Carlos Gil
Analista cultural
CRíTICA: ‘LA TARARA’

Agridulce relato

Obra: La Tarara. Autora: Josi Alvarado. Intérpretes: Sandra Ferrús, Kepa Errasti, Jurdana Otxoa, Itziar Ituño & Eneritz Artetxe, José Cruz Gurrutxaga, Adrián García de los Ojos & Iñar Sastre. Dirección y Dramaturgia: Agurtzane Intxaurraga. Producción: Hika Teatroa. Gastezena (Egia) 15-03-22 - DFeria

Un momento de la obra sobre la escena.
Un momento de la obra sobre la escena. (DFeria)

Retrato en blanco y negro de una barrio, La Palanca bilbaína en la mitad del siglo pasado. Unas vidas marcadas por la miseria, la necesidad, el impulso, la belleza de la música, de unas rosas, de unas canciones que van configurando un relato agridulce en donde un violín suena siempre como una metáfora para encontrar en esas notas una conexión con otra realidad, con otra manera de vivir, en donde el día a día no sea un ejercicio de resistencia, luchando contra lo obvio y lo secreto, la realidad y la versión edulcorada. Una niña que escucha notas de compositores como si fueran dioses y sus mesías, es abusada por su entorno y encuentra en una prostituta travestida una tabla de salvación, una escuela de humanidad.

La obra tiene una trama muy sugerente, una historia potente que, por su estructura dramática, por su dramaturgia de puesta en escena, por las dificultades implícitas en estas elecciones narrativas, va perdiendo fuerza por tantas interrupciones, por esa fragmentación que impide que las elipsis sean más eficaces. En la función presenciada sentimos demasiadas escenas que no acababan de aportar material narrativo de entidad apropiada, como si fueran transitorias. Cuando se desencadenan los hechos que dan sustancia al relato, la atención que requieren los acontecimientos nos va transportando hacia el descubrimiento de las claves que dan sentido al todo y es cuando las emociones afloran y entramos en una comunicación directa y efectiva.

Es un escenario que busca una neutralidad formal, pero muy recargado, con un fondo simbólico, donde la puesta en escena busca una dinámica de movimientos y espacios que fragmenta lo fragmentado. La música en directo y algunas canciones de la época van tejiendo un campo referencial sentimental reconocible, el equipo actoral logra que sus personajes acaben siendo cercanos, pero es obvia la diferencia de intensidad y calidad entre ellos. El vestuario no ayuda. La iluminación aporta sensaciones. La obra denuncia y recuerda las vidas marcadas. Deja sensaciones agridulces.