Pablo González

Situación en el Donbass

Ni los rebeldes del Donbass ni el Gobierno de Kiev se muestran demasiado contentos con los resultados que les imponen desde fuera. Los últimos pasos dados por las partes involucradas en el conflicto se dirigen a perpetuar el statu quo en el tiempo, lo que augura otro conflicto congelado.

Tanques del Ejército ucraniano en Lugansk. (Alexander GAYUK/AFP)
Tanques del Ejército ucraniano en Lugansk. (Alexander GAYUK/AFP)

La intervención rusa en Siria ha repercutido en las negociaciones para resolver el conflicto del Donbass. Las dos partes involucradas directamente, el Estado ucraniano, y las autoproclamadas repúblicas populares se han visto desbordadas por la presión exterior. Sus socios mayoritarios, la UE y EEUU en el caso ucraniano, y Rusia en el rebelde, les marcan una nueva agenda, la cual no gusta ni a Kiev, ni a Donetsk y Lugansk, aunque la acaten.

El 18 de octubre estaban previstas elecciones locales en los dos enclaves. Con ellas aspiraban a cerrar una transición iniciada el pasado año pasado con los comicios parlamentarios y presidenciales.

El 3 de octubre se celebró un gran mitin-concierto para presentar a los candidatos de la lista del actual hombre fuerte del Donbass, el presidente de la república de Donetsk, Aleksander Zajarchenko. Era a su vez un acto para escenificar unidad en unos momentos en los que las dificultades relacionadas con el hecho de no ser un territorio reconocido empiezan a hacer mella. Solo tres días después se anunció que las elecciones se posponían a 2016.

En Kiev respiraron tranquilos. El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, reitera que las elecciones solo serían posibles bajo la legislación ucraniana, léase el «marco constitucional».

 

Sin embargo, los ánimos ucranianos no están mucho mejor que en Donetsk o Lugansk. En la reunión del Cuarteto de Normandia, celebrada en Paris el 2 de octubre, con la presencia de Hollande, Merkel, Poroshenko y Putin, el presidente ucraniano vivió una encerrona en la que parecía que el director de escuela, Putin, informaba a los padres del estudiante, Hollande y Merkel, del mal comportamiento de su vástago, Poroshenko.

Moscú recibió una petición para que presionara a los rebeldes para aplazar las elecciones, algo que logró ipso facto al llamar a Zajarchenko. Este, faltando a un compromiso con GARA suspendió una entrevista concertada al estar «fuera de la república». Minsk o Moscú saben dónde estuvo. Putin devolvía así la pelota al tejado de Kiev.

Y lo que tiene pendiente Kiev no es poco. En la reunión se trasladó a Poroshenko que la ley de descentralización que ha aprobado dista mucho de ser lo que le pide Minsk. Deberá volver a hacer los deberes y re-redactarla en un sentido más favorable a los rebeldes, y aún más alejado a la pulsión centralista de Ucrania occidental.

En el debate de la ley de descentralización en el Parlamento, grupos ultras mataron a cuatro policías con granadas.

Por otro lado, Kiev acaba de conseguir 500 millines de dólares de ayuda, léase préstamo, para comprar gas ruso, ya sea de manera directa o a través de intermediarios europeos. Con ese dinero no se va a poder comprar gas más que para una parte del invierno, así que deberá esperar más ayuda para poder calentar a su población.

Otro punto que debe aprobar Kiev si quiere ir cumpliendo con Minsk es la cuestión de la amnistía de los insurgentes del Donbass. La sociedad ucraniana no parece estar dispuesta a que los comandantes de campo rebeldes puedan pasearse libremente por el país sin haber pagado por las derrotas infligidas a las fuerzas ucranianas. Los combates a gran escala no hace ni un año que acabaron, por lo cual es comprensible la posición de la sociedad ucraniana.

Por su parte, Moscú ha encontrado una vía de escape a los problemas de difícil solución en los que se había metido en el Donbass. A diferencia de Kiev o de Donetsk, Rusia tiene significativamente más herramientas con las que actuar en el panorama mundial. En la misma reunión de París, Merkel y Hollande dedicaron casi tanto tiempo a Ucrania como a Siria, aunque no era objeto de esa reunión. Distracción y movimiento de Putin

¿Qué es lo que tiene de momento Moscú en el Donbass? Un Kosovo a la rusa. Kiev se niega a dialogar con las autoridades rebeldes que le han combatido, postura muy parecida a la de Belgrado durante muchos años. El rublo es la moneda oficial en el Donbass, al igual que lo es el euro en Kosovo.

El territorio tiene de momento todos los números para quedarse colgado en ese universo paralelo de estados no reconocidos cada vez más poblado. Vladimir Putin utiliza el Donbass como un peón más en su juego internacional, y los países occidentales hacen otro tanto con Ucrania. La intervención rusa en Siria ha desbloqueado en cierta manera la situación y la encamina a la congelación, como un problema incómodo en las relaciones entre Occidente y Rusia.