IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Trazas de cultura en Beirut

El papel de la hegemonía cultural no es un hecho aislado de la cultura pop; no es únicamente en las radiofórmulas, en los estereotipos de género, en las técnicas narrativas o en la representación gráfica de la sociedad que nos parecemos, estemos en Aizarnazabal o en el delta del río Zhujiang. La hegemonía cultural, que sigue una estricta lógica económica, llega a todas partes, y la arquitectura no es un baluarte en el cual refugiarse.

El edificio East Village, en el barrio Mar Mikhael en Beirut, nos llama la atención entre otras cuestiones por alejarse de la hegemonía estética habitual y tratar de adentrarse en un modo de construir que intenta localizarse en el lugar donde se encuentra.

La ciudad de Beirut, azotada por varias guerras e inestabilidades prácticamente desde la independencia del país en 1943, ha sido reconstruida en varias ocasiones a lo largo de sus 5.000 años de existencia. Desde el año 2006, un enorme flujo de capital transnacional –con una fuerte presencia de dinero de su diáspora, en un país con casi tanta gente fuera como dentro– hacía su aparición en escena, acompañado por unas políticas fiscales muy ventajosas.

Entre estas medidas, nos encontramos con acciones de libro en los procesos de gentrificación, como la reducción fiscal para promotores y una liberalización total de los contratos de alquiler. Si a esto sumamos una economía muy dependiente del sector inmobiliario, poco más habrá que contar.

De ese modo, el metro cuadrado se encarece, los alquileres suben, y en poco tiempo los rascacielos hacen su aparición. Con un precio medio de 4.547 dólares por metro cuadrado (por encima de, por ejemplo, Barcelona), el resultado de este proceso es que grandes porciones del Beirut histórico, caracterizado por la arquitectura residencial de los años 50, se han llenado de brillantes rascacielos, incluido una promoción con la firma de la exmujer de Donald Trump, Ivana Zelníčková.

En todo esto, aparecen los arquitectos. La hegemonía estética que marcan estos procesos de gentrificación se materializan en edificios de vidrio, que son iguales, aunque estemos en el Canary Wharf de Londres, en el Soho de Nueva York, o en el barrio Gangnam-gu de Seúl. Esa arquitectura del capital suele ser idéntica, aculturada y carente de toda relación con lugar y tradición.

El edificio del arquitecto libanés Jean-Marc Bonfils se aleja en cierta medida de esos estereotipos en el edificio residencial East Village, encargo realizado para la galerista Naila Kettaneh-Kunigh, dueña de la galería Tanit, localizada en los bajos del edificio.

Aunque el edificio no puede escapar a la lógica económica de su naturaleza, sí que hace lo posible para humanizar y culturizar su propuesta: el tratamiento del exterior trata de recuperar el uso de la piedra oscura y la madera de la arquitectura tradicional libanesa, intentando recuperar el espíritu de los edificios circundantes que han sobrevivido a la especulación.

El tercer elemento que Bonfil y su equipo incluyeron en el diseño pasa por reinterpretar el jardín tradicional libanés, colocándolo en vertical sobre una de las fachadas principales.

El edificio como persona. El edificio se desarrolla en tres bloques muy alargados, que aprovechan al máximo la parcela. La pieza central se adelanta colocándose en voladizo sobre la calle. Ese gesto, junto con la división en las estrechas parcelas, hacen que la vista de escorzo del edificio sea muy sugerente, casi antropométrica.

Para reforzar esa idea de edificio como persona, en una de las plantas altas se incluye un balcón, que sale de la fachada como unos ojos de metal rojo. Este elemento alberga un bar privado, que cuenta con una piscina particular, que conforma la cubierta del edificio con la fachada vegetal.

Y, por supuesto, no se puede pasar por alto la influencia del Estilo Internacional en el edificio. La tectónica del material, pesado y vertical, hace que nos venga a la mente el brutalismo europeo más rabioso. Repasando la historia del urbanismo, parece que si cruzamos los conceptos de aculturación y presión económica sobre la ciudad siempre llegaremos al mencionado Estilo Internacional. Este estilo, también llamado Movimiento Moderno, supuso una vanguardia en técnica y estética a principios del siglo XX, pero pronto se vio absorbido por una lógica económica más poderosa.

Tal vez la resignación ante estos procesos sea lo único que nos queda. En cualquier caso, tratar a los edificios como lo que son, catalizadores de su tiempo y la sociedad en la que surgen, es lo que define a los buenos arquitectos.