TERESA MOLERES
SORBURUA

Muerte de un árbol

Los árboles o arbustos también pueden sufrir una especie de muerte súbita. El ejemplar «atacado» toma en el mes de mayo una coloración otoñal; las hojas se marchitan, amarillean; las ramas se desecan una tras otra hasta morir en pocos días. Además, si el árbol es viejo la corteza de la parte baja se desprende, quedando la madera desnuda exhalando un fuerte olor a moho.

La causa de esta enfermedad mortal está en un champiñón, el Armillaria mellea, que provoca la podredumbre y se genera en los restos leñosos que permanecen en el suelo como trozos de raíces y ramas, luego se acerca y ataca a las raíces, a las que acaba parasitando. Cuando se detecta a simple vista ya son unos hongos de 15 a 20 centímetros de color miel que se propagan por medio de esporas. Se produce con mayor facilidad en terrenos con subsuelo húmedo e impermeable.

Este champiñón ataca a frutales –manzanos, nogales, viñas, olivos–, a especies ornamentales –abedules, arces, lilas, boj, rosales, prunos, rododendros, glicinias– y también a vivaces leñosas. El mal no tiene cura, solo se pueden tomar medidas para evitar el contagio a otros ejemplares. Para empezar, hay que quemar el árbol junto con sus raíces, también el tocón que es el lugar ideal para que la enfermedad siga expandiéndose. Es conveniente levantar la tierra en unos 50 centímetros de profundidad y dejar el agujero al aire durante un año. A los hongos no les gusta ni el aire ni la luz. Y por último, no se deben plantar árboles ni arbustos durante al menos cuatro años, aunque si se pueden cultivar flores anuales.

Otras formas de prevención a tener en cuenta son la no incorporación en el terreno de estiércol fresco o mal descompuesto, incluso el abono verde puede ser causa de contagio, y tampoco recurrir al riego gota a gota porque genera humedad. En definitiva, hay que utilizar abono orgánico sin exceso o un compost bien maduro. Es importante cuidar de no producir heridas con las herramientas de jardín ni en la corteza ni en las raíces, ya que por las heridas abiertas entran las enfermedades criptogámicas y para evitarlas se tratan con alquitrán de Noruega, –madera de pino calcinada– con propiedades cicatrizantes y astringentes.