Elkarrizketa
Angela Davis

«No ha habido cambios estructurales, pero los análisis y la conciencia popular son más complejos ahora»

Activista incansable, Angela Davis (Birmingham, EEUU, 26-01-1944) se ha convertido, sin quererlo, en un icono mundial de la lucha por los derechos civiles, la abolición de las prisiones o la reivindicación feminista. En su reciente visita a Euskal Herria, sus palabras y reflexiones levantaron pasiones y muestra de ello fue la exitosa entrevista organizada por 7K en el Museo Guggenheim de Bilbo. A preguntas de la escritora Laura Mintegi, los periodistas David Fernández y Maider Eizmendi, y el público asistente, repasó las principales claves de su pensamiento y vida. Horas antes había intentado visitar infructuosamente a Arnaldo Otegi en la cárcel de Logroño, porque Angela Davis es, precisamente, una de las firmantes de la iniciativa Free Otegi, Free Them All, una campaña, en su opinión, «de las más importantes del mundo en torno a los presos políticos». Incidió en que la inminente liberación de Otegi «debe servir para acelerar la campaña por la liberación de todos los presos políticos y para que definitivamente se dé fin a la política de dispersión».

Este es un resumen de la densa entrevista a varias voces –entrevistadores y público– que pudimos vivir en Bilbo.

En un mundo que cada vez tiene más muros, el viejo sueño de un mundo sin cárceles ¿qué tiene de utopía? ¿Y qué tiene de realidad?

Llevo mucho tiempo implicada en campañas por la abolición de las cárceles, de los vestigios de la esclavitud, de las condiciones que nos llevan a imaginar la seguridad en términos de muros y prisiones... La propagación del complejo industrial de prisiones, su privatización y el carácter carcelario del día a día en lugares como la frontera de México o Palestina hacen que debamos redoblar nuestros esfuerzos. Tenemos que aprender cómo articular y decir lo que queremos, incluso aunque nos demos cuenta de que esos sueños no se están materializando. A menudo, el término utopía se utiliza en un sentido negativo, pero lo cierto es que si no tienes sueños, si no utilizas tu imaginación, si no sigues creyendo que otro mundo es posible... puedes estar seguro de que seguiremos confinados en un mundo que seguirá siendo destrozado por el capitalismo. Creo que es realmente esencial crear un nuevo sentido de fraternidad, un movimiento global que exija mayor justicia e igualdad.

Integrante desde muy joven del partido comunista de EEUU, ¿qué es para usted ser comunista en el siglo XXI?

Las condiciones de clase son muy diferentes a lo que eran hace cuarenta años. Tengo que reconocer que si cuando fui detenida y encarcelada hace 45 años no hubiera existido un movimiento comunista más extenso y poderoso que el actual, probablemente no estaría sentada aquí. Tendemos a ser nostálgicos con el pasado, pero la nostalgia no puede reemplazar la acción del presente. Es importante recordar, pero la nostalgia y la memoria son cosas diferentes.

Por lo tanto, ¿qué significa seguir sosteniendo el sueño del comunismo en el siglo XXI? Repito que si no insistimos en que otro mundo es posible y si no incidimos en que hay alternativas al capitalismo, estamos claudicando ante él. Como alguien que ha crecido en el movimiento, que ha sido activa de una manera u otra, no sé como comportarme de otra forma, no sé como rendirme; verdaderamente no sé lo que pasaría conmigo si me deshiciese de todos nuestros viejos sueños, como el sueño de la justicia y el de la igualdad económica y racial.

Creo que en este momento, en el que el capitalismo se autoproclama triunfador debido a su auge global, debido a su poderosa ideología neoliberal, nosotros debemos regenerar el activismo. Por ejemplo, personalmente me emociona el trabajo de los jóvenes, ahora especialmente enfocado contra la brutalidad racial, pero que sirve de catalizador para crear nuevos movimientos juveniles; unos movimientos que en gran medida son anticapitalistas y abolicionistas. Por lo tanto, tengo esperanza. Creo que las nuevas generaciones llegarán más lejos en el camino que lo que lo hicimos nosotros. Y también creo que eso es a lo que podemos aspirar: a que cada generación lleve la lucha un poco más lejos.

En muchas entrevistas ha señalado que los diez puntos del Black Panthers Party siguen teniendo vigencia. ¿Qué ha cambiado y qué no? ¿Qué ha ido a mejor y qué a peor?

Eso tiene que ver con el hecho de que no ha habido ningún cambio estructural real, ningún cambio económico, ni en el papel que la Policía juega en las comunidades racializadas... Black Panthers Party fue fundado como una organización para dar respuesta a la ocupación policial de las comunidades negras. En este sentido, es interesante señalar que, a diferencia de otros movimientos que han sido incluidos y reconocidos por su lucha por la democracia, nunca se ha reconocido su contribución. Sus demandas siguen estando encima de la mesa. Sin embargo, aunque sí digo que no ha habido un gran cambio estructural, sí que ha habido otros muchos cambios: hoy en día nuestra conciencia es mucho más complicada. Por ejemplo, si uno mira al programa de diez puntos de Black Panthers Party observa que se refería siempre a los hombres. Ahora nuestro sentido de cómo el género construye nuestro mundo es mucho más complejo. Que no ha habido cambios estructurales es evidente, porque hoy hay muchos menos sindicalistas de los que había en esa época, hay muchísimos más presos de los que había en aquella época... Las cosas están considerablemente peor en ese aspecto, pero las teorías, los análisis y la conciencia popular son mucho más complejos, y esto es esperanzador. Me parece esperanzador que los jóvenes que desafían al racismo en los campus universitarios sepan conectar lo que les está pasando a ellos como estudiantes con lo que ocurre en las comunidades negras y latinas en relación a la Policía o con lo que está pasando con las personas transexuales que son criminalizadas y sometidas a una violencia extrema. Mi esperanza procede de la convicción de que las generaciones más jóvenes dan por sentado aquello por lo que nosotros luchamos para que fuera comprendido.

Usted ha defendido las conexiones entre diferentes luchas. Sin embargo, siempre ha habido resistencias a la hora de incluir el feminismo en las diferentes luchas y movimientos. ¿Por qué esa dificultad?

¡La gente no quiere perder el poder! Si una se fija en las jerarquías que se han desarrollado con respecto al patriarcado verá que es difícil que los hombres, que se han acostumbrado a detentar privilegios, los dejen; al igual que es difícil que la gente blanca que se ha acostumbrado a cierto nivel de privilegio renuncie a ello. Todo esto indica que debemos seguir luchando y que, además de las luchas centrales sobre el cambio social, económico y político, debemos abordar la lucha por transformar nuestra manera de relacionarnos, reconociendo la forma en la que nuestras vidas han sido alteradas por la asunción de que los hombres son superiores a la mujeres, ya que menudo asumimos como normal lo que ha sido construido ideológicamente. No es una resistencia basada en contradicciones irreconciliables, porque tenemos que buscar vías de comunicación, poniendo el énfasis en que queremos estar y seguir estando todos juntos: hombres, mujeres, transexuales... Si no somos capaces de darnos cuenta de que tenemos que avanzar igualitariamente, si reproducimos las actuales jerarquías y desigualdades en el contexto de una lucha que se supone que es contra la desigualdad, no ganaremos nunca. Eso es precisamente lo que necesitamos en los movimientos de hoy en día.

Comenta que no hay que cejar en la lucha, pero cuando le viene ese cansancio vital, esas ganas de decir «basta», ¿cuál es su fuerza interior, la que le impulsa a tirar para adelante?

A menudo se asume que, para estar comprometida, una tiene que hacer sacrificios, dejar de lado lo que le resulta placentero. Yo nunca lo he visto así: encuentro felicidad y placer en el mismo proceso de lucha por un mundo mejor. Por supuesto que todo el mundo se cansa y tiene que descansar. Por ello, me apasiona la actitud de la gente joven en cuanto a la lucha. En prisión empecé a practicar yoga como un modo de hacer frente a la cárcel, pero, cuando fui puesta en libertad, me sentí realmente incómoda al decirles a mis camaradas que necesitaba tiempo para mí misma para practicarlo, porque lo tenía asumido como si fuera algo individualista, como una indulgencia individual. Los jóvenes activistas ahora están incorporando el autocuidado y la autoatención en todo el proceso de lucha. Creo que lo que verdaderamente me motiva y me impulsa no es tanto el dolor sino la esperanza, todo lo que he sido capaz de aprender de la gente joven que está involucrada en la lucha.

A mí me divierten la música, la cultura... Para mí es parte del proceso de imaginar el cambio, porque me parece que son los artistas los que tienen la imaginación que nos permite mirar más allá del presente y reconocer que hay también otras cosas diferentes. Por tanto, la forma en la que veo la lucha política es mucho más amplia ahora; es lo suficientemente amplia para abarcar no solo nuestras vidas económicas y políticas, sino también nuestras vidas culturales.

Recientemente decía que tenemos que soñar con una realidad en la que la autodefensa no sea necesaria. Además de soñar es preciso avanzar en ese camino, porque, ¿no le parece agotador que generación tras generación se siga repitiendo a las jóvenes ‘cuidaos’, ‘defendeos’?

Recuerdo que tomé mi primera clase de autodefensa en 1967. Pero no quiero depender de la autodefensa como vía para asegurar a las mujeres su seguridad. Por supuesto que debemos aprenderla y tenemos que desarrollar el poder de defendernos nosotras mismas, pero, al mismo tiempo, tenemos que tender hacia una sociedad donde la violencia de género esté erradicada. El objetivo, por lo tanto, debe ser doble: por un lado, abordar la terrible situación que estamos padeciendo aquí y ahora; pero sin enquistarnos en el presente olvidando que necesitamos luchar por una sociedad en la que las mujeres no tengan que temer pasear por la calle. En este sentido, debemos expresar lo que realmente queremos, aunque sepamos que no se conseguirá mañana, ni siquiera el año que viene, ni en los próximos diez años. Quizás necesitemos diez décadas más, pero tenemos que imaginar otro mundo. De lo contrario, nadie nunca experimentará un mundo sin violencia.

La islamofobia recorre Europa, ¿qué respuesta debería darle la izquierda a la criminalización del mundo árabe?

El desafío de levantarse y hacerse oír contra la islamofobia es uno de los mayores retos de este tiempo. Desafortunadamente, la izquierda no ha estado siempre a la altura. Recuerdo que algunas décadas atrás algunos partidos comunistas de Europa comenzaron a tomar posiciones realmente peligrosas respecto a la inmigración, particularmente con la que provenía del norte de África y Oriente Medio. Ahora, especialmente tras el 11-S y la llamada “Guerra contra el Terror” que desarrolló el Gobierno de George W. Bush, en el norte global la islamofobia ha sustituido al comunismo como encarnación del mal. Hoy es imposible en EEUU reconocer la influencia del racismo contra los negros o lo latinos o contra los pueblos indígenas, sin tener en cuenta cómo se ha articulado la islamofobia. Por ello, las personas que hemos trabajado contra la violencia policial y contra el complejo carcelario necesitamos incorporar en nuestra lucha esta cuestión. Cuando hace un año y medio se produjo el alzamiento en Ferguson, los activistas palestinos clandestinos fueron los primeros que expresaron y twittearon su solidaridad con los manifestantes. Ese fue un indicativo de la cercanía entre ambas luchas.

La islamofobia ha sido utilizada para realizar los peores virajes antidemocráticos, como el “Patriot Act” o Ley Patriótica (ley restrictiva aprobada en EEUU tras los atentados del 11-S). Quién sabe cuanto tiempo llevará remover esas cláusulas tan nocivas contra los derechos democráticos. En Francia en cierto modo se está registrando una repetición de los problemas a los que nos enfrentamos en EEUU. Hay que tener en cuenta que en países como Francia, donde las comunidades musulmanas se establecieron hace muchos años, viven generaciones de ciudadanos que ahora están siendo marginalizados y representados como el enemigo. No solo eso, no se les ha dado la posibilidad de beneficiarse de la educación y de puestos de trabajo y aún así hay gente que se pregunta por qué algunas personas se han radicalizado. Si una mira a las condiciones en las que viven, está claro que a menudo no tienen otra alternativa, es una especie de acto de desesperación. Por todo, creo que luchar contra la islamofobia y contra algunas de las razones económicas y sociales que harían posible un mayor auge de formas aún más peligrosas de islamofobia es uno de los mayores desafíos actuales.

Siempre ha mostrado gran solidaridad internacional. ¿Qué importancia da al internacionalismo? Cuando el liberalismo es global, ¿cree que debería globalizarse también la respuesta contra él?

Sí, es interesante que cuando contamos con los instrumentos comunicativos más poderosos para generar internacionalismo, no tengamos la voluntad para ello, en gran medida por el impacto del neoliberalismo y las respuestas individualistas que alienta. Creo que la memoria del internacionalismo necesita desplegarse para que las generaciones que vienen se centren más en la producción de solidaridad internacional. Para mí es muy emocionante ver cómo jóvenes activistas negros se adhieren a la causa palestina.

Ciertamente necesitamos un internacionalismo que haga frente a la crisis migratoria global. Es interesante ver cómo la gente en EEUU ve la crisis de los refugiados como un problema de Europa, sin reconocer el rol central que tiene el país en la creación de las condiciones que han llevado a tanta gente en Irak, en Afganistán, en Siria y en tantos otros países a la desterritorialización. Necesitamos más internacionalismo. Aunque las luchas de liberación nacional son importantes, el nacionalismo ha revelado serias limitaciones. Es importante transgredir las fronteras de las naciones en las que los documentos de identidad no reflejen la entrega y el compromiso de la ciudadanía.

Sumergidos en la campaña electoral norteamericana, ¿qué opinión le merece Bernie Sanders?

Me gusta más de lo que me gusta el resto. Pienso que es muy importante que Bernie Sanders esté tratando temas que ningún otro ha hecho. Cuestiones como la desigualdad de la riqueza, el papel de Wall Street, el hecho de que menos del 1% de la población posea el 90% de la riqueza, el que no tengamos un sistema de sanidad efectivo, el hecho de que la educación se haya convertido en un mercancía... Sanders está removiendo las aguas e impide que el Partido Demócrata vaya en la dirección que ellos quieren. Lo que me parece perturbador es que algunos periodistas digan que hay votantes independientes que se debaten entre Donald Trump y Bernie Sanders. Eso demuestra verdaderamente que nuestro mundo está loco. Considero que finalmente tendremos que crear un nuevo partido político en EEUU, un partido que esté unido a los derechos de la clase obrera, de los trabajadores, antirracista, que no esté definido por los intereses de las corporaciones y el Wall Street. Y quizás Sanders esté ayudando a movernos en esta dirección. Personalmente no suelo votar por los candidatos del Partido Demócrata, aunque debo reconocer que voté a Obama.

Actualmente se debate sobre la legalización o no de la prostitución, ¿qué opinión le merece?

Es una cuestión complicada, porque sabemos que las raíces de la prostitución radican en profundas desigualdades económicas y las estructuras heteropatriarcales de la sociedad. Pese a eso, sería importante descriminalizar la prostitución, porque las mujeres trabajadoras del sexo son las que más sufren la criminalización de la prostitución. Sé que en varios países se han creado sindicatos y las mujeres trabajadoras del sexo se han organizado para demandar toda una serie de medidas. Yo no soy de esa clase de personas que trabaja para que la prostitución sea abolida por razones morales, sin tener en cuenta lo que digan las propias trabajadoras del sexo. Creo que es importante reconocer las acciones de la gente que trabaja en ese sector, al mismo tiempo que nos movemos hacia su abolición creando una sociedad que no requiera que las mujeres o los hombres jóvenes desempeñen en este tipo de trabajos. Sé que últimamente se han realizado estudios académicos muy interesantes sobre los sindicatos de las trabajadoras del sexo, sobre sus derechos... Es muy importante para las activistas aprender cómo aceptar el liderazgo de aquellas personas que viven clandestinamente y que realizan ese trabajo, asumiendo que nadie sabe mejor que ellas lo que ocurre, al igual que nadie sabe mejor que los presos lo que ocurre en las cárceles.

Desde que anunciaron su llegada a Euskal Herria se ha difundido su fotografía, pero de cuando era joven. ¿Qué le parece?

Realmente era algo me ha llegado a aburrir, porque ya no soy aquella joven de 26 años que se ve en las imágenes. Posteriormente he llegado a reconocer que esa imagen ya no se refiere tanto a mí, sino a un momento histórico en el que gente de todo el mundo se movilizó por mi libertad. En general, pienso que esa imagen puede ser utilizada para evocar el sentido del poder de las masas, el hecho de que es posible construir una solidaridad global e internacional que tenga éxito en la labor de liberar a todos los presos políticos: los vascos, los palestinos, los presos políticos en EEUU como Leonard Peltier o Mumia Abu-Jamal... Creo que esa imagen ya no me pertenece, pertenece al mundo.