Pello Guerra

Cien años de historias sanfermineras y represión de la plaza de toros de Iruñea

El próximo 7 de julio, la plaza de toros de Iruñea cumplirá cien años, un siglo cargado de historias sanfermineras, pero también de represión. Construido con hormigón armado, con sus 19.720 localidades tras la ampliación realizada en 1966, es el cuarto coso más grande del mundo.

Imagen de la plaza de toros de Iruñea en los años 30.
Imagen de la plaza de toros de Iruñea en los años 30. (ARCHIVO MUNICIPAL DE IRUÑEA)

La plaza de toros de Iruñea cumplirá el próximo 7 de julio cien años plagados de historias sanfermineras, pero en los que también ha sido escenario de la represión, tanto en la Guerra del 36 como en la llamada Transición.

La historia de la tercera plaza con la que ha contado Iruñea arrancó en 1920, cuando se puso en marcha la ampliación de la ciudad con el denominado Segundo Ensanche. El coso construido a mediados del siglo XIX en donde se encuentra actualmente el Teatro Gayarre ocupaba parte del espacio previsto para la actual avenida de Carlos III y debía ser derribado.

Sin embargo, el Ayuntamiento de Iruñea no quería correr con los gastos de la construcción de la nueva plaza y entonces fue cuando la junta de la Casa de Misericordia, conocida popularmente como la Meca, planteó la posibilidad de hacerse cargo del proyecto y asumir la explotación del coso como una forma de abrir nuevas vías de financiación para sus deficitarias cuentas.

Su propuesta fue aceptada por el Consistorio, que, para levantar el edificio, le cedió gratis y a perpetuidad 11.443 metros cuadrados en la primera zona del Ensanche, en el primer solar de la calle que venía a prolongar la de Estafeta. Había sido elegido teniendo en cuenta el trayecto del encierro, que ganó tan solo unos pocos metros gracias a su proximidad con la plaza vieja.

Además, el Ayuntamiento cedió a la Casa de Misericordia los materiales del coso del siglo XIX a cambio de hacerse cargo de los gastos de demolición.

La Meca encargó el proyecto de la plaza al arquitecto donostiarra Francisco Urcola, autor en su ciudad de, por ejemplo, el Teatro Victoria Eugenia. El 6 de setiembre, Urcola se desplazó a Iruñea, vio el solar y 18 días después presentó su proyecto, en el que figuraba el uso del novedoso hormigón armado por sólido y barato.

Las obras se adjudicaron a Martinicorena, Mendizábal y Compañía el 28 de febrero de 1921. Los trabajos avanzaron a buen ritmo y en 16 meses estaban terminados con un coste de 1.388.000 pesetas, un 9,24 % por encima del presupuesto aprobado en 1920. La financiación de la infraestructura corrió por cuenta de la Casa de Misericordia, con la emisión de obligaciones que fueron suscritas por tres entidades bancarias y cientos de iruindarras.

El 6 de julio de 1922 a las doce del mediodía se colocó la bandera en el mástil de la plaza y se dispararon cohetes desde ella. Al día siguiente, la nueva plaza fue inaugurada con el primer encierro de las fiestas de ese año, que tuvo varias novedades. La primera, que al salir de Estafeta, la carrera giraba hacia la izquierda en lugar de a la derecha para llegar a la plaza, con el añadido de que el coso estaba cuesta abajo.

A pesar de que el callejón de la nueva plaza era más ancho que el de su predecesora, en ese encierro inaugural se registró el primer montón, en el que el iruindarra de 19 años Angel González Cejuela, sufrió fractura de clavícula izquierda.

El primer muerto del encierro en la plaza fue el albañil iruindarra Santiago Martínez Zufía, que falleció tras ser corneado por un toro de Celso Cruz del Castillo en el burladero del tendido 8 el 8 de julio de 1927.

La nueva plaza contaba con un aforo de 11.976 localidades, que diversos cambios con el paso de los años convirtieron en 13.497. Pero a mediados de los años 60, con el boom de los sanfermines, se había quedado pequeña.

Imagen aérea en la que se aprecia la ampliación realizada en 1966.



En 1966, la Meca convocó un concurso para su ampliación, en el que resultó ganador el proyecto ‘Dédalo’, de Rafael Moneo, entre los ocho presentados. Las antiguas gradas fueron sustituidas por una andanada gracias a unos trabajos con un coste de 20 millones de pesetas que se llevaron a cabo entre octubre de 1966 y junio de 1967. Posteriormente, en los años 80, la teja original que remataba el conjunto fue sustituida por la chapa metálica verde que luce actualmente.

Tras esta ampliación y los cambios realizados a comienzos del siglo XXI , la plaza de toros de Iruñea cuenta con 19.720 localidades, lo que la convierte en el cuarto coso más grande del mundo.

A lo largo de estos cien años, evidentemente, la principal función de la plaza de toros de Iruñea ha sido acoger los encierros y las corridas sanfermineras, aunque también ha sido escenario de conciertos, pruebas deportivas o actos políticos, y alberga ferias y otros eventos festivos.

Campo de concentración

Pero en este siglo de historia, la plaza de toros de Iruñea también cuenta con una cara oscura vinculada con la represión. Así, durante la Guerra del 36, en concreto en los primeros meses de 1939, se convirtió en campo de concentración de prisioneros republicanos, con una capacidad oficial de 3.000 internos.

Curiosamente, esos prisioneros estaban encerrados en un recinto cuya puerta principal conserva en su parte superior el único escudo republicano de Iruñea que sobrevivió al franquismo. A diferencia del escudo monárquico, que contenía dos coronas reales, una superior y otra coronando al león, en el republicano aparecen dos coronas murales, con un castillo sobre el león y otro sobre el escudo.

El cambio del escudo original se produjo en 1935, siendo alcalde de la ciudad el carlista Tomás Mata y sorprendentemente se ha conservado hasta la actualidad.

Prácticamente 40 años más tarde de su pasado como campo de concentración, la plaza de toros de Iruñea fue escenario de otro tipo de represión, cuando la Policía española irrumpió en la misma el 8 de julio de 1978 tras haberse desplegado en el coso una pancarta en la que se podía leer «Amnistía total, presoak kalera. San Fermín sin presos».

Unos 40 policías entraron en la plaza por el callejón disparando botes de humo y pelotas de goma, a lo que se respondió desde los tendidos con el lanzamiento de almohadillas. Algunos agentes utilizaron fuego real y en la misma plaza se registraron varios heridos de bala. En la enfermería del coso se atendió a más de 50 heridos. En el exterior de la plaza, Germán Rodríguez moría tras recibir un disparo en la cabeza.

Estos luctuosos sucesos se recuerdan cada 8 de julio en la plaza de toros de Iruñea, que lleva dos años con sus tendidos vacíos a causa de la suspensión de los sanfermines por el covid-19, pero que volverán a recibir público en este centenario de la plaza con el retorno de las fiestas.

Público en el coso iruindarra tras finalizar una corrida de sanfermines.