Mikel ZUBIMENDI

Cameron criminaliza la campaña por el boicot al Estado ocupante de Israel

Porque la campaña internacional por el Boicot, la Desinversión y las Sanciones (BDS) «es una amenaza a la seguridad nacional» y «alienta el antisemitismo», el Gobierno británico pretende criminalizarla por ley situándose así, como siempre, del lado del opresor.

Es algo público que para el Gobierno israelí la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) está motivada por un «afán de destrucción del pueblo judío» y es una «amenaza existencial al Estado de Israel». Ahora, el gobierno británico de David Cameron, siguiendo el mismo hilo argumental, según anunció en una visita oficial a Israel el ministro de la Oficina del Gabinete, Matthew Hancock, se dispone a criminalizar la campaña BDS.

Ha anunciado una ley que impondrá sanciones, embargos de bienes y serias restricciones a las autoridades locales, librerías, universidades o sindicatos de estudiantes que se sumen a esa campaña internacional. Y ha justificado su decisión porque el boicot «amenaza la seguridad nacional», «envenena y polariza el debate y alimenta el antisemitismo» y porque «necesitamos recordar a la gente que hubo un pasado en el que el boicot a los productos judíos se convirtió en una campaña contra las vidas de los judíos».

Antes de la campaña BDS, hubo muchas iniciativas similares como forma de castigar a Israel por sus crímenes. Particularmente remarcable fue la del grupo israelí por la paz Gush Shalom que hace casi veinte años llamó al boicot de los productos de los asentamientos de los colonos. Iniciativas de ese tipo se han ido extendiendo en el marco de una campaña de base, proactiva y flexible hasta lograr lo que quizá sea su mayor éxito: que la Unión Europea propusiera una directiva que prohíbe financiar, cooperar o cualquier relación similar con los territorios ocupados, donde, al menos en teoría, todos los asentamientos son ilegales para la UE.

Cierto es también que las sanciones por parte de los estados, en lo que es una muy significativa diferencia en relación a la Sudáfrica del apartheid, no han existido. Pero es claro que en el marco de la lucha totalmente asimétrica por la liberación de Palestina, estos necesitan dotarse de palancas y de instrumentos para ejercer presión sobre un ocupante militarmente más fuerte pero que parece vulnerable, práctica y psicológicamente, a la censura y aislamiento internacional, a la idea de que Israel pueda convertirse en un Estado paria.

En este sentido, la campaña BDS es solamente eso: una táctica, no un programa político. Por sí sola, no puede pretender conseguir la restitución de los legítimos derechos del pueblo palestino. Pero combinada con la falta de progresos en el inexistente «proceso de paz», la brutalidad de la ocupación y las masacres de los diferentes asaltos sobre Gaza, la legislación racista y discriminatoria de Israel, lo cierto es que ha demostrado tener potencial para cambiar el juego y sus reglas.

Abuso de los lobbies

Este paso legislativo del gobierno conservador británico, fruto en parte de la inmensa labor de lobby dirigida por Daniel Taub, exembajador israelí en Londres, ha venido acompañado por una campaña de difamación y abuso contra el movimiento DBS. Lo han presentado como algo «puramente antisemita», que alimenta «el discurso del odio» al boicotear «tiendas propiedad de judíos». Nada más lejos de la realidad. Uno es libre de pensar que la campaña es ofensiva o insensible, pero nunca antisemita y menos –aunque no lo digan, sí lo sugieren algunos– que repita el mismo esquema que los nazis y su noche de los cristales rotos. Es una campaña radical, que usa una táctica no-violenta pero sí radical, con una posición política clara, que ahora pretenden criminalizar hasta el punto de negar a los votantes la posibilidad de presionar a sus electos para que un estado no invierta en otro, del que repetidamente ha declarado que no cumple la legislación internacional.

Por mucho tiempo, dinero y esfuerzos que Israel destine a presionar y condicionar al Gobierno británico, o a otros en un futuro próximo, por mucho que opten estos por criminalizar la campaña BDS, no tienen garantía alguna de poder conseguir pararla, de no imaginar en la sicología colectiva la posibilidad de convertirse en un Estado paria. Solo hay una vía para evitar eso: otorgar a un pueblo colonizado y martirizado los derechos que demanda y tanto merece.

 

ILEGALIZACIÓN DEL BOICOT: LOS TORIES, con los opresores, como siempre

La historia está llena de campañas de boicot que cambiaron el rumbo de la misma. Los cientos de miles de personas que boicotearon en 1791 el azúcar de las Indias Occidentales cultivado por los esclavos, el movimiento de agricultores arrendatarios irlandeses contra el capitán Charles Cunningham Boycott, el boicot de Gandhi al monopolio británico de la sal o el movimiento global que ayudó al fin del apartheid en Sudáfrica –que inspira a los palestinos de hoy– son ejemplos de resistencia contra el racismo, el esclavismo y la opresión.

Y en todos los casos, los tories de entonces –como ahora con la campaña BDS contra Israel– se opusieron al boicot, situándose del lado de los opresores y en contra de los oprimidos. Otro ejemplo de que la historia se repite como farsa.M.Z.