@gara_iiriondo
Gasteiz

El jaque a la dama no tiene por qué paralizar la partida

El abrupto final de la moción presentada por Arantza Quiroga y la crisis del PP no pueden ocultar los movimientos unilaterales que le precedieron ni el ejemplo que pueden suponer de cara al futuro.

Arantza Quiroga, durante el anuncio de su dimisión. (Andoni CANELLADA/ARGAZKI PRESS)
Arantza Quiroga, durante el anuncio de su dimisión. (Andoni CANELLADA/ARGAZKI PRESS)

El informe del Grupo Internacional de Contacto pone en valor dos de los últimos movimientos que se han dado en el tablero político vasco. Por un lado, una de las partes del discurso que Hasier Arraiz hizo en el pleno de Política General, donde afirmó que «diremos a nuestro hijos que la violencia es siempre el peor camino, incluso cuando creemos que no hay otro remedio, es siempre el peor camino». Por otro lado, la moción que Arantza Quiroga presentó en el Parlamento para intentar activar una ponencia de Libertad y Convivencia y que después se vio obligada a retirar, con las radicales consecuencias que ello ha traído dentro del PP.

El rápido relevo de Arantza Quiroga por Alfonso Alonso (en 24 horas tuvieron que pasar los golpistas de las musas al teatro) ha reconducido la atención mediática del fondo de la cuestión a las intrigas internas del Partido Popular.

Ya explicó Arnaldo Otegi en una reciente entrevista que «el Estado pretende jugar al ajedrez con guantes de boxeo y eso es sencillamente imposible». Y la demostración práctica no tardó en llegar. Lo que pretendía ser un aviso, un simple jaque a la dama orquestado en el eje Vitoria-Madrid, con la colaboración de un periódico y la AVT, ha acabado desparramando un montón de piezas sobre el tablero.

Sin embargo, ello no tiene por qué ser el final de la partida ni es necesario suspenderla. Todo buen ajedrecista tiene en su cabeza dónde estaban peones, alfiles, caballos y torres, para poder recomponer el orden del tablero.

Las cuitas internas del PP que todavía están muy lejos de ser resueltas, diga lo que diga su propaganda no deben hacer olvidar el origen de este episodio, que ha llegado a llamar la atención del GIC. Y ese origen no es otro que un nuevo movimiento unilateral de EH Bildu –ignorado otra vez por PNV y PSE e incluso despreciado públicamente por el Gobierno de Iñigo Urkullu–, pero que provocó una respuesta, también unilateral, por parte del PP de Arantza Quiroga.

Hasier Arraiz salió a la tribuna de oradores, se agarró al enganche de que va a ser padre de dos gemelas, y explicó a la Cámara que les dirá que «la violencia es siempre el peor camino, incluso cuando pensamos que no hay más remedio». Es más, anunció que EH Bildu propone la activación de la Ponencia de Paz, sin poner condiciones a nadie y «aceptando el llamado suelo ético y el documento Eraikiz como puntos de partida». Aseguró que la coalición reafirma su determinación de dar solución al conflicto «desde sus raíces hasta su última consecuencia, traer a todos los presos a casa y lograr la paz». Y añadió que «nuestro compromiso es la garantía de que este proceso es irreversible», puesto que «si alguien pretende reabrir el ciclo de las violencias nos va a tener frente a frente».

Pero dio la impresión inicial de que nadie quiso darse por enterado. Ya ocurrió unos días antes con otras palabras de Julen Arzuaga también ignoradas, cuando no deliberadamente ocultadas. Uno de los componentes del grupo de víctimas Eraikiz le interpeló directamente en una comisión parlamentaria y el parlamentario de EH Bildu respondió, también directamente, que «vosotros empleáis una fórmula. Decís que ‘haber matado está mal’. Nosotros hemos dicho que el pasado ha sido trágico, que ha supuesto un drama para muchas familias. El uso de términos como tragedia o drama no se puede equiparar con que algo está bien o que se justifique. Las muertes –especificó–, las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales, las torturas, las heridas, las amenazas, todas las conculcaciones de derechos están mal. Y diré mas, que en este contexto político nuestro nunca debieron darse. Pero han sucedido y debemos dedicarnos a la reparación y es ahí donde nosotros ponemos nuestra responsabilidad y compromiso». Al día siguiente se escribió que había esquivado dar una respuesta.

Arantza Quiroga cogió las palabras de Arraiz repetidas después en un artículo de opinión conjunto con Pello Urizar, Rebeka Ubera y Oskar Matute y las aprovechó para dar su propio paso unilateral. Desde la misma tribuna de oradores hizo un llamamiento «al entendimiento entre diferentes. Sobre todo con aquellos en esta Cámara con los que más distanciados estamos. Pero cuyo concurso sabemos, somos conscientes y reconocemos que es necesario para enfocar el presente y el futuro de Euskadi tras el cese de la violencia de ETA, por el único camino posible, por el único acuerdo común posible entre las distintas sensibilidades aquí representadas».

Habrá quien responda que el salto –luego se ha visto que al vacío– de Arantza Quiroga obedecía a las necesidades del propio PP de resituarse y buscar protagonismo en el tablero político vasco. Por supuesto. ¿Acaso no se mueven todos los partidos por sus propias urgencias?

La cuestión cierta es que la valentía de EH Bildu de dar un paso unilateral provocó que en el otro extremo del espectro político Quiroga se animara también a mover pieza. ¿Pasos pequeños, mínimos? No sabemos adónde hubieran podido llevar de seguir adelante. Pero se ha podido constatar que la maniobra para abortar cualquier avance ha tenido consecuencias traumáticas en el PP, tanto en Euskal Herria como en la dirección española del partido.

La moción de Quiroga, al margen de la literalidad de su redacción, tenía la virtualidad de sacudir un teatro de operaciones anquilosado, en el que el Gobierno de Lakua y el PNV están muy cómodos haciendo como que se mueven, pero sin buscar nunca acuerdos efectivos que permitan ningún tipo de avance, y donde sus socios del PSE sestean plácidamente sabiendo que en materia de paz y convivencia no tienen por el momento nada que rascar.

El PP&punctSpace;ha decapitado a Arantza Quiroga y enterrado su iniciativa, haciendo que en ese terreno cualquier movimiento sea ya imposible antes de las elecciones del 20 de diciembre. Habrá que ver hasta dónde llega esta vuelta del PP a sus esencias. Cabe esperar que la situación no se retrotraiga a la última fase de María San Gil, cuando pensaba que si su partido pactaba con otro es que algo había hecho mal, que si era posible alcanzar un acuerdo es que a algo había renunciado. Lamentablemente, políticos con esa percepción (o falta de percepción) de la realidad los hay en todo el espectro ideológico. De los que impiden a quienes intentan avanzar pasar «de la resistencia a la influencia», por seguir empleando palabras de Arantza Quiroga.

El Grupo Internacional de Contacto anima «a todos los partidos políticos del Parlamento Vasco a adoptar la propuesta presentada recientemente por el PP y a presentar una iniciativa conjunta para restablecer la Ponencia de Paz». Esto no parece posible a corto plazo. Sería inaceptable para los nuevos dirigentes del PP de la CAV, el PSE ya dejó claro que estaba con Alonso y no con Quiroga, y la aceptación del PNV fue más de pose que sincera, puesto que está claro que el Gobierno de Urkullu reclama su protagonismo en esta materia.

Pero el calendario manda y se acerca el 10 de noviembre, fecha elegida en la CAV para conmemorar el Día de la Memoria, y desde la Secretaría de Paz y Convivencia ya se están enviando señales de que prepara su propio marco, probablemente cerrado, para esa jornada.

En 2012, siendo todavía presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga suspendió el acto que había organizado solo para evitar participar conjuntamente con EH Bildu que, recién llegado a la Cámara con el éxito de 21 escaños, había anunciado su asistencia. Está claro que desde entonces ha habido avances por todas partes.

Este 10 de noviembre puede ser también un momento para seguir caminando, como recomienda el GIC. La ciudadanía acaba premiando a quien se sale de su espacio de comodidad para tender manos que hagan posibles acuerdos.

EH Bildu lo hizo en el Pleno de Política General y Arantza Quiroga unos días después. El resultado ha sido un terremoto. No ha sido el final deseable. Pero la mayoría social vasca mira ahora con más simpatía que nunca a Quiroga y eso puede acabar moviendo al PP. Mejor para todos.