Gemma Zabaleta, Manuel Díaz de Rábago, Fernando López de Castillo, Javier Madrazo y Daniel Arranz

Poner en hora el reloj de Euskadi

No es la primera vez que los firmantes de este escrito clamamos por una estrategia conjunta de la izquierda del país. El futuro bien requiere otro horizonte.

La crisis provocada por la pandemia global del covid-19 ha dejado al descubierto nuestras flaquezas y alertado sobre nuestras debilidades desde el punto de vista sanitario, económico y social. Nos ha despertado del letargo y del ensimismamiento de pensar que en Euskadi estábamos en mejores condiciones para afrontar una crisis de tal envergadura. La sanidad vasca mejor articulada como sistema público que el sistema de cuidados afrontó los primeros embates con el coraje de sus profesionales pero ha dejado en evidencia a lo largo del proceso la falta de inversión pública necesaria en el sistema para dotarlo de mayor músculo; hemos resistido, sí, pero no mejor que cualquiera del resto de comunidades autónomas que cuentan con muchísimos menos recursos económicos que Euskadi. Llegó la enfermedad y desnudó las flaquezas de nuestro sistema de cuidados. Las familias se enfrentaron en sus domicilios al teletrabajo, a la educación de los niños y niñas, al cuidado del resto de la familia, a la convivencia entre cuatro paredes y el sistema de cuidados para con nuestros mayores evidenció que el nuestro es un viejo modelo asistencial, sin ningún valor añadido a los que nos rodean. Hemos clamado por la necesidad de un nuevo modelo de cuidados en Euskadi, que llega tarde; las administraciones empiezan a apostar por modelos que ya se empezaron a analizar hace más de una década, el actualmente denominado «etxean bizi» y que no hace más que evidenciar que «el reloj está parado en Euskadi» en un asunto estratégico como país.

Si miramos al planeta, la pandemia ha cogido con el pie cambiado a todo el mundo, sean gobiernos o estados, sea ciencia o medicina, a la sociedad en su conjunto. También a la izquierda. No es poco lo que queda por autocriticar y por aprender.

Por suerte, parece que los momentos más graves están pasando ya y todas las instancias administrativas se aprestan a afrontar una reflexión profunda sobre su futuro. El lehendakari Urkullu ha hablado recientemente de un tiempo de refundación. La Unión Europea inauguró en mayo del pasado año en Estrasburgo la Conferencia sobre el futuro de Europa, iniciando un proceso de debates por todo el territorio comunitario, dando voz a la ciudadanía, que transcurrirá a lo largo de los próximos 12 meses.

Pero, los vascos, ¿qué queremos ser? ¿Dónde están las líneas estratégicas para con nuestro futuro? ¿Cuáles son nuestras urgencias, cuáles nuestras asignaturas pendientes? ¿Hay un plan de país que vaya más allá de replicar las políticas del pasado, o sólo seguimos interesados en gestionar los fondos europeos que nos asignen, sin un propósito y sin un fin que sea compartido y reconocido por la ciudadanía vasca?

Demasiadas preguntas que merecen ser respondidas no desde la autocomplacencia sino desde la preocupación, no desde la displicencia para con los que piensan y proponen cosas diferentes sino desde la humildad de reconocer que llevamos tiempo con el reloj parado en Euskadi.

Los sectores empresariales y sindicales dan la voz de alarma sobre la falta de un relevo generacional en los trabajadores y necesitamos seguir apostando por la industria, pero por una industria limpia y respetuosa con el medio ambiente, no a cualquier precio, en términos de salud y sostenibilidad; necesitamos invertir en el sector público sin cicaterías, abordar el rol institucional que deben jugar diputaciones y ayuntamientos en el siglo XXI y definir el lugar que debe ocupar Euskadi en sus relaciones con el Estado.

Necesitamos un proyecto político, social y económico para la Euskadi del futuro que apueste por lo público, por la justicia y la igualdad, por la dignidad laboral, aquellos valores que se defienden desde la izquierda y más aún en un contexto de crecimiento desmedido de las derechas ultras que compiten cada día en el campo de la radicalidad. Toca el encuentro de la izquierda buscando todo lo que une sin rehuir ningún debate porque toca también pactar qué marco de soberanía propia y de capacidad de decisión debe tener Euskadi para poder mejorar de verdad las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras, dar un salto cualitativo en la sanidad pública, construir el futuro de nuestro sistema educativo para la sociedad vasca que queremos.

Poner en hora el reloj de Euskadi significa también escuchar qué está pasando aquí, contar con los mejores expertos en cada área, proponer las prioridades de país para las próximas dos décadas y contar con todos, incluida la oposición política. Pedimos un punto de inflexión a como vienen sucediendo las cosas en los últimos tiempos. No es tiempo de arrogancia, tampoco de bronca, pero sí de urgencia. Toca poner en marcha un cambio político profundo.

No es la primera vez que los firmantes de este escrito clamamos por una estrategia conjunta de la izquierda del país. El futuro bien requiere otro horizonte. Puede que, de no hacerlo, la izquierda de esta tierra caiga en un descrédito difícilmente recuperable, por su incapacidad para impulsar y liderar una necesaria transformación social, pero también por que el propio país quede en entredicho, invisible e inidentificable en un mundo definitivamente arrasado por el neoliberalismo, con una renuncia claudicante a la rebeldía que históricamente ha caracterizado a la sociedad vasca.

Dicho en otras palabras, poner en hora el reloj de Euskadi requiere poner en hora a la izquierda del país.

Creemos que hay posibilidades reales para un proceso de encuentro. Desde la más profunda convicción, decimos que hay mimbres para una Izquierda de País que se agrupe en torno a un programa de actuación compartido. Lo hemos dicho también en pronunciamientos públicos anteriores.

Porque la transformación social a la que aspiramos desde la izquierda sólo es posible aglutinando en las urnas mayorías significativas y constantes en el tiempo, en torno a cada uno de nuestros objetivos, empoderándola a través de una actividad social y política permanente.

Buenas prácticas de integración, frente a las inercias de fragmentación tan arraigadas en la izquierda, así como una inmensa dosis de generosidad, dado el amplio abanico de trayectorias de las que procedemos, serán necesarios para llevar el empeño a buen puerto. Pero el esfuerzo bien merece la pena, para poner en hora el reloj de Euskadi.

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