Mariona Borrull

Timothée Chalamet y Frederick Wiseman se comen al resto de competidoras

Timothée Chalamet entusiasma a las masas y Frederick Wiseman a la crítica. Todo sigue en orden por el Lido veneciano, incluidas las dosis de cine que ni fu ni fa.

Timothee Chalamet y la actriz canadiense Taylor Russell, llegando al Lido.
Timothee Chalamet y la actriz canadiense Taylor Russell, llegando al Lido. (TIZIANA FABI | AFP)

Después de una noche marcada por el fracaso crítico del nuevo viaje narcisista de Alejandro G. Iñárritu, una lluvia merecida, este jueves volvía a salir el sol en el Festival de la brillantina. Desde primera hora de la mañana, la alfombra roja estaba ocupada por grupos de adolescentes, quienes esperaban a ‘Timmy’ Chalamet, joven prodigio que une al cine popular y de autor. Aquí estrena ‘Bones And All’.

Acompañaba al camaleónico Luca Guadagnino, director de la melosa ‘Call Me By Your Name’, así como del remake de ‘Suspiria’, aporta hoy su granito de arena al denostado cine teen que vuelve enamoradizos a los grandes monstruos del fantástico y que ha visto en ‘Crepúsculo’ (Catherine Hardwicke, 2008) su éxito más rotundo.

El italiano vuelve a escribir sobre los lugares comunes del romance adolescente, siempre preocupado por la capacidad del individuo de escapar a su identidad y decidir sobre su destino, pero hoy pone toda la carne en el fuego, literalmente.

Maren (Taylor Russell) y Lee (Chalamet, ¿quién, si no el adolescente triste más popular del mundo?) son dos caníbales con una sed de sangre irrefrenable y que crece día tras día. De la mano, emprenderán un viaje por los Estados Unidos marcado por el hambre, condicionante que les llevará a debates éticos algo protocolarios, y por el amor, que lo puede todo. La mayor virtud de ‘Bones and All’ (‘Con huesos y todo’) es que cree firmemente en el amor como lubricante para una identidad formada y no tiene miedo a caer en la ñoñería para demostrarlo. Asimismo, que no rehuye el asco profundo e inmediato de la naturaleza caníbal. Véanla habiendo merendado.

Frederick Wiseman: ‘A Couple’ 

Por fin, la película más esperada de la Competición: el maestro Frederick Wiseman, que lleva más de seis décadas dirigiendo solo larguísimos documentales observacionales (el último, ‘City Hall’, duraba cuatro horas y media), la tarde del jueves estrenaba en el Lido su primera película de ficción… De solo una hora y tres minutos.

La propuesta en sí misma se construye como una serie de magníficos despropósitos: para empezar, ‘A Couple’ (“una pareja”) tiene un solo personaje. Nathalie Boutefeu da vida a Sophia Tolstoy, en una adaptación de las cartas que su marido Leo y ella se intercambiaron durante años (a pesar de vivir en la misma casa) y que, según reconoce la propia Sophia, leían a quienes invitaban a cenar.

En un hermoso jardín y sus alrededores, Boutefeu lee fragmentos de él y de ella, sin apenas emoción o motivo aparente. Recita, más que actúa, ora para la cámara o para sí misma. Sus palabras son desesperadas: explican años de una relación discordante, repleta de abusos y desconfianzas, entre infidelidades y largos períodos de convivencia odiosa. Contrasta con la belleza de su telón de fondo, pero no da explicación alguna.

Tampoco encontramos respuesta sencilla para una puesta en escena que se siente cosida por retazos descartados de películas ‘bien hechas’: sus imágenes parecen, o planos de relleno o ideas a deshechar, con movimientos raros y composiciones feas. Sin embargo, el espíritu amateur de Wiseman refresca, rehuye senderos concurridos por la puesta en escena y la crítica. Esta joya, además, tiene la osadía de no acabar en negro, sino en beige. Habrá que pensarla a fondo cuando se estrene.

La épica de Romain Gavras

Remataba el día la nueva épica que Romain Gavras (‘El mundo es tuyo’), hijo de Costa-Gavras, ha escrito en colaboración con Elias Belkeddar y Ladj Ly (‘Los miserables’).

Hay mucho de ‘Los miserables’ en esta película bélica disfrazada de conflicto social, que dibuja un argumento y unos personajes sencillísimos para desplegar toda su artillería en forma de espectáculo audiovisual: son tres hermanos, Abdel (Dali Benssalah), Karim (Sami Slimane) y Moktar (Ouassini Embarek), que se encuentran en bandos diferentes de un altercado popular masivo.

El film se recrea en el exceso de su traca, a base de largos planos de seguimiento y una música que espantaría a la ópera más rimbombante, pero cuya munición ya viene de sobra gastada. Puede ganar algún premio técnico.