Mirari ISASI

Honduras, un laboratorio de proyectos de dominación y despojo

Honduras, el segundo país más pobre de América Latina, con sus ocho millones de habitantes y alrededor del 79% de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza y sin acceso a la salud, a la educación y, mucho menos, a la Justicia, se ha convertido en un laboratorio de proyectos de dominación y despojo que luego se extienden por la región, según denuncian activistas, a las que la represión y la vulneración de derechos ha obligado a salir de esta nación centroamericana.

Un soldado hondureño, en un mercado de Marcala. Orlando SIERRA | AFP
Un soldado hondureño, en un mercado de Marcala. Orlando SIERRA | AFP

Honduras, se ha convertido en un laboratorio de proyectos de dominación y despojo que luego se extienden por el resto de la región. Así lo aseguran Denia Mejía y Dora Oliva, activistas hondureñas que por motivos de seguridad se encuentran a miles de kilómetros de su país y su gente y se han acercado a Bilbo de la mano de Hondurasekin Elkartasunerako Euskal Erakundeak para explicar la realidad que vive su pueblo, marcada por la militarización y la represión y por un retroceso brutal en materia de derechos humanos desde el golpe de Estado de 2009.

Las dos coinciden en que les resulta difícil hablar de su país, donde la resistencia a las políticas neoliberales que impulsa el Gobierno al dictado de las multinacionales extranjeras es el día a día.
Delia Mejía, miembro de INESCO (Instituto Ecuménico de Servicios a la Comunidad), incide en que Honduras ha sido desde la dominación española un «lugar de enclaves» sobre todo en los dos últimos siglos: el minero de finales del siglo XIX, el bananero de mediados del siglo pasado –«uno de los más crueles, pero que llevó a los trabajadores a organizarse y arrancar ciertos derechos gracias a las huelgas y, sobre todo, a la gran huelga de 1954, y el país avanza gracias a un Gobierno progresista»– y el de las maquilas de la industria textil y las zonas libres de los años 90.

Pero ahora el país se encuentra, relata esta activista, bajo «otro proyecto de dominación, extendido y consolidado a través de la entrega total de soberanía, territorio y recursos a las multinacionales mineras, al megaturismo». Es el de las llamadas ciudades-modelo, que suponen la entrega de 1.000 km2 de territorio a empresas o inversionistas internacionales de distinta índole y «crear un país dentro de otro país» porque se trata de estructuras «tan independientes» que van a tener su propia forma de Gobierno, su legislación y su sistema de Justicia, y sus propias políticas migratorias.

«Es el máximo ejemplo de explotación», subraya Mejía, que denuncia la represión y criminalización de las protestas. «Pero hay resistencia y levantamiento de las comunidades para recuperar sus territorio, aunque a más resistencia, más represión», afirma.

Según relata, se producen en torno a «una decena de asesinatos de jóvenes semanalmente», que no duda en calificar de «genocidio», y apunta a la responsabilidad también de las iglesias evangélica, por llamar a la población a que no se organice y proteste, y católica, por bendecir armas y militares.

«Es una realidad más terrible que la de los años 80, pero lo venden más bonito», zanja.
Este mes de diciembre está previsto que comience la construcción de la primera de ellas, en el Pacífico. Las otras tres se levantarán en el Caribe hondureño y «van a suponer el despojo de comunidades negras y campesinas».

Tras los logros de los años 50, vinieron una serie de gobierno militares, a los que puso fin en la década de los 90, cuando el mayor avance fue la desmilitarización aunque la situación «no cambió mucho a pesar del reconociminento de más derechos».

Años después llegó un Ejecutivo de corte totalmente neoliberal al que siguió el de Manuel Zelaya, que sufrió un golpe de Estado en julio de 2009 que trajo consigo un retroceso en materia de derechos en todos los sentidos, más represión y un nuevo proyecto de dominación que no solo se ha extendido, sino consolidado a través de la implantación de una entrega total de la soberanía, los territorios y los bienes de la naturaleza a las empresas transnacionales del sector minero-energético, al megaturismo, a la explotación forestal y a la explotación de mano de otra barata. Y cuyo mayor exponente son las citadas ciudades-modelo.

Pero Honduras además de un laboratorio de proyectos de dominación y despojo, o seguramente por eso mismo, es también un «ejemplo» por la vulneración de los derechos humanos. «Estamos en un país donde la injusticia social es terrible, uno de los países más violentos del mundo (San Pedro Sula es la ciudad más violenta del mundo con la mayor tasa de homicidos), con una militarización intensa y la creación de nuevos órganos de represión, con la mayor base militar de EEUU en la región y la apertura o reactivación de otras, casualmente en las áreas donde hay recursos, en el Caribe y la zona selvática», sostiene Mejía.

«Nos están desangrando»

«Hemos retrocedido a la dictadura de los años 30 y 40, cuando las autoridades utilizaban la trilogía encierro-destierro-entierro», afirma Dora Oliva, del Cofadeh (Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras). Una situación que se repite y que expulsa a los hondureños de su país, donde no pueden vivir. De hecho, el mayor éxodo de la Historia de hondureños hacia EEUU se registró el año pasado.

Es en esta situación, la de la violación de derechos, la criminalización de las organizaciones sociales y activistas –incluso ligándolas con el narcotráfico, en una situación que a Oliva y Mejía les recuerda a la Colombia de los años 80 y 90– y la militarización, en la que incide Oliva, cuya hermana perdió hace 30 años a su esposo, desaparecido, y que desde entonces aparece junto a su hijo en algunas de las listas de «objetivos» a eliminar.

Detenciones ilegales, desapariciones forzadas, ejecuciones… «Nos están desangrando», asegura Oliva, quien destaca la impunidad con la que se cometen esas vulneraciones de derechos. «Los casos emblemáticos los investigan el FBI y un equipo especial de Nueva York financiado por la Embajada de EEUU», denuncia.

Los jóvenes de entre 15 y 30 años y el movimiento gay son, además de los activistas sociales, los objetivos de la represión en Honduras y denuncia la falsedad de la reducción que las autoridades presentan en las estadísticas de muertes violentas. «Lo que han hecho ha sido cambiar el método de contabilización. Ahora las masacres con ocho o doce muertos figuran como un solo incidente. Ellos son inteligentes en el manejo de las estadísticas, pero se creen que somos tontos –añaden–. Los hondureños sabemos que eso no es cierto, que no todos salen en las estadísticas».

«Crueles» años electorales

Una situación que lejos de mejorar auguran que puede empeorar ya que Honduras se encuentra a un año de una nuevas elecciones presidenciales, previstas para el último domingo de noviembre de 2017 y, según Oliva, los años electorales en el país son años «muy crueles y aumentan los asesinatos de opositores y de personas de bajo perfil, que no salen en los medios».

Asegura que el actual presidente, Juan Orlando Hernández, no ganó las pasadas elecciones frente a Xiomara Castro, candidata de LIBRE, «según dijeron los propios observadores, pero no pasó nada» ya que, recalca, era el candidato de la Embajada de EEUU. Recuerda que a medianoche del día de las elecciones, durante el recuento y cuando LIBRE sacaba ocho puntos al Partido Nacional el sistema informático se cayó y cuando fue restaurado, Hernández le ganaba por seis puntos a Castro.

Y el actual presidente tiene intención de presentarse a la reelección después de haber militarizado la sociedad con el pretexto de la seguridad, lo que ha llevado un aumento de la represión y el abuso de autoridad porque «la gente ya no aguanta, está punto de explotar, y como ya tiene la cultura de la denuncia y de salir a protestar es reprimida y criminalizada».

«La situación de los derechos humanos es alarmante. Va a ser un año muy duro», subraya Oliva.
Para ellas, que han sido obligadas a dejar su país por motivos de seguridad, la solidaridad internacional es clave, como demuestra el acompañamiento que sus organizaciones reciben en sus actividades por parte de grupos estadounidenses.

Pero también la denuncia de lo que está pasando en Honduras y a sus responsables, como ellas señalan la responsabilidad de la Unión Europea y, en concreto, del Estado español, que ofrece asesoramiento en materia de seguridad.

«Dicen que hay dos Honduras: la Honduras que sufre, se organiza y resiste, pero que también es muy vulnerable, la del pueblo, los sufridos, los hechos mierda, y la Honduras manipuladora, la de las doce familias que tiene el poder político y económico, la de las grandes corporaciones y la Embajada de EEUU, la del poder, la del terror», concluye Dora Oliva.