Gotzon Aranburu
Pioneros de nuestro cine

Ikuska, la semilla del celuloide vasco

El fallecido cineasta Antxon Ezeiza y unos cuantos más demostraron a finales de los 70 y principios de los 80 que era posible hacer cine vasco en euskara. Esta es la historia del origen de «Ikuska», la serie de 21 documentales que retrata la Euskal Herria de entonces. Editados en soporte digital, lo que antes solo se podía ver en las salas comerciales de cine ahora se podrá visualizar hasta en casa.

La luz entra tibia esta mañana primaveral por el amplio ventanal desde el que se contempla, cercano y panorámico, el Cantábrico, cuyas olas se hinchan a lo lejos y vienen a morir serenas en la arena. El espéctaculo de la naturaleza engancha como un imán a quien lo contempla desde este mirador privilegiado, pero no hemos venido a ver el mar, sino a conversar con Fini Rubio, la viuda de Antxon Ezeiza. Dos horas más tarde, hemos llenado la grabadora de vivencias y anécdotas, tan nítidamente recordadas y con tanta fuerza rememoradas que salimos de esta casa con las baterías mentales cargadas al ciento por ciento y dispuestos a acometer una empresa que nos impone respeto, como es contar la génesis de “Ikuska”, la serie de cortometrajes en la que el cineasta donostiarra puso toda su energía, su saber hacer y, sobre todo, su profundo e incondicional amor a su patria, a Euskal Herria.

Los “Ikuska” se van a poder ver de nuevo, ahora en soporte digital, concretamente en DVD y en dispositivo USB, gracias al proyecto emprendido por EKHE y GARA. Digitalizadas las películas y presentadas en formato digital y libro, con la colaboración de Bertan Filmeak –titular de los derechos de los documentales– y la ayuda y asesoramiento de la Filmoteca Vasca, se pondrán a la venta en Durangoko Azoka. El objetivo no es otro que recuperar un patrimonio cultural en euskara, como en su día lo fue reeditar “Ama Lur”, también de la mano de EKHE y GARA.

Con la larga y ya lejana entrevista mantenida con Fini, con las realizadas a Juanba Berasategi, Koldo Izagirre, José Luis Egea o Xabier Iriondo, con los datos extraidos en largas horas de buceo en libros y revistas, y sobre todo viendo los propios cortometrajes, contemplando las imágenes y escuchando los sonidos guardados en el celuloide, ha sido como hemos pergeñado la historia de "Ikuska" y de sus creadores, con Antxon a la cabeza.

Sabido es que el franquismo supuso la negación y castigo de cuanto sonara a cultura e identidad vascas. Con la muerte del dictador, toda la actividad clandestina, en el campo político, sindical, cultural… va a salir a la luz, en las más diversas formas y expresiones. Lo harán los partidos políticos y los organismos sociales, pero también los cantautores, los escritores, los artistas plásticos. Pronto se comprueba que para expresar ante el público lo que se lleva dentro basta con la voz y una guitarra, pero para publicar un disco hace falta una casa editora. Otro tanto ocurre con los libros; alguien tiene que imprimirlos y distribuirlos. En el caso del cine, más que en ninguna otra expresión artística, es imprescindible que exista una industria, o lo era al menos en aquel momento histórico. En la Euskal Herria del postfranquismo no hay cine vasco en absoluto, pero sí hombres y mujeres que buscan expresarse mediante el celuloide. Han de marcharse fuera, principalmente a Madrid, para aprender el oficio y para posteriormente ir creando su obra.

¿Qué es cine vasco? Se ha escrito mucho, pero desperdigadamente, sobre Antxon Ezeiza y los "Ikuska". Eso sí, siempre que se hablaba de los "Ikuska" se hablaba de Ezeiza, y viceversa. Y cuando, a partir de los 80 del siglo pasado, el propio Ezeiza es entrevistado, siempre habla de los "Ikuska". Y lo hace, claro, en revistas y periódicos, o en radio, muy poco en televisión. No existía internet en aquellos tiempos. Hoy es prácticamente imposible oír su voz. Quien busque “Antton Ezeiza o “Antxon Ezeiza” en Youtube no encontrará nada. Y quien lo haga en Google, sección vídeos, solo hallará uno, de 2:43 minutos de duración; corto, pero de enorme valor documental, porque a Antxon le sobra con 163 segundos para explicar qué es para él cine vasco. Bueno, de hecho le basta con mucho menos, porque cuando las ideas se tienen claras no hace falta explayarse. La definición textual de Ezeiza es: «Temática vasca, rodada en Euskadi, con cineastas vascos… y en euskera».

Antxon no se saldrá nunca de esta línea de pensamiento. Si no está hecho en euskara, será cine sobre Euskal Herria, de temática vasca, de inspiración vasca, lo que sea, pero no cine vasco. Esta posición le valdrá discusiones, incomprensiones y enemistades eternas, pero no reculará. No se corta en afirmar que aprecia películas como “La fuga de Segovia”, pero que por mucho que la temática y los actores sean vascos, para él no es cine vasco. Y pone otro ejemplo, la mítica “La batalla de Argel” (1966), dirigida por el italiano Gillo Pontecorvo y que gira sobre la guerra de independencia de la nación norteafricana: «Ha provocado una gran concienciación en favor de Argelia, pero para mí no es cine argelino de ninguna manera, lo que en absoluto significa que la desprecie». Lo afirma en una de las más completas entrevistas con las que nos hemos topado en nuestro bucear por la hemeroteca, la que le hizo Jexux Ijurko en 1983 en la revista “Argia”.

En 1966 Antxon asiste al Congreso de la Cultura en Cuba, donde la revolución ha triunfado hace ocho años y donde comprueba que «la liberación nacional y social han ido de la mano. Es Cuba la que me hacer mirar a Euskadi con otros ojos», señalará. Y el año siguiente conoce al abogado bilbaino José Antonio Etxebarrieta, hermano del que será el primer muerto de ETA, Txabi Etxebarrieta. Jose Antonio, que defiende a militantes vascos juzgados en Madrid, se aloja en su casa. Hablan mucho. En 1973, Ezeiza descubre que la Policía anda tras sus pasos, por lo que pone tierra –y agua– de por medio y se exilia en México. Tras el fusilamiento de Txiki y Otaegi ya nada será igual para Ezeiza. Volverá de América con la amnistía de 1977, pero no a Madrid, sino a Euskal Herria. En su cabeza ya bulle el concepto de «cine nacional vasco» y la idea de los “Ikuska”.

Los planetas se siguen alineando, pues mientras Antxon realiza ese recorrido vital e ideológico, otro guipuzcoano, el azkoitiarra Luis Iriondo, experto en marketing, amante de la música y el cine, ha conocido en Barcelona el hundimiento del “NoDo”, el noticiario cinematográfico franquista, y su sustitución por el “Noticiaries” semanal en catalán. En su cabeza surge la idea de emular la iniciativa catalana en Euskal Herria, pero no en forma de informativo, sino de «producto cinematográfico con vocación de permanencia, documental». Como quiera que Ezeiza tiene en mente un proyecto similar, los"Ikuska", el encuentro de estos dos hombres resulta providencial. A ambos les mueve el impulso de realizar una serie de películas que retraten la Euskal Herria del momento, la del inmediato posfranquismo, completar un retrato cinematográfico de nuestro país, con vocación de permanencia. Ezeiza se propone empezar a cimentar las bases del cine nacional vasco, labor que se antoja ímproba, e Iriondo quiere seguir promocionando el euskara y el país, esta vez por medio del cine. Ambos objetivos generales convergen y adquieren la forma de una serie de documentales culturales, sociales y políticos, los "Ikuska".

Había que buscar guionistas, directores, técnicos. Los profesionales estaban en Madrid y muchos aceptaron el reto de los impulsores del proyecto, de forma que los temas previstos para los “Ikuska” se fueron adjudicando y los rodajes comenzaron en Euskal Herria. Además de dar oportunidad de expresarse a quienes ya contaban con experiencia cinematográfica, el proyecto tenía que servir para formar a nuevos técnicos, guionistas, actores y directores, para poner las bases de la industria cinematográfica nacional. La cuestión del idioma es central: los “Ikuska” deben rodarse en euskara. Tampoco hay discusión sobre la territorialidad, con un concepto claro de nación que va del Aturri hasta el Ebro. También importante, los promotores se comprometen a no adoptar posiciones ideológicas o de partido concretas en las películas a filmar. De esta forma, estableciendo como mínimo común denominador la aceptación de Euskal Herria como nación, se consigue reunir a un amplio plantel de profesionales y amateurs del cine que darán forma a una serie que hará historia: “Ikuska”.

Para dar forma al empeño, el aspecto técnico se cuidó mucho y se buscó la homogeneidad estética. Todos los cortometrajes se grabaron en 35 milímetros, un formato de gran calidad, frente a otros –como el Súper 8 o el 16 milímetros– más asequibles pero menos profesionales. Las cintas, una vez grabadas, se enviaban a Madrid para su procesado en laboratorios especializados, pues en Euskal Herria no existía tal infraestructura. El objetivo, declarado, era que las películas no se vieran «por militancia», sino porque estaban bien hechas conceptualmente y técnicamente.

El fruto de este empeño, que financiarán Caja Laboral Popular, Fundación Orbegozo y Cegasa, fueron 21 cortometrajes, rodados entre 1978 y 1984. El primer “Ikuska” de todos, el número 0 (sería numerado así más tarde), fue “Erreferenduma”, que dirigió el propio Ezeiza. Narra la campaña del referéndum de la Constitución española en Euskal Herria, con intervenciones de todo el espectro político. Algunas secuencias del film, como la vibrante intervención de Telesforo Monzón en un mitin de Herri Batasuna son de las que hacen historia. Según Koldo Izagirre, uno de los componentes del núcleo duro impulsor de “Ikuska”, “Erreferenduma” no es un “Ikuska” stricto sensu, pero sí un precedente fundamental de la serie. Para Juanba Berasategi, a pesar de no llevar la marca “Ikuska”, “Erreferenduma” fue considerado por el equipo como un número 0, «y con el paso del tiempo se ha convertido en un documento de gran valor histórico». Cabe señalar que el último “Ikuska”, que correrá en 1984 a cargo de Antxon Ezeiza, funde a negro con la inscripción «Ikuska hau aurreko hogeiak egin dituztenen lanaz burutua izan da».

Radiografía de país. “Ikastolak” fue el “Ikuska” número 1, dirigido por José Luis Egea, el compañero de fatigas de Ezeiza desde la primera hora, y trata sobre la situación de las escuelas en euskara, que se venían poniendo en marcha con formidable impulso popular. Le siguió “Gernika”, de Pedro Olea, que recoge testimonios de hombres y mujeres que sobrevivieron al bombardeo nazi-franquista contra la villa vizcaína en 1937 y describían el horror vivido cuatro decenios atrás. La tercera película era «Bilboko hiri espekulazioa», de Anton Merikaetxebarria, cinta que contaba con un gran trabajo de montaje y ganó en 1979 la Concha de Oro al Mejor Cortometraje en Zinemaldia de Donostia.

El año 1980 se rodaron seis Ikuska. Xabier Elorriaga dirigió “Euskal Telebista”, un debate sobre cómo debería ser la televisión pública vasca, aún inexistente. Koldo Izagirre firmó “Elebitasuna”, que mediante múltiples testimonios –la prensa y los anuncios publicitarios, por ejemplo– denuncia la marginación sangrante padecida por el euskara. El idioma, pero ceñido a tierras navarras, volvió a ser protagonista en el “Ikuska” de Juanba Berasategi, “Euskara galdutako Nafarroa”. El séptimo cortometraje, “Barandiaran”, dedicado al sabio ataundarra, es el único no firmado por un único autor, sino que fue un trabajo colectivo. El sacerdote, fotógrafo y cineasta Koldo Larrañaga –autor de impresionantes grabaciones en Gasteiz en las jornadas posteriores al dramático 3 de marzo de 1976– mostró en “Arabako herrien heriotza” el proceso de abandono del medio rural alavés, mientras que José Julián Bakedano abordó en el noveno documental la situación del arte plástico vasco, con “Euskal artistak”, en el que muestran su obra Chillida, Mendiburu, Ibarrola y Zumeta, entre otros, con la voz de fondo de Luis Iriondo y las canciones de Mikel Laboa.

El primer “Ikuska” de 1981 fue “Kontrasteak”, de Iñaki Eizmendi, que muestra la zanja que se va abriendo en Euskal Herria entre el mundo rural y el urbano. Montxo Armendariz, que ya contaba en su haber con un documental sobre carboneros y otro sobre paisajes de Navarra, volvió de nuevo la mirada a su tierra, con “Erribera”. Se cierra el año con “Euskal emakumeak”, de la primera cineasta vasca y única mujer que dirigió un “Ikuska”, la navarra Mirentxu Loyarte, sobre la situación de la mujer en Euskal Herria. “Euskal kanta berria”, de Imanol Uribe, es un documental sobre la emergente canción vasca, en el que el director vizcaino se encargará prácticamente de todo, pues suyos fueron guión, dirección y montaje. Le seguirá el “Ikuska” número 14, “Zuberoako artzainak”, firmado por el propio Ezeiza, filme de denuncia de la grave situación de los pastores en el territorio vasco más oriental. Ezeiza saltará de la montaña al mar en el Ikuska 16, “Donibaneko arrantzaleak”, en el cual una voz infantil narra con detalles qué suministros llevaban a bordo los míticos barcos corsarios que tuvieron en su día como base el puerto lapurtarra.

Basta repasar el listado de películas ya reseñadas para comprobar la centralidad del euskara en todo el proyecto “Ikuska”. También la cinta número 15 aborda el tema, en esta ocasión centrándose en el aprendizaje del idioma por los adultos, con el corto “Euskaldunberriak”, a cargo de Juan Miguel Gutiérrez. El “Ikuska” número 17, “Matxitxako itsasguda” corrió a cargo de Pedro de la Sota y recoge los testimonios –todos en castellano– de supervivientes de la batalla naval desarrollada ante Bermeo en 1937 entre buques franquistas y barcos vascos.

En la fase final del proyecto “Ikuska”, Antxon Ezeiza se multiplicó con dos cortos más en su haber. En el 18, “Bertsolaritza”, se abre con la proclamación de Xabier Amuriza como txapeldun del campeonato de bertsolaris de Euskal Herria y muestra, paso a paso, el proceso de creación del bertso en la mente de este artista. También llevará su firma el número 20, “Sailaren laburpena”, que se cierra con las impresionantes imágenes del funeral en Bilbo del dirigente abertzale Santi Brouard, asesinado por elementos parapoliciales. En medio queda “Euskal kulturaren zabalpena”, en el que Pedro de la Sota abordó la relación entre el euskara y su universo cultural más próximo.

No hay cine si no hay espectadores. La expectación popular creada por los “Ikuska” fue grande, y las proyecciones de los cortometrajes reunieron a un público numeroso, masivo en ocasiones, que nunca antes había visto hablar en euskara en la gran pantalla. Sin embargo, el hecho de que estuvieran grabados en 35 milímetros se demostró un problema práctico, pues para proyectarlos se requería el instrumental de las salas comerciales: salones parroquiales y asociaciones culturales no contaban con los proyectores adecuados, lo que limitó la difusión de los “Ikuska”. Además, no era fácil encontrar distribuidores para películas del género documental.

Hay coincidencia en que los objetivos previstos por Ezeiza, Iriondo y los demás impulsores del proyecto solo se cumplieron a medias. Por una parte, se demostró que se podía hacer cine vasco, pero lo cierto es que la soñada creación de la infraestructura técnica y artística para una cinematografía propia no pasó del intento. Un intento que en cualquier caso dejó 21 películas que retratan admirablemente nuestro país de la época, y que después de dormir durante más de tres decenios el sueño de los justos vuelven ahora a las pantallas, esta vez sí, de todos nuestros hogares, llenas del color, los sonidos, las penas y las alegrías de aquella Euskal Herria.

«Ezina ekinez egina»

La reedición en formato digital de la serie documental "Ikuska" ha sido realizada por EKHE (Euskal Komunikabideen Hedapenerako Elkartea), sociedad impulsora del diario GARA, y ha contado con la colaboración de la productora Bertan Filmeak y de la Filmoteca Vasca, además del patrocinio de Laboral Kutxa.

La nueva edición contará con dos formatos, que se pondrán a la venta en la Feria de Durango. Por un lado, la versión libro+3 DVD (20 euros) y, por otro, el formato Tarjeta-USB (14 euros), que incluye los mismos contenidos (libro bilingüe).

Ambas opciones contienen los 21 documentales de la serie, en versión original en euskara exclusivamente, que suman un total de 2 horas y 41 minutos de duración.