
Muy oportuna la concesión del Premio Donostia a David Cronenberg, no ya porque esté cerca de cumplir los 80, sino porque con ‘Crímenes del futuro’ (2022) vuelve a sus orígenes, a su cine más físico, tras un periodo puramente mental. Un retorno al gore visual que en el festival de Cannes provocó alguna que otra deserción de la sala, por culpa de la escena de la autopsia en la que abren a un niño en canal.
Y esto sucede en plena era de las intervenciones quirúrgicas, que el cineasta canadiense proyecta hacia un mañana en las que ya van a ser pura rutina, con amputaciones, injertos y modificaciones orgánicas varias, incluso con fines artísticos.
En consecuencia el estelar Viggo Mortensen incorpora a un artista de performance que escenifica la metamorfosis de sus órganos en un espectáculo de vanguardia, y hasta puede competir por un premio al Mejor Órgano Original con un fin desconocido. Pertenece a una sociedad avanzada en la cual se ha eliminado el dolor, y de ahí que la tortura del cuerpo sea una nueva fuente de placer. El entorno natural se ha degradado y el plástico cubre la superficie.

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