Gonçalo Fonseca
la vida a través de una pantalla

La industria china de la soledad

Cada día, miles de hombres y mujeres chinos se maquillan y se visten con sus mejores galas para salir en Internet. Su objetivo es entretener al mayor número posible de espectadores, dispuestos a pagarles por ver qué hacen en su intimidad. Estos «webcammers» forman parte de una industria floreciente que transforma la soledad en un negocio multimillonario.

Es un día más. Te despiertas para cumplir con tu turno de diez horas diarias en una de las miles de fábricas que salpican las afueras de Shanghái, en China. En la cadena de montaje, cada hora pasa más despacio que la anterior, las agujas del reloj se arrastran y el tiempo se diluye con cada pequeña pieza que montas, en un movimiento completamente automático y previsible.

Con el final de tu turno, llega la ansiada libertad. Corres hacia el cibercafé más cercano. Allí, finalmente puedes ser quien tú decidas ser. Enciendes el ordenador y te diviertes jugando a juegos, encarnas a superhéroes y huyes de tu vida monótona. Después, llega el momento álgido de tu tarde. Entras a una página de livestreaming. Sin salir de ese cibercafé tienes la oportunidad de ver cómo miles de hombres y mujeres transmiten en tiempo real sus vidas. Allí encuentras amistad y proximidad y después de un día tan duro, ya no estás tan solo.

«La vida en China es muy solitaria. La mayoría de los ciudadanos son hijos únicos y en las grandes ciudades es difícil hacer amigos. Con nuestro servicio, te sientes siempre acompañado», dice Vivi, la vicepresidenta de MJ Studios, una empresa de livestreaming con sede en Shanghái. Aquí, por detrás de cada puerta de los cerca de cincuenta pequeños estudios, hay una presentadora hablando con sus fans, cantando o comiendo. Estas habitaciones están decoradas con peluches o fotografías de lugares paradisíacos con el fin de propiciar un sentimiento de proximidad y romanticismo. Sin embargo, este lugar es más parecido a una fábrica que a una casa, con los presentadores trabajando en tres turnos que cubren las 24 horas del día. «Tienes que seducir y hablar con tus fans, para que ellos te den propinas virtuales , como flores o coches», explica Bongbei, una livestreamer de 19 años. Cada pequeño vehículo o flor vale una cantidad de dinero real, que se acumula rápidamente cuando hay miles de personas viendo una transmisión. Estos regalos suponen la base en la que se sustenta esta industria multimillonaria que ha crecido sustancialmente en el último año, facturando casi tres mil millones de euros. Algunos expertos incluso afirman que podrá superar el cine como la forma de entretenimiento más rentable en los próximos tres años.

Aspiración mayoritaria entre los universitarios. Con el aumento de la popularidad del livestreaming, cada vez más jóvenes sueñan con poder ser estrellas algún día. La demanda es tan grande que el Instituto de Ingeniería de Chongqing ha creado un curso para futuros presentadores. Esta universidad promete «crear la próxima generación de profesionales del livestreaming». Según una encuesta realizada el año pasado por la gigantesca empresa tecnológica Tencent, esta profesión es el sueño del 54% de los estudiantes universitarios nacidos después de 1995. Sin embargo, según la misma encuesta, tan solo uno de cada cinco presentadores gana dinero suficiente para mantenerse exclusivamente gracias a su trabajo online. «Es una vida difícil», se queja Vanessa, una estudiante de Diseño de 21 años, mientras se maquilla y se prepara para su turno de la tarde. «Tienes que estar feliz siempre, cantando y bailando, incluso cuando estás deprimida».

Los fans que están contentos son más generosos con las propinas digitales, que son una gran parte de los ingresos de los presentadores. La competición extrema lleva a que los livestreamers hagan muchos sacrificios para poder destacar. Muchas mujeres deciden someterse a la cirugía plástica para mejorar su aspecto y trabajan largas horas con el fin de poder ganar más dinero a fin de mes. «Nosotros tenemos acuerdos con varias clínicas y, si una presentadora quiere y nosotros vemos que vale la pena, le ofrecemos apoyo financiero para que pueda hacerse la operación», explica Vivi.

Al otro lado de la pantalla, hay jóvenes universitarios solitarios, obreros durante la hora del almuerzo, o taxistas que esperan a que termine su turno. Según el Centro Chino de Información de Internet, en diciembre del año pasado el número de usuarios en estas plataformas llegó a la cifra récord de 344 millones. Para muchos hombres solitarios, el único contacto posible que pueden tener con el sexo femenino es a través de la pantalla de sus móviles. La aparición del livestreaming supone una ventana por la que los espectadores pueden mirar de manera anónima hacia un mundo de fantasía e imaginación.

A finales de la década de los 70 se impuso la política del hijo único que, frente a la explosión demográfica, limitó el número de hijos que cada pareja podía tener. Esta generación, nacida en un punto de inflexión de la historia de China y beneficiada por las reformas económicas del presidente Deng Xiaoping, vivió en una abundancia material que sus padres nunca habían conocido. A pesar de esa mejora de la calidad de vida, las presiones familiares y la soledad aumentaron, habiendo sido tildados como «la generación más solitaria» por los medios chinos. Según un estudio sobre los efectos psicológicos de esta política publicado en la revista “Science”, los hijos únicos son considerablemente «más neuróticos, pesimistas y egoístas».

Desequilibrio de género. Más de tres décadas después de la implantación de esta política, sigue habiendo un desequilibrio de género en la sociedad china. Debido al favorecimiento de los hijos en relación a las hijas, hay una clara falta de mujeres. Los expertos estiman que en 2020 habrá más de 30 millones de hombres chinos que nunca encontrarán esposa.

En la sociedad china tradicional, son los padres o amigos de la familia quienes presentan a las posibles parejas. Pero, para los casi 280 millones de trabajadores migrantes, en su mayoría hombres, que salen de las aldeas hacia las grandes ciudades, donde las jornadas de trabajo son largas y los sueldos bajos, encontrar una esposa es prácticamente imposible. En 2010, el mayor sindicato apoyado por el estado descubrió que la falta de intereses sentimentales es la mayor causa de soledad entre los miles de trabajadores migrantes encuestados. Para estos hombres es muy difícil poder comprar una casa o un coche en las ciudades donde trabajan, requisitos previos para contraer matrimonio. Los padres son reticentes a la hora de permitir que sus hijas se casen con trabajadores migrantes, que son muchas veces incapaces de pagar la dote exigida por la familia.

En China, la mujer todavía es vista muchas veces como una comodidad, un producto que empieza a perder su valor después de los 24 años, la edad media para casarse. «Siempre que hablo con mi madre, se enfada conmigo porque aún no tengo novio», cuenta Dream, una chica de 28 años de Hubei. «Mis padres se conocieron en nuestro pueblo, sus familias eran amigas. Era otro tiempo y ellos no me entienden». Está viviendo en Shanghái hace varios años y tanto aquí como en otras grandes ciudades quien tiene una carrera y un buen sueldo no encuentra fácilmente marido. «Los hombres chinos quieren una mujer que los sirva y ejerza de ama de casa», explica Dream.

Las mujeres de su edad son conocidas por el término peyorativo de Sheng Nu, literalmente «mujeres sobrantes». Víctimas de presiones sociales por parte de su familia y amigos, algunas recurren a servicios educativos, como esta clase dada por el Weime Club sobre “Cómo encontrar novio”.

Eric, el presidente de la empresa, ya impartió clases de este tipo hace casi diez años. Cuando comenzaron, los alumnos eran todos hombres, pero este el último año han orientado el curso a un público femenino. «El coste de un mes de clases es de 6.000 yuan (cerca de 750 euros) y nos dimos cuenta de que los hombres que podían pagar ese importe no necesitaban ayuda para encontrar una esposa», dice Eric con una sonrisa, antes de una nueva sesión. «Hoy vamos a aprender cómo conocer a alguien en páginas web de ligues», cuenta él mientras abre un fichero excel: «Aquí tengo a más de 150 chicas que contacté la semana pasada con mi móvil, ordenadas según su belleza y respuestas dadas». El curso está orientado a los resultados, y usa todos los medios para alcanzar sus fines. Las clases se dividen en teóricas y prácticas, que captan los contenidos aprendidos y los intentan aplicar a un contexto real. «La verdad es que soy muy tímida y no sé hablar con los hombres. Por eso estoy aquí, para aprender», explica Dream.

Cazadores de amor. «Hola, soy una cazadora de amor, ¿estás buscando novio?». Esta es la frase que Judy se ha acostumbrado a pronunciar durante los últimos ocho años. Ella es una «cazadora» en la agencia matrimonial Diamond Love, en Shanghái. Lo que pretende generar con la frase es causar intriga y interés en las mujeres que pasean por las calles de la ciudad. Hoy ha venido con su equipo a Xintiandi, una zona de la ciudad muy popular entre los jóvenes. Judy dedica toda su atención a la búsqueda, casi como una leona en la sabana, examinando el terreno en busca del objetivo perfecto. «Nuestro cliente quiere una mujer alta, joven, guapa y de piel clara», nos cuenta ella. «Lo primero que un cazador tiene que aprender es a enfrentar el rechazo. La segunda es a tener paciencia». Cuando la chica perfecta pasa, ella ataca deprisa. Suelta la frase ensayada esperando lo mejor.

«Creé esta empresa porque no encontraba esposa por mí mismo», cuenta Xu Tian Li. Con el servicio creado por él mismo, conoció a su futura mujer y hoy en día están casados y felices. En los últimos años ha surgido una verdadera industria multimillonaria del amor, centrada en ayudar a los millones de solteros a encontrar a su media naranja. La especialidad de Diamond Love son los clientes muy ricos. «Cada búsqueda puede costar entre 10.000 yuan (1.300 euros) y 1 millón de yuan (130.000 euros). El precio depende de la duración y del número de ciudades en donde buscamos», explica. La búsqueda empieza con los cazadores de amor que encuentran a cientos de candidatas. «De cien mujeres, seleccionamos diez y nuestro cliente elige una», explica Xu Tian.

«Al principio me sentí muy extraña cuando me dijo que era una cazadora de amor», recuerda Sun Min Jien, una estudiante de Gestión de 24 años. «Pero después pensé que sería una forma fácil de encontrar a alguien para tener una relación seria y casarme». A pesar de que, desde una perspectiva occidental, ella es joven, en China gran parte de las chicas de su edad ya están casadas. «Siempre que hablo con mis padres me dicen que les da vergüenza de que yo todavía esté soltera. Es muy frustrante para mí», nos cuenta ella.

La vida en China puede ser muy claustrofóbica. Los apartamentos son muy pequeños y las ciudades imponentes. Los salarios son pequeños y el contacto humano se contempla solo en raras ocasiones. China es el país con más teléfonos móviles del mundo. De hecho, aquí todo se realiza a través de pantallas. En el metro, en las calles, en las tiendas, la gente las mira continuamente. Toda esta individualidad genera una sensación de soledad, de aislamiento de la realidad. Y los millones de solteros, hombres y mujeres, que hay en China buscan lo mismo: buscan un cambio que solamente el amor puede traer. Buscan compañía, intimidad y escapar de su vida cotidiana. ¿Pero la respuesta está en las pantallas?