Los jugadores de Inglaterra celebran su triunfo en la Autumn Nations Cup, torneo al que cabe augurar una vida efímera. (ADAM DAVY / AFP)
Los jugadores de Inglaterra celebran su triunfo en la Autumn Nations Cup, torneo al que cabe augurar una vida efímera. (ADAM DAVY / AFP)
Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby

La ventana otoñal de rugby baja la persiana con títulos para Inglaterra y Nueva Zelanda

Valores consolidados como Inglaterra y Nueva Zelanda, ausentes como Sudáfrica, en progreso como Francia y Australia, decepcionantes como Gales o frenéticos como Argentina. Octubre, noviembre y diciembre han dejado ingredientes para todos los gustos en este año marcado por la pandemia.  

Terminó la ventana de otoño de rugby internacional, que a lo tonto se ha prolongado durante mes y medio en el hemisferio norte, casi dos en el sur. Toca repaso y un pequeño balance, con la mirada ya puesta en un Seis Naciones 2021 que arrancará a principios de febrero. Ya mismo.

En la vieja Europa la primera tarea fue finiquitar el Seis Naciones que se había dejado pendiente en marzo. Hubo al menos emoción, ya que Inglaterra, Francia e Irlanda llegaron con opciones a la última jornada. El título se lo quedaron los de la rosa, que no ganaban desde 2017.

Como las grandes potencias del sur estaban liados en otros menesteres, por estos lares se sacaron de la chistera la Autumn Nations Cup, a la que se invitó a Georgia y Fiji para conformar dos grupos de cuatro en una liguilla a una vuelta. Los mejores de cada cuarteto jugarían la final, todo lo que no fuera un Inglaterra-Francia sería una sorpresa.

El invento ha salido bastante rana, aunque de lo que se trataba era de volver al escaparate y hacer caja. Las ocho selecciones se quedaron rápidamente en siete, Fiji se perdió los tres pirmeros partidos por culpa del covid-19, con lo que uno de los factores novedosos se fue por el desagüe. Justo llegaron a tiempo para doblegar a Georgia en el choque por evitar la última plaza. Ello ha impedido, de rebote, que viéramos un morboso Italia-Georgia, por aquello de si los exsoviéticos tienen el suficiente nivel para reclamar el puesto de los transalpinos en la mesa de los grandes.

Que en todo caso iba a ser que no, porque esto no va solo de lo buenos o malos que son unos y otros en el campo, sino de que para un aficionado de Dublín es más atractivo Roma que Tiflis, y entre un hincha italiano y uno georgiano, es más fácil que el primero se pueda gastar sus buenos euros en un viaje a Edimburgo o en un canal televisivo de pago.



Ganó el torneo Inglaterra en una final descafeinada porque Francia tiró de su unidad B, que el Top 14 no para y reclamaba en sus filas a las estrellas a las que paga un salario. No obstante, el choque se decidió en la prórroga. Los de Eddie Jones suman y siguen, tienen un equipo hecho, muy fuerte en lo físico, con un 9, 10 y 12 que dominan que juego táctico con el pie y con velocidad en las alas.

Buenas sensaciones francesas

Por el contrario, los ‘bleus’ afrontan un proceso de construcción que por ahora ofrece destellos ilusionantes. Fabien Galthié tiene un encargo y una fecha, el Mundial de 2023, a celebrarse en tierras galas. La bisagra Dupont-Ntamack, 24 y 21 años respectivamente, se ha erigido como estandarte tras el que marchan los capitaneados por el senperetarra Charles Ollivon. No es el único vasco asiduo a las convocatorias, ya que el ala de Biarritz Teddy Thomas es una de los finalizadores por excelencia de los del gallo.



Por detrás de ellos poca cosa. Irlanda, que ha sido tercera, pierde fuelle según envejecen algunas vigas maestras para las que su técnico no ve relevo, Escocia (4ª) no tiene demasiado donde elegir y depende del estado puntual de sus figuras y Gales (5ª) ha vivido un derrumbe que le ha llevado del Grand Slam de 2019 a un 2020 en el que ha doblado la rodilla ante todos excepto Italia.

La gira de los Lions

Miremos al sur. Sudáfrica, vigente campeona mundial, no ha sacado a sus springboks a pasear. Tras varios meses parados por la pandemia, la South African Rugby Union (SARU) optó por no defender su título en el Championship. Sus internacionales, los que no militan en equipos extranjeros, disputan la Currie Cup, mientras la Federación mira un poco más lejos y fija su prioridad en la gira que los British-Irish Lions llevarán a cabo por el país el verano que viene.

Debido a esta ausencia se montó un torneo a tres entre Nueva Zelanda, Australia y Argentina, disputado íntegramente en territorio aussie. Antes, los All Blacks ejercieron como anfitriones de sus vecinos en un par de partidos.

Los de negro han cerrado el otoño, en su caso la primavera, con tres victorias, un empate y dos derrotas –una con cada rival–, y los trofeos de la Bledisloe Cup y el Tri Nations en sus vitrinas. Sus jugadores son los que mejor han podido desarrollar la temporada, gracias a la gestión de la pandemia del Gobierno de Jacinda Ardern. Mientras el resto del mundo permanecía prácticamente encerrado en su casa, los cinco equipos neozelandeses de Super Rugby estaban disputando su propio campeonato… y con público.

En su primera serie de encuentros tras tomar las riendas, Ian Foster ha ido haciendo probaturas, sin preocuparse en exceso de los números. El rugby neozelandés es una maquinaria engrasada con un fondo de armario que le permite renovarse con absoluta naturalidad, y además no miran la partida de nacimiento a la hora de dar oportunidades a quienes destacan. Nombres como Caleb Clarke, Will Jordan, Akira Ioane o Hoskins Sotutu ya se han sumado a la plaga negra.



Australia vive un proceso similar al de Francia. Dave Rennie alimenta a un pequeño canguro que tiene en el flanker Michael Hooper el aporte de veteranía necesario. Una victoria ante los All Blacks, ¡tres empates! y dos derrotas conforman su bagaje. Más allá de ello, las sensaciones son positivas, con mimbres nuevos con los que trabajar. Parece que la manija va a ser para el otrora “enfant terrible” James O'Connor, recuperado para la causa.

Montaña rusa para Los Pumas

Cerramos con Argentina, que ha vivido en una alocada montaña rusa. Su participación estuvo en el alero, con sus jugadores sin competir desde marzo y algunos teniendo que emigrar a Europa para asegurarse el sustento ante tanta incertidumbre. Pero para sostener el tinglado se necesitan ingresos, y para allá que se fueron Los Pumas. Y cuando nadie daba un duro por ellos, fueron capaces de doblegar a Nueva Zelanda por vez primera en su historia. Héroes.

Luego vino un empate contra Australia y, antes del segundo duelo frente a los All Blacks, murió Maradona. Llevar un brazalete negro en honor a D10S fue considerado insuficiente, más aún en comparación con el haka que le dedicaron los de negro. Comenzaron a caer los palos a los ‘niños bien’ del balón ovalado, y de repente se repescaron unos tuits racistas y machistas de hace ocho años escritos por el capitán Pablo Matera y de otros dos compañeros. Villanos.



La contundente derrota en ese choque dejó paso a una semana frenética, caótica y cuyas consecuencias aún están por ver, cuando el polvo se pose. No obstante, los de Mario Ledesma tuvieron el aplomo suficiente para cerrar la gira con otro empate ante Australia. Sobresaliente en lo deportivo, más viendo las condiciones previas.

Toca ahora cambio de tercio, llegan las vacaciones en el sur pero empieza la Champions en el norte. Porque el rugby nunca para, el oval siempre busca una hache gigante hacia la que dirigirse.