Alarde de inmovilismo y lección de torpeza

Hay imágenes que por sí solas pueden resumir una historia, un acontecimiento o un estado de ánimo. La fotografía con la que este periódico ilustró su portada el pasado domingo tenía la virtud de retratar el régimen vigente en Nafarroa, pero iba incluso más allá; era la representación gráfica del conflicto que desde hace demasiado tiempo atenaza a este pueblo. El arzobispo, el ministro del Interior y un mando de la Guardia Civil en primer término, con los mandatarios locales detrás, obsequiosos, simbolizan un tiempo pretérito y un sistema rancio que la mayoría de la sociedad vasca quiere dejar atrás.


Sin embargo, Jorge Fernández Díaz es ajeno a la repulsión que esa imagen causa en este país y ha querido repetirla en su gira por comisarías y acuartelamientos de Euskal Herria. Ayer estuvo en Donostia y en Bilbo, en ese enclave siniestro que es La Salve, y lo hizo para alentar a sus tropas con un discurso tan belicoso como fuera de contexto, en tiempo y en espacio. El titular de Interior español hizo un alarde de inmovilismo, pues no varió un ápice el mantra que él mismo y su partido mantienen desde que accedieron al poder: mano dura con los presos y nada de replegar las fuerzas policiales acantonadas. Pero dio también una lección de torpeza, pues sus palabras, incluso la forma en la que se expresa, son munición argumental para quienes defienden un cambio en las relaciones entre la nación vasca y el Estado que representa el aguerrido ministro. No puede decirse que haya sumado muchos adeptos a su causa.


Gritar «¡Viva España!», «¡Viva el rey!» y «¡Viva la Policía Nacional!» en una ciudad como Donostia, en marzo de 2014, no es una demostración de fuerza, sino la confirmación de que los mandatarios españoles viven en una permanente ucronía, incapaz de asumir la realidad política vasca ni el lugar al que ellos mismos van a ser relegados por la historia. Cualquier donostiarra, de cualquier signo político, que hubiera asistido a la escena habría sentido vergüenza ajena, y ese es el mejor resumen de lo que representan hoy en Euskal Herria el ministro Fernández Díaz y sus acompañantes.

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