@gara_ialtuna

Las curvas electorales que dibujan un voto cambiante

Dicen que del voto sólido se ha pasado al líquido, e incluso al gaseoso. Con esa premisa, sigue siendo interesante observar la evolución de cada fuerza. Desde el cambio de fase habido en 2011 (legalización de Bildu y final de la lucha armada) y con el impacto de la crisis multipolar en el Estado, han aparecido nuevas variables electorales que dibujan curvas de evolución de los partidos diferentes a las de otros tiempos.


Podemosen eboluzioan IU, Irabazi eta Equoren datuak batu dira.

El cambio de estrategia de la izquierda abertzale provocó un nuevo escenario, y en él, la irrupción de Bildu. Justo después, la crisis económica trajo consigo una crisis general en el Estado español, que también llegó al ámbito electoral con la aparición de nuevas fuerzas y el retroceso de las clásicas. Todo ello tiene una lectura concreta en el ámbito de la Comunidad Autónoma Vasca. Hay suficiente perspectiva para llegar a conclusiones, ya que desde mayo de 2011 se han producido dos ciclos electorales. «Casi» dos ciclos electorales, habría que matizar, pues las generales amenazan con repetirse en diciembre.

EH Bildu

En este periodo, la gran primera irrupción la protagonizó Bildu, con unos resultados espectaculares en las municipales y forales de 2011, consecuencia del cambio de estrategia de la izquierda abertzale y las nuevas alianzas que se comenzaban a tejer en el soberanismo.

Fueron sus mejores resultados en todo este periodo. El porcentaje de voto no deja lugar a duda (25,94), aunque, en número total de votos, Amaiur logró algunos más en las generales de ese mismo año (285.290 frente a los 273.273 de Bildu), lo que se explica por una menor abstención en esta segunda cita. Hay que matizar que, para la constitución de Amaiur, Aralar se había sumado ya a la alianza de las fuerzas que habían compuesto poco antes Bildu (la izquierda abertzale aún sin legalizar, EA y Alternativa), por lo que la expectativa de voto para ese segundo asalto debía ser aún mayor. Sin embargo, ese acuerdo político de Aralar con el resto de fuerzas no atrajo –no de forma sustancial, al menos– a su electorado. Uno más uno no fueron dos.

En todo caso, EH Bildu mostró fortaleza en las siguientes citas. En las autonómicas de hace cuatro años llegó al 25%, pero quedó lejos del PNV, al que pretendía disputar el primer puesto. Se empezó a percibir el peligro de un paulatino decrecimiento.

La nueva situación creada había premiado al soberanismo de izquierda de forma inmediata y contundente, pero los problemas para seguir desarrollando la estrategia renovada –bloqueo por parte del Estado, la irrupción de nuevos condicionantes, como la crisis económica, y dificultades para actualizar su cultura política por parte de la izquierda abertzale– empezaron a pasar factura.

Ese desgaste se produjo de forma no demasiado acusada hasta las elecciones municipales y forales del pasado año, cuyos resultado provocó una autocrítica pública. Con la perspectiva del tiempo, se puede decir que aquellos resultados no fueron tan malos como el sentimiento que provocó en las bases de EH Bildu el retroceso registrado, sobre todo, en Gipuzkoa. Cuantitativamente, el número de votos era aún muy considerable, y se habían producido avances importantes en otros territorios, especialmente en Nafarroa.

En todo caso, las expectativas a futuro se antojaban poco alentadoras, con unas elecciones españolas ultrapolarizadas a la vista. Así, con una tendencia a la baja ya confirmada, la cita de las generales de diciembre supuso el punto de inflexión entre un proceso de descenso paulatino y una caída en toda regla, un fenómeno que se acentuó, dolorosamente para EH Bildu, el pasado mes de junio. Se bajaron consecutivamente dos escalones.

El reto para este domingo es pues evidente: romper esa tendencia y colocar el apoyo al soberanismo de izquierda en unos mínimos aceptables para poder encarar el siguiente periodo y los importantes desafíos que, sin duda, se acercan.

Elkarrekin Podemos

Ha sido la segunda gran irrupción en este periodo electoral. Un producto de la crisis abierta en el Estado español. Sitúan su surgimiento en el movimiento 15M, registrado en 2011. Su repercusión en Euskal Herria, en aquel momento totalmente imbuida por los cambios respecto al secular conflicto de este país, no fue tan notable, pero, después, ha sido por estos lares donde el fenómeno de Podemos ha tenido unos resultados más espectaculares, al alcanzar la primera posición en la CAV en las dos últimas contiendas, con cerca del 30% de los votos. Por decirlo gráficamente: en Euskal Herria sí se ha apoyado ese cambio que, sin embargo, en el Estado se ha mostrado imposible de ejecutar.

La puesta de largo de la nueva oferta de produjo en las europeas de 2014. En la CAV los datos aún no eran tan destacados, pero desde entonces solo ha ido hacia arriba, incluso tras la no demasiado exitosa fusión con IU. En el Estado no se produjo esa suma que pretendía desbancar al PSOE de la segunda posición en los comicios de junio, pues en esas elecciones se perdieron un millón de votos respecto a los que las fuerzas coligadas habían logrado por separado en diciembre. En cambio, en la CAV –también en Nafarroa– uno más uno sí fueron dos. En junio obtuvo un porcentaje de voto aún mayor, aunque un número se sufragios menor a consecuencia de una abstención varios puntos más alta.

El hecho de que las dos últimas contiendas hayan sido a las Cortes Generales españolas le ha otorgado un plus para la captación de votos. Pero no solo de la referencia estatal pretende vivir Podemos. Ya en las elecciones forales de 2015 demostró que venía para quedarse, al lograr una importante cuota (casi 180.000 votos y un 16,66%).

Se supone que también este domingo obtendrá una importante bolsa de voto, aunque, en todo caso, ostensiblemente menor que en las dos últimas contiendas. Resulta imposible que esa curva que no ha hecho más que crecer pueda tener una trayectoria ascendente.¿Cuánto bajará? Esa es la pregunta, y la cantidad exacta determinará si mantiene el atractivo que ha tenido en lo territorios vascos, incluso por encima de cualquier otro lugar, o ya se ha visto afectada por el desencanto que parece haberse instalado en el ámbito estatal.
 
PNV

Los jelkides tienen dos grandes picos en este periodo, las autonómicas de 2012 y las forales del año pasado. El cambio de 2011 les pilló un tanto a contrapié en la contienda electoral. La irrupción de Bildu le hizo pupa, especialmente en Gipuzkoa.

La recuperación le vino también en ese territorio. De hecho, ese aumento de votos ha escondido las bajadas que se han ido producido en los otros dos territorios, sobre todo en Bizkaia. Un ejemplo: las forales de 2015. En total, el PNV experimentó un importante aumento (de 333.543 votos –31.67%–, de 2011, a 360.279 –33,78–, de 2015). Sin embargo, por territorios, solo subió en Gipuzkoa, y bajó, aunque ligeramente, en Bizkaia y Araba.

El apoyo a los jeltzales se sitúa, según el carácter de cada contienda, entre el 25 y el 35 por ciento, décima arriba, décima abajo. Las estatales dan su franja más baja, y las autonómicas, la más alta, un 34,61 hace cuatro años. La mayoría de las encuestas para estas elecciones superan la barrera del 35% con bastante holgura. Se situaría así en el punto más alta de todo este ciclo, aunque, a día de hoy, hasta que no se vote y se haga el recuento, solo se trata de una estimación, para muchos sorprendente, ya que hay más fuerzas con opciones en liza.

PP y PSOE

No hace falta hacer un apartado para cada partido. Sus líneas de evolución van en paralelo, tanto hacia abajo, las veces más pronunciadas, como hacia arriba, muy tímidamente y unido al carácter de las elecciones (siempre mejor en las generales que en las locales).

Las dos principales fuerzas en el ámbito estatal son, salvo en alguna excepción, la cuarta y la quinta en la CAV. El nuevo ciclo abierto en 2011 ya les dejó atrás, pese a que en las generales de aquel año el PP tenía pegada, al ganar en el Estado a un PSOE, el de Zapatero, en caída libre.

Con la evolución de estos últimos años, lejos quedan aquellas elecciones generales en las que ganaba el PSOE o aquellas en las que el PP quedaba segundo, a un paso del PNV, con el propio PSOE en tener lugar.

La crisis general del Estado ha perjudicado, lógicamente, a ambas fuerzas, pero ese fenómeno se ha hecho aún más acusado aquí, como muestra de que el proyecto político del unionismo que representan ambos partidos no tiene crédito en Euskal Herria. Esa sensación se puede ver acrecentada en esta nueva cita con las urnas.