Mikel CHAMIZO
QUINCENA MUSICAL

Música americana en las venas

La Cincinnati Symphony Orchestra llegó a Donostia enarbolando con orgullo su repertorio patrio. Comenzaron con la suite de “In the Waterfront”, que recopila los mejores fragmentos de la banda sonora que Leonard Bernstein escribió para la célebre película de Elia Kazan, aquí conocida como “La ley del silencio”. Además de sus fragmentos más vistosos, que sirvieron para que la orquesta luciera sus secciones de metales y percusión, se trata de una partitura excelente porque recoge francamente bien el ambiente violento y opresivo de la película. Louis Langrée logró mantener esa tensión acechante durante todo el desarrollo de la obra, incluso en los paréntesis en los que el lirismo romántico parece hacerse protagonista.

A continuación, “Lincoln Portrait” de Aaron Copland contó con un narrador de excepción en el actor Charles Dance. La creación de Copland mezcla el folclore americano con fragmentos escogidos de discursos de Abraham Lincoln, y la voz de Dance, actor puramente shakesperiano y maestro de la declamación, prometía elevar aún más las inspiradoras palabras del eximio presidente americano. El problema fue que la amplificación de Dance era mala, hasta el punto de que emborronaba las palabras y se perdían los armónicos graves de su voz. Una metedura de pata imperdonable de la Quincena, el Kursaal, o quien haya sido el responsable. En lo musical fue una interpretación sólida, muy definida en sus ritmos y colores, de esta página patriótica que se interpretaba en Donostia por vez primera.

Para terminar, Langrée y la Orquesta de Cincinnati ofrecieron una “Quinta” de Tchaikovsky en la tradición norteamericana de entender estas piezas más como vehículo de lucimiento orquestal que como dramas programáticos. Efectivamente las cuerdas hicieron gala de una pátina brillante y los metales estuvieron precisos y contundentes, pero Langrée cayó en todo tipo de incoherencias dinámicas y de fraseo que hicieron del resultado general algo bastante discreto.