Patxi Irurzun
Entrevue
Miguel Sánchez-Ostiz
Escritor

«Lo del Baroja anarquista me parece un timo de campeonato»

En «Pío Baroja, a escena» Miguel Sánchez-Ostiz ofrece una exhaustiva biografía de Pío Baroja a partir, sobre todo, de los alter ego o contrafiguras del escritor vasco. Un ensayo que añade casi el doble de páginas a su anterior edición y con el que da por concluida su pesquisa barojiana.

El escritor Miguel Sánchez-Ostiz. (Jagoba MANTEROLA / FOKU)
El escritor Miguel Sánchez-Ostiz. (Jagoba MANTEROLA / FOKU)

En esta nueva edición de “Pío Baroja, a escena”, publicado por Renacimiento (la anterior es de 2006) el autor navarro ha podido ampliar la información sobre algunos episodios de la biografía de Baroja, como su detención tras el golpe militar de 1936, pero también se ha visto obligado, por imperativo legal, a suprimir citas que ya había incluido en otro ensayo barojiano anterior, Tiempos de tormenta. Le ha costado a Sánchez-Ostiz hacer esta entrevista. Saturado de Baroja y barojianos, nos deja, sin embargo, un magnífico ensayo, que nos ofrece una imagen de Baroja alejada de la hagiografía y que pone en escena las luces y sombras de un escritor que todavía décadas después de su muerte sigue despertando interés y abundante bibliografía, entre la cual la que aporta Sánchez-Ostiz (junto a Pío Baroja, a escena ha publicado también recientemente Otoñal y barojiana) ocupa un lugar destacado, por mucho que a algunos les pese.

¿Cuál ha sido la peripecia de este libro?

¿Peripecia? Una no, sino muchas y enojosas todas. El editor padeció también alguna, muy fea, porque, a juzgar por el sanedrín del Palmar de Itzea no es correcto publicarme, nada, y el que me publica la paga.

El libro estaba para publicarse hace dos años, pero un tropiezo legaloide me obligó a repasarlo entero, con pocas ganas, y, por ejemplo, a suprimir citas de un inédito barojiano que ya había publicado en 2007, en mi ensayo en “Tiempos de tormenta”, a requerimiento de un despachazo de abogados de Madrid. Es decir, un ambiente muy grato.

Aprovecho su pregunta para avisarle, si es que es usted artista, de que tenga cuidado: la ley de propiedad intelectual funciona mejor para los ricachones, si a usted le sisan algo, dese por jodido.

¿Por qué publica de nuevo la obra y que añade a la edición anterior?

Decidí publicar de nuevo “Pío Baroja a escena” por una cuestión de amor propio: metí demasiadas horas de trabajo y esfuerzo en este libro como para digerir como si nada que hubiese desaparecido no ya de la circulación, sino de la faz de la tierra, porque apenas se veía en libreros de viejo.

Entre una cosa y otra, esta versión tiene el doble de páginas, entre añadidos, supresiones, correcciones, datos nuevos… Y podría aportar más.

¿Su interés por Baroja cuándo se despierta, recuerda cuando lo leyó por primera vez, y qué es lo que le convirtió en lector suyo?

Alrededor de mis dieciséis años leí algo, poco, luego con los tomos de las memorias, hacia 1975, me interesé algo más y lo leí conforme conseguía algunas primeras ediciones –yo fui bibliófilo porque el mundo me hizo así… etcétera–, pero no fue hasta los ochenta y noventa cuando lo leí entero para escribir sobre él. Baroja nunca fue para mí un autor de referencia, en mis veinte años leí a otros autores que me han aportado mucho más.

«Pío Baroja, a escena» es una reconstrucción biográfica del escritor a través de sus contrafiguras o alter ego, pero él tendía a salir a esa escena con mucho maquillaje, pintándose más guapo, a veces obviando a otros. ¿Cómo ha sido ese trabajo de reconstrucción de la vida del escritor, se puede discernir esa vida real y la literaria, la de esas contrafiguras?

El trabajo fue grato, el de la primera redacción, costoso a ratos porque me faltaban medios materiales, aunque me ofrecieran en carta toda la ayuda para consultar páginas inéditas. Las representaciones de Baroja hablan por sí solas.

Baroja era una persona con muchas contradicciones, el anarquista en pantuflas, el hombre de acción que escribía sus libros de aventuras basándose en lecturas, el andarín solitario que prefería caminar acompañado… ¿Cuántos barojas hay?

Lo de anarquista me parece un timo de campeonato, porque ir a votar en el referéndum de 1947 no es de muy anarquista, la verdad. ¿Cuántos barojas hay? Todos los que la afición y la cátedra quieran, menos el descaradamente antisemita o el reaccionario sin recato, como los desvergonzados rojigualdos de hoy, porque esos no existen o lo hacen de una manera tan episódica que queda oculto.

Respecto a su literatura, y también ligando con lo anterior, en «Pío Baroja, a escena» se señala que Baroja era un autor de una literatura que hablaba sobre lo maravilloso cotidiano. ¿Tenía Baroja esa capacidad de fijarse en aspectos de las cosas cotidianas que a otros pasan desapercibidos, el husmeo, el callejeo…? ¿Diría que ese era uno de los rasgos más acusados de su literatura?

Era un folletinista de vocación. Eso dejó escrito. Y el folletín funciona con esos rasgos que en mi ensayo explico relacionados con el fantástico social termino acuñado en Francia por Pierre Mac Orlan.

¿Qué tiene Baroja para que tanto tiempo después siga siendo un autor que genera tanto interés?

Una serie de equívocos relacionados con hacerle paladín de las libertades en general y la enorme facilidad de su lectura, algo que va a más, conforme la capacidad lectora disminuye. Por citar a alguien que acertó con la obra una enorme galería de inadaptados, Luis Martín Santos, es más fácil leer a Baroja que a Martín Santos en “Tiempo de silencio” una obra de una calidad que la pone muy a la cabeza de la literatura en castellano del siglo XX.

Uno de los episodios de los que más se ha hablado sobre Baroja es el de su detención en julio del 36. En su libro añade las aportaciones de Mikelarena sobre aquellos días, ¿qué es lo más reseñable sobre todo eso?

Que ni él ni su herederos contaran aquel episodio como en realidad sucedió, contrastando todos los testimonios, pudiendo haberlo hecho.

El motivo de esta trapisonda biográfica y autobiográfica lo ignoro porque lo sucedido no daña en absoluto la imagen del escritor, la de sus biógrafos sí.

Hace poco decía que ahora para usted a veces releer es como leer por primera vez. Y «Pío Baroja, a escena» se publica casi a la vez que «Otoñal y barojiana». ¿Da con esto por cerrado sus libros sobre el autor? ¿Y aunque ya no escriba nada sobre él seguirá leyéndolo?

Así es, con estos dos libros de ensayos doy por concluida mi pesquisa barojiana. Me he comprometido a dar una charla sobre el espejo de tinta de Baroja, en otoño próximo, y ahí acabará mi historia barojiana. Otra cosa es que se me crucen las ganas de escribir algún guiñol burlesco tipo “Escopeta Nacional”, sobre la tropa barojiana, pero no sé, ando metido en otros asuntos de más enjundia, y el cieno barojiano apesta. Y como digo en uno de los capítulos de mi también reciente “Otoñal y barojiana”, no pienso leer una línea más de Baroja en lo que me quede de vida, me encuentro saturado de barojistas y barojianadas y he retirado todos sus libros de mi actual biblioteca, así como todos los documentos gráficos que tenía a la vista con propósito de venderlos, si es que me dan algo, claro, y hasta la medalla que me dieron los Baroja como barojiano de primera en un asador tolosarra, pero unos rumanos chatarreros me han dicho que no vale gran cosa, que es ful.