tiempo de descartar ese material. Aunque no todo vale. Por amor y respeto a quienes grabas hay que poner un límite. Pero sucede que lo más valioso suele ser precisamente lo que normalmente no se quiere mostrar. Es un equilibrio complicado. Como suele decir mi hermana Amaia, un documentalista es un depredador de imágenes».

Sobre el legado que les aportó finalizar la travesía, Aitor y Amaia compartieron «un momento en el que creo que ambos fuimos conscientes de que nuestros padres tienen una edad y no van a estar aquí eternamente. De ahí esa necesidad de grabar, de dejar un testimonio. Una especie de legado».

Finalmente, agradece el apoyo de Doxa Producciones y añade «apostaron por ‘Asier ETA biok’ después de que muchas productoras nos cerraran las puertas. Quisimos contar una realidad para que los espectadores, básicamente fuera de Euskal Herria, tuvieran un testimonio distinto al que se ofrece en los grandes medios y se hicieran preguntas. Con ‘Fantasía’ me conformo con que salga del cine con ganas de celebrar la vida».