Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

El IPC y el coste de la vida

La escalada de precios tuvo ayer su reflejo en la contundente subida del IPC de octubre. Buen momento para analizar cómo se calcula este indicador que acaba condicionando el propio coste de la vida.

La tarifa eléctrica vuelve a ser fuente de polémica en el cálculo del IPC (Jon URBE/FOKU)
La tarifa eléctrica vuelve a ser fuente de polémica en el cálculo del IPC (Jon URBE/FOKU)

Como lo define el Instituto Nacional de Estadística español, «el indice de precios de consumo (IPC) es una medida estadística de la evolución de los precios de los bienes y servicios que consume la población residente en viviendas familiares en España». Es por tanto, un índice que refleja el cambio en los precios de la cesta de la compra habitual.

A partir de esa definición, para calcular el IPC el INE construye una cesta de la compra tipo en la que incluye los consumos más habituales y su peso en el total del gasto. Una vez constituida va viendo cómo cambian los precios de esos productos y servicios a lo largo de los meses. El dato que hizo público ayer viene a decir que en un año el coste de la vida se ha encarecido alrededor de un 5%. Una subida muy importante que no se veía desde hace muchos años. Lo más sorprendente es que los guardianes de los precios estables no hayan dicho todavía nada. Será porque no pueden hacer nada, más allá de pedir contención, sobre todo, a los trabajadores.

Es fácil comprender que el meollo del asunto está en cómo se define esa cesta de la compra y cómo se recogen los datos de los precios. En 2002, el INE renovó la metodología del cálculo para hacerlo, como dicen ellos, «más dinámico»; es decir, para adaptarlo más rápidamente a los cambios del consumo de las familias. En aquel año, por ejemplo, el gasto en telefonía de cualquier familia era el teléfono fijo. Hoy en día, es el fijo, el móvil, los datos… Ciertamente, hay cambios que tienen su lógica; pero otros que no tanto.

También conviene considerar el modo en el que se recolecta la información. Durante años, por ejemplo, el INE estuvo recogiendo datos de los precios del alquiler de los participantes en la muestra que ya tuvieran contratos de alquiler, es decir, recogía los datos de los viejos contratos pero no de los nuevos. De este modo, cuando el INE preguntaba, los inquilinos decían que había subido un 4% y cuando el INE publicaba el dato, los arrendadores actualizaban los contratos usando ese 4%, de modo que se cerraba el círculo autorreferencial: subían el 4%, que es lo que había dicho el INE y cuando el INE preguntaba le decían que había subido el 4% y así sucesivamente. En aquel periodo, la burbuja inmobiliaria se infló y los precios de las viviendas y alquileres se dispararon, pero el INE invariablemente recogía un aumento del 4% en el precio de los alquileres. Hasta que la burbuja estalló y se vio obligado a cambiar de metodología y considerar los contratos de arrendamiento nuevos.

La electricidad

De vuelta a la actualidad, el mes pasado, la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec), patronal que engloba a Iberdrola, Endesa y EDP, advirtió al servicio oficial de estadística que el gasto en electricidad que utiliza en el cálculo del IPC tiene en cuenta únicamente los contratos con tarifa regulada, los conocidos como precio de venta al pequeño consumidor (PVPC), que son los que han subido estos últimos meses. Según dicen esas empresas, seis de cada diez contratos de la luz son ya del mercado libre, es decir, de precio fijo acordado con el suministrador. Y claro, ahora que se ha disparado el precio en el mercado regulado, ese detalle estaría provocando una desviación significativa sobre el dato que consideran más real.

Según han publicado algunos medios, el INE se ha interesado por el asunto y es posible que en enero del año que viene cambie el modo de cálculo de este componente, tomando en cuenta los datos aportados por las eléctricas. Es difícil saber hasta dónde es cierto ese cambio, pero el toma y daca público entre Iberdrola y Sidenor a cuenta de los precios, o el modo en el que ha subido el pan en todas partes, tal vez indique que el mercado libre no está tan extendido como el oligopolio nos quiere hacer creer. En cualquier caso, cuando algún componente tira demasiado del IPC para arriba, enseguida se encuentra la manera de que no tenga tanto reflejo en el índice de precios.

Como se ve, no han ido los sindicatos a protestar porque el precio de la luz está, al parecer, sobrevalorado en el IPC. Ha sido el oligopolio eléctrico, lo que ya de entrada resulta bastante sospechoso. Y el Gobierno está, por supuesto, interesado en mantener la apariencia de que los precios están bajo control porque el IPC es una referencia ampliamente utilizada, tanto en las prestaciones, como en las subidas de sueldo pactadas en los convenios o en las pensiones. También en la subida de muchos precios públicos o en la actualización de impuestos. Una subida importante puede trastocar muchos planes y previsiones gubernamentales.

Con todo, el IPC refleja los cambios en el coste de la vida, aunque seguramente con un importante sesgo a la baja, es decir, que la subida de precios será probablemente mayor de lo que refleja el IPC.