Miguel Fernández Ibáñez
BARCELONA

Deconstruyendo el relato sobre Bosnia-Herzegovina

El articulista y traductor Marc Casals aborda la compleja realidad de Bosnia en su ópera prima ‘La piedra permanece’ (2021). Más allá de la guerra, este libro narra lo cotidiano y perfila las influencias y tradiciones que determinan a sus comunidades.

Marc Casals, en una terraza del barrio barcelonés de Gràcia. (Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ)
Marc Casals, en una terraza del barrio barcelonés de Gràcia. (Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ)

En “La piedra permanece”, Marc Casals no puede evitar el pasado, que en Bosnia-Herzegovina en el siglo XX está marcado por la guerra, pero huye del esencialismo y se adentra en los paisajes, la cultura y las vivencias que cincelan a dieciséis personas corrientes que, con pundonor, se sobreponen a la adversidad. «En el siglo XX, los Balcanes han sufrido las dos guerras balcánicas, las Primera y Segunda Guerra Mundial y las guerras de los 90. Existe un sentimiento de pequeñez ante la Historia, pero también de dignidad, porque puedes no doblegarte y persistir en lo que quieres ser en la vida», explica, en una terraza del barrio barcelonés de Gracia, Casals.

Editado por Libros del K.O., en esta crónica Casals (Girona, 1980) dosifica el conflicto con arreglo al pasado de cada protagonista hasta formar un todo elocuente pero, en definitiva, secundario a las experiencias humanas. Lo justifica en el propio libro a través del escritor Nihad Hasanovic, uno de los principales literatos de la «generación atropellada»: «En este difícil equilibrio entre abordar la guerra y convertirla en el tema por defecto, Nihad ha optado por integrarla con naturalidad en su obra: está presente porque ha marcado a los bosnios, comenzando por el propio autor, pero a un tiempo no es lo que define ni a sus personajes ni a sus novelas».

En esta atmósfera, Casals supera los estereotipos y presenta a personas bromistas, desenfadadas, melancólicas, rudas u hospitalarias. Deconstruye el relato sobre esta región y es capaz de narrar lo cotidiano y perfilar las influencias que determinan postulados radicales como los de Ilija, quien apoya el legado de los ustacha, los antiguos fascistas croatas. «Me preocupé porque saliesen nacionalistas de todas las comunidades. La guerra la causaron ellos y dirigen el país. Pero, ¿quiénes son? Procuro que el lector entienda su tradición cultural y su forma de pensar, pero sin justificar sus crímenes», matiza. «Intenté ampliar el foco: tratar cuestiones culturales y que se viese qué hacen las personas cuando se juntan, qué canciones cantan, qué comen, cómo comen; y representar geográficamente Bosnia, que no solo apareciesen Sarajevo y Srebrenica», añade.

Cultura y sociedad

Dividido territorialmente entre las tres comunidades étnicas que se enfrentaron entre sí de 1992 a 1995, bosniacos, croatas y serbios, Bosnia es un país disfuncional, con estructuras administrativas dirigidas por partidos nacionalistas que promueven la segregación. Antes de la guerra, subraya Casals, el 20% de los matrimonios sarajevitas eran interétnicos. Pero ganaron los nacionalismos. «Hay personas que te dicen que antes nadie le daba importancia [a la etnia], pero la madre de Mladen me dijo que ‘tú sabías lo que te tocaba’, que ‘mejor que te casaras con uno de los tuyos’. Ahora hace falta más coraje, pero no es una situación que se produzca tanto: la mayoría de lugares son monoétnicos, antes las ciudades estaban más mezcladas, pero ahora en Sarajevo el 80% son bosniacos, en Banja Luka la mayoría son serbios, en Mostar, la mitad son bosniacos y la otra mitad croatas, pero las comunidades no cruzan a menudo al otro lado de la ciudad», lamenta.

Presentes están otros aspectos que marcan las relaciones sociales en Bosnia. Destaca un sistema clientelar en el que solo se progresa con la ayuda de los partidos políticos y cuyo resultado es demoledor: o te haces cómplice del sistema o aguantas sin apenas encontrar oportunidades o, como ocurre en demasía, emigras a Europa occidental o EEUU. También, en diferentes capítulos, se eleva la «arraigada» pugna entre lo rural y lo urbano. «Es uno de los aspectos de su mentalidad que más me choca. Entre nosotros no hay esos niveles de desprecio. Es tan fundamental este aspecto en la cultura que el primer capítulo empieza contando el valor que tiene ser sarajevita, hasta el punto de que hay quienes encubren sus orígenes o interpretan toda la guerra como una lucha entre el campo, monoétnico y nacionalista, y la ciudad, multicultural y multiétnica», destaca Casals.

A lo largo de las 300 páginas de “La piedra permanece”, colmadas de anécdotas, del ingeniero Gojko aprenderemos que, incluso durante la guerra, la ciudad de mayoría serbia de Trebinje surtió de electricidad a la croata Dubrovnik; gracias a Fazila comprenderemos qué significa pasar un día a lo korzo, forma de socialización que consistía en un ir y venir por la principal arteria de la ciudad; de David entenderemos que el ladino, la lengua de los sefardíes, languidece, y que fue un musulmán quien protegió durante la guerra la mayor reliquia de esta comunidad en Bosnia: la “Hagadá de Sarajevo”, libro del que se leen fragmentos en la primera noche de la Pascua judía; y de la voz de la cantante Alma descubriremos el sevdah.

«El sevdah tiene su origen en el universo femenino, ya que fueron las mujeres, recluidas en sus casas, quienes comenzaron a canturrear para entretenerse, mientras marcaban el ritmo golpeando un pote de café a la turca o dando vueltas sobre su eje a una bandeja redonda para generar un leve rumor. Se trata de un estilo que lleva el desconsuelo en su propio nombre, puesto que el término sevdah proviene del arabismo sawda o bilis negra, considerada por Galeno el humor causante de la melancolía».

Referencias al mundo artístico, a las tradiciones, a las relaciones sociales y a la Historia que, tras tres lustros residiendo en los Balcanes, Casals plasma en “La piedra permanece”, un libro sutil que invita a viajar a Bosnia-Herzegovina y conocer, alejados los prejuicios, a sus habitantes.