Luna Gámez y José Bautista
La huella del exilio

Ellos también fueron refugiados

Tuvieron la oportunidad de refugiarse en otro país tras dejar atrás su tierra natal por culpa de la guerra y el autoritarismo. Hoy son grandes nombres de la ciencia, el arte y la política, refugiados célebres que aprendieron a vivir con las cicatrices del exilio y que tienen algo que decir sobre el drama actual de los refugiados que llegan a Europa.

Tuvieron que abandonar sus hogares de la noche a la mañana para esquivar a la muerte. Algunos huyeron con su familia, pero otros no pudieron ni despedirse. Muchos eran niños y solo con el paso de los años comprendieron la gravedad de lo que vivieron. Fueron forasteros no deseados en mundos desconocidos y lejanos, completamente distintos de la tierra que dejaron atrás. Sintieron en sus huesos el abandono de los gobiernos y el peso de los prejuicios. Deambularon sin más pertenencia que la vida propia, sin más rumbo que un futuro en paz, con la impotencia de ver que dependían de un pedazo de papel.

Algunos de los nombres más destacados del último siglo tuvieron que huir de sus países expulsados por la guerra, la persecución política, la represión sexista o el fanatismo religioso. No es la primera vez que Europa vive un fenómeno de este tipo. La Segunda Guerra Mundial, la Guerra de los Balcanes e incluso, más recientemente, la Primavera Árabe dieron lugar a grandes flujos de desplazados y exiliados. Muchos de los que lucharon por su derecho a una vida en paz obtuvieron asilo, pudieron desarrollarse y compartieron con el mundo la luz de su ciencia, sus letras, arte, música, política.

Albert Einstein, Freddie Mercury o Steve Jobs fueron algunos de los refugiados célebres del siglo XX que ya no están aquí para contarnos su experiencia y opinar sobre la situación de millones de refugiados que escapan hoy en día de las guerras de Siria, Afganistán, Sudán o Irak. Sin embargo, otras personalidades familiarizadas con el exilio y no menos relevantes consagran gran parte de su trabajo a ayudar a quienes hoy atraviesan por el infierno que antaño ellos pasaron. Fieles a su memoria, estas mujeres y hombres sí tienen algo que decir sobre quienes vienen a Europa en busca de protección.

El exiliado que retrató a los refugiados. Con solo 17 años y tras salir de prisión por sus ideas progresistas, el húngaro de origen judío Endre Ernö Friedmann hizo las maletas para alejarse del gobierno fascista que entonces regía el país. Su primer destino como exiliado fue Alemania y posteriormente, con la llegada de los nazis al poder, se marchó al Estado francés. Junto con su pareja, la fotógrafa alemana Gerda Taro, construyó el personaje artístico de Robert Capa, el principal icono del fotoperiodismo hasta hoy.

Bajo este seudónimo, la pareja de fotógrafos tomó algunas de las instantáneas más representativas de la Guerra del 36. Gerda Taro murió en Madrid mientras cubría la batalla de Brunete, aunque el personaje de Robert Capa siguió capturando la cara más amarga del Estado español en los años de guerra, incluso en los campos de concentración donde el Gobierno francés hacinó a miles de huidos en condiciones infrahumanas. Friedmann era judío y sintió el aliento del fascismo en la nuca hasta el último de sus días como reportero de guerra. Gracias al nombre de Robert Capa, un supuesto fotógrafo estadounidense famoso, el húngaro pudo exiliarse y pasar desapercibido ante el peligro. Las filas interminables de refugiados caminando bajo la lluvia, los campamentos improvisados en medio de la nada y otras secuencias de la actualidad parecen calcos en color de la realidad que Capa fotografió hace ochenta años.

Puertas cerradas a cal y canto. Las fronteras de los países del Este y los Balcanes se han ido cerrando a medida que crecía el flujo de refugiados con destino a Europa Occidental. Hungría, país de tránsito para quienes aspiran a llegar a Alemania y Austria, fue el primero de la Unión Europea que decidió cortar el paso a los exiliados de guerra, causando un efecto dominó en el cierre de fronteras en Croacia, Serbia, Eslovenia y Macedonia.

«Veo con mucha tristeza el rechazo a los refugiados. Nadie abandona su hogar, sus amigos, su familia, a menos que esté desesperado». La escritora chilena Isabel Allende no tuvo que recorrer a pie los fríos caminos de los Balcanes, pero vivió en persona la negativa de varios países a acoger a su familia y otras muchas que escapaban de Chile tras el golpe de Estado de Pinochet. «Cuando nosotros salimos, ya no aceptaban chilenos ni en Costa Rica ni en México (…). Habíamos salido tantos chilenos que ya no nos querían», explica a 7k la autora de “La casa de los espíritus”.

La familia de Allende escogió Venezuela, excepción democrática en medio de las dictaduras que asolaron la región, porque «era de los pocos países latinoamericanos donde había trabajo». El país caribeño también fue destino de muchos europeos, registrándose en los años 50 la última gran ola migratoria de vascos, canarios y gallegos empujados por el hambre y la represión de la postguerra. Los intentos del Gobierno por detener a los inmigrantes del Estado español empujaron a muchos a la clandestinidad y dejaron historias como la de La Elvira, un barco cargado de emigrantes canarios ilegales que partió a Venezuela en 1949. Más de cien campesinos de Gran Canaria permanecieron 36 días escondidos en las bodegas de La Elvira. Cuando desembarcaron en el puerto de Carúpano, sus ropas estaban roídas por los vómitos y la sal. Hasta 2011, Venezuela fue el tercer país con mayor número de ciudadanos del Estado español, según datos del Padrón de Residentes en el Extranjero, un puesto que ahora ocupa Alemania debido a la nueva ola de emigrantes económicos.

«Nunca imaginé que dejar mi país fuera una decisión a largo plazo». Isabel Allende confiesa que empezó a escribir para no perder los recuerdos que guardaba de su Chile natal. «Al irme, todo lo que yo había hecho no servía para nada. Tenía que empezar de cero (…) Me sentía sin raíces (...)», señala. «Nunca son bienvenidos, pero una vez que se integran, traen al país lo mejor que tienen (…). En vez de rechazarlos, tenemos que acogerlos», sostiene la escritora, que en su último libro, “El amante japonés”, habla de una joven judía polaca que es enviada a San Francisco en los años 40 al estallar la guerra. Allende cree que «la memoria está viva, la historia de los 50 millones de refugiados después de la Segunda Guerra Mundial es bien conocida», aunque «falla la generosidad y el sentido común».

«Vivimos en una era global. El capital, la tecnología, la información, el comercio, la ciencia, las drogas, las armas... tienen paso libre internacionalmente, no reconocen fronteras. Solo los seres humanos están limitados por leyes, armas, murallas, alambre de púas. Mientras exista extrema miseria, guerra y violencia, habrá refugiados en busca de seguridad», explica la escritora chilena.

Los niños refugiados también sueñan con ser artistas. El mayor icono cinematográfico de las artes marciales, Jackie Chan, también carga en sus espaldas el dolor del exilio. Cuando tenía 6 años, estalló la Guerra Civil de China y sus padres decidieron huir a Australia pero, tras conocer los riesgos del viaje, acordaron venderlo a una escuela de ópera china. Allí aprendió canto y artes marciales, las dos habilidades que le abrieron las puertas del cine y de la industria musical como estrella del pop en Asia.

Chan fue víctima del exilio siendo niño, como los 10.000 menores huérfanos que escaparon de las guerras de Siria, Afganistán e Irak y que hoy se encuentran desaparecidos en Europa, según UNICEF. El drama del viaje al exilio muestra su lado más áspero en el rostro de los menores que pierden su infancia y se ven obligados a crecer prematuramente sin que las políticas europeas tomen en cuenta su derecho a soñar y a tener un futuro a salvo. «Están desesperados, asustados, muchos han pasado por diversos países en manos de los traficantes, están traumatizados y no tienen nada», afirma Emily Carrigan, voluntaria británica del Centro de Mujeres y Niños del campamento de refugiados de Calais, donde las asociaciones locales contabilizan más de 400 menores huérfanos a los que las autoridades francesas ignoran y cuya única referencia es este espacio situado en la zona del campamento en proceso de demolición.

Ya por el año 1937, el Estado francés contaba con campamentos de concentración a donde llegaban miles de niños del Estado español. En aquel momento, sufrieron el abandono de los gobiernos británico y francés, dos potencias que también en aquella época miraron hacia otro lado ante la llegada de los refugiados. Fue entonces cuando Lázaro Cárdenas, presidente de México, abrió las puertas de su país a quienes huían de la Guerra del 36, incluso a aquellos que trataban de sobrevivir en el sur del Estado francés. Más de 500 niños fueron acogidos por las autoridades mexicanas.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que el 55% de los refugiados son mujeres y niños, los más vulnerables a abusos y acoso sexual, entre otros riesgos. Las asociaciones voluntarias que asisten a los refugiados con destino a Europa denuncian que muchas mujeres se ven obligadas a prostituirse para pasar los peajes de las redes mafiosas.

En el caso de Ayaan Hirsi Ali, la vulnerabilidad como mujer refugiada no comenzó en su viaje hacia el exilio, sino que fue la propia guerra que su sociedad ejercía sobre su cuerpo la que la empujó a huir de Somalia, dejando atrás la mutilación genital y un matrimonio forzado. Logró el asilo político en Holanda, donde emprendió la defensa del feminismo y llegó a ser diputada nacional. Hoy en día, Hirsi Ali vive en Estados Unidos, donde dirige la Fundación AHA en defensa de las mujeres y niñas víctimas de la violencia.

La gran batalla burocrática. Antes, los refugiados podían tramitar sus demandas de asilo en los consulados y embajadas de los países a los que querían ir, pero, tras la entrada en vigor del Tratado de Dublín en 2013, los exiliados de guerra están obligados a llegar a su destino para realizar el papeleo in situ. Para Sergio Carrera, experto del Centro de Estudios de Política Europea, institución independiente con sede en Bruselas, este tratado es «un error descomunal de la Unión Europea», que «encarcela a la persona en el primer país de entrada». El acuerdo supone una dificultad añadida para los refugiados al obligarles a realizar todo el viaje sin siquiera saber si sus demandas serán aceptadas y a permanecer en el país en que registran sus datos por primera vez.

Richard Rogers es uno de los arquitectos más destacados del mundo gracias a trabajos tan emblemáticos como el Museo Pompidou de París. Rogers, refugiado italiano tras la Segunda Guerra Mundial, afirma que la huida junto con sus padres fue «mucho más fácil que la de los miles de refugiados que llegan hoy a Europa». Para este arquitecto, el drama de los refugiados es «el tema más urgente de nuestro tiempo».

Al igual que otros refugiados célebres, Rogers mantiene un fuerte compromiso con quienes llegan a Europa para pedir asilo, tal y como reflejan sus cartas a medios británicos y su apoyo económico y personal a Médicos del Mundo, que atiende a los refugiados heridos a lo largo del trayecto. El que en 2007 fuera considerado como el mejor arquitecto del mundo, tras recibir el prestigioso premio Pritzker, no esconde su indignación por la respuesta de los gobiernos de la Unión Europa ante la llegada de miles de refugiados. «Por ejemplo, en Calais y Dunkirk, los gobiernos francés y británico destinan el dinero a vallas de espino, perros adiestrados y cámaras en lugar de comida, agua y abrigo», opina el arquitecto.

Muchos refugiados no alcanzan su destino debido a los obstáculos físicos de las fronteras y las dificultades burocráticas. Merhan Karimi Nasseri es un refugiado iraní cuya historia llenó portadas e inspiró películas como “La Terminal”, de Steven Spielberg. Su batalla frente a la kafkiana burocracia europea le obligó a vivir diez años en el aeropuerto parisino de Charles de Gaulle y le causó trastornos mentales irreversibles. Karimi dejó su país en 1977 tras participar en protestas contra el shah de Irán y durante años recorrió las principales capitales europeas en busca de asilo, sin éxito. Le robaron todos sus documentos el mismo día que se disponía a viajar a Gran Bretaña para localizar a sus familiares. Tras ser arrestado por «entrada ilegal en territorio francés», un juez prohibió a la Policía su expulsión del aeropuerto, pero no le dio permiso para entrar en el Estado francés. Gracias a la solidaridad de los empleados de limpieza, este refugiado iraní sobrevivió una década en el principal aeropuerto de la capital francesa.

Reconocimiento y educación, ingredientes clave para la integración. El nombre de Albert Einstein ya era famoso incluso antes de que tuviera que abandonar su Alemania natal. Aunque era un genio, el premio Nobel de Física y padre de la Teoría de la Relatividad fue marginado en la academia alemana debido a sus orígenes judíos y sus posturas pacifistas, una amenaza para el creciente poder del Partido Nazi que finalmente forzó a Einstein a huir a Suecia y después a Estados Unidos.

«Me siento casi avergonzado de vivir en esta tranquilidad mientras el resto lucha y sufre», afirmó al llegar a la Universidad de Princeton. A menudo, Einstein evitó entrar en debates políticos, pero canalizó su solidaridad hacia otros refugiados a través de la Iniciativa Académica Alemana para Refugiados (DAFI por sus siglas en inglés), una institución que concede becas de estudio para, según su página web, «reforzar la confianza de los refugiados en sí mismos y facilitar su integración y el posible retorno para ayudar en la reconstrucción de sus países».

«El trabajo nos permite conocer en un ambiente de normalidad a quienes llegan». Westy Egmont, profesor del Boston College y experto en migraciones, explica que el empleo es uno de los principales ejes para la integración de los refugiados en los países de destino, un proceso plagado de baches legales que dificultan el reconocimiento de las competencias profesionales de los recién llegados, que, por lo general, acaban en puestos de trabajo por debajo de sus cualificaciones. El exiliado vietnamita Sieng Van Trang, refugiado en Gran Bretaña, también comparte esta idea, la misma que le llevó a crear iLearn, la mayor plataforma de estudios online del mundo.

El profesor Egmont explica que «la integración ocurre cuando hay asistencia pública para ayudar a que quien llega encuentre su sitio en el mundo laboral». Este experto en migraciones dirige el Immigrant Integration Lab, un espacio diseñado para crear soluciones novedosas que permitan mejorar la convivencia e integración de inmigrantes y refugiados. Prefiere hablar de integración, porque «la inclusión es como un plato del que puedes comer si quieres, mientras que con integración, vas a ser parte del menú, aprenderemos el uno del otro participando en una vida común» y opina que «la lengua es luz», por lo que defiende el acceso a clases de idiomas para todos los recién llegados.

Para Alice Beste, investigadora del Instituto de Globalización, Cultura y Movilidad de la Universidad de la ONU, es esencial reconocer la contribución de los refugiados y contratarlos como educadores para fortalecer la diversidad del profesorado, facilitar la inclusión de los estudiantes extranjeros y mejorar la tolerancia y la hospitalidad.

Los estereotipos son uno de los grandes obstáculos que afrontan los refugiados. Algunos medios europeos, como la revista polaca “wScieci”, publican portadas que alimentan la xenofobia contra quienes huyen de la guerra. Según Antonio Escribano, catedrático de Sociología y experto en migraciones de la Universidad de A Coruña, «la incapacidad de actuar como Unión Europea en las guerras de Siria y otros países genera un poso de vergüenza que se torna en agresividad hacia quienes huyen para salvar sus vidas».

No obstante, hay refugiados célebres que trabajan para desmontar esos estereotipos. El caso más notable es el de M.I.A., la famosa cantante británica de etnia tamil que tuvo que huir de Sri Lanka y cuya obra en la defensa de los desplazados de guerra y emigrantes ha dado la vuelta al mundo. Su último videoclip, “Borders” («fronteras» en inglés), está dedicado a su tío Bala, quien la salvó a ella y a su familia ayudándoles a refugiarse en Gran Bretaña. En el video, la cantante aparece rodeada de pateras y vallas de espino mientras repite una pregunta: «¿Qué pasa con esto?». Youtube lo retiró tras una denuncia del club francés Paris Saint-Germain, porque la artista aparecía con una camiseta del conjunto galo en la que se podía leer el nombre del patrocinador con una indirecta («Fly Pirates»). «Preferiría dedicar mi tiempo a ir a Calais, hacer un equipo de fútbol con los refugiados y retar al Paris-Saint Germain en lugar de ir a los tribunales a luchar por una camiseta», sentencia la cantante.

En los años cuarenta, casi un millón y medio de griegos huyeron de los turcos y se exiliaron en Siria y Palestina. En Hungría, uno de los países más hostiles hacia los refugiados, más de 200.000 personas se marcharon a Austria durante la revolución de 1956. Un caso similar es el de Croacia, donde las masacres posteriores a su independencia forzaron el exilio de medio millón de personas. La lista de antiguos exportadores de refugiados es tan larga como la de figuras célebres que también se vieron forzados a pedir asilo, como el escritor Milan Kundera, la activista camboyana y Nobel de la Paz Loung Ung, Salvador Dalí, Joan Manuel Serrat e incluso Ed Miliband, líder del Partido Laborista británico.

Iman, la polifacética top model somalí y ex mujer de David Bowie, enseña a su hija el significado de la palabra exilio. El escultor indio Anish Kapoor y el artista chino Ai Wei protestan juntos contra la falta de empatía de occidente ante el drama de los refugiados. La artista palestina Mona Hatoum, nacida en un campo de refugiados en Líbano, reflexiona en su obra sobre cómo las fronteras marcaron su vida. Posiblemente Rigoberta Menchú, activista y líder indígena guatemalteca, no habría vivido para recibir el Nobel de la Paz de no ser porque México le concedió asilo político. «No quieren irse de su país, pero no tienen otra opción», repite una y otra vez a sus 78 años Madeleine Albright, refugiada checa y secretaria de Estado con Bill Clinton.

Los datos de ACNUR revelan que una de cada 122 personas es víctima de desplazamiento forzoso. En 2015, el número de refugiados y exiliados batió un nuevo récord histórico, pero los brotes de paz y tregua sucumben al recrudecimiento de la violencia en Siria y otros países. El catedrático Antonio Cribano no duda de que «los refugiados no van a desaparecer, pero sí que se van a desesperar. Y sus hijos lo van a sufrir y a recordar».