DAVID BROOKS
IRITZIA

Manicomio

Nadie ha visto nada parecido», repite quien dice ser presidente, Donald Trump. Algunos esperaban que se «normalizara la situación», pero otros dicen que el mayor peligro es aceptar la normalización de esta locura. No se trata de usar la palabra «loco» de manera literaria o jocosa, sino literal. Algunos expertos en salud mental ya diagnosticaron la enfermedad que padece el que dice ser presidente. Tres destacados profesores de siquiatría, los doctores Judith Herman, de la Escuela de Medicina de Harvard, y Nanette Gartrell y Dee Mosbacher, de la Universidad de California, en San Francisco, intentaron alertar al presidente Barack Obama sobre sus preocupaciones por la salud mental del ahora presidente electo. Indicaron que los síntomas de algo llamado «desorden de personalidad narcisista» incluyen un «sentido grandioso de la propia importancia; preocupación con fantasías de éxito, inteligencia y poder ilimitado; creer que eres especial», requiere admiración excesiva, frecuentemente se es envidioso de otros o cree que otros lo envidian, y demuestra comportamiento arrogante. Afirman que alguien con esta condición puede ser muy peligroso y, por lo tanto, en ese puesto representa una amenaza para el país y el mundo.

Otros expertos sugieren que debe haber mayor transparencia sobre la salud, y en particular la salud mental, de este presidente que, a sus 70 años es la persona de mayor edad en asumir el puesto. Su edad, junto con su historial familiar de demencia –su padre, Fred, padeció de alzheimer– da una «nueva relevancia» a la pregunta sobre si se requieren exámenes cognitivos para el presidente, informa National Public Radio citando a varios expertos. Sin embargo, los especialistas entrevistados indicaron que dudan que el público se llegue a enterar si Trump está empezando a fallar mentalmente, y uno afirma que «será protegido... tomarán el control de su cuenta de Twitter... Siempre ha sido así».

De hecho, la sección 4 de la 25 enmienda de la Constitución permite la destitución de un presidente que ya no puede ejercer sus deberes pero no puede, o no quiere, admitirlo. Establece un proceso en el cual el vicepresidente, junto con otros miembros del Ejecutivo y hasta del Congreso, declaran incapaz al presidente, que es sustituido por el vicepresidente. «Al cabo de un mes en su puesto, Donald Trump ya ha demostrado que es incapaz de ejercer sus deberes... no es por pereza o falta de atención, sino que se expresa en exabruptos paranoicos, disputas incesantes llevadas a cabo en público y actos impulsivos que solo pueden dañar a su Gobierno y a sí mismo», ha afirmado el analista político George Packer en “The New Yorker”.

Más aún, algunos –y no necesariamente los que se esperan– advierten una y otra vez que este tipo de locura también es muy peligrosa para la «democracia».

El general retirado de cuatro estrellas William H. McRaven, el ex comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales que supervisó la misión que asesinó a Osama Bin Laden hace unos seis años, después de escuchar el ataque contra los medios de comunicación de Trump afirmó al “Washington Post”: «Tenemos que hacer frente a esa declaración y a ese sentimiento de que los medios de comunicación son el ‘enemigo del pueblo estadounidense’. Ese sentimiento podría ser la mayor amenaza a la democracia que he oído en mi vida». Agregó que, con todos sus fallos, «la prensa libre es la institución más importante de nuestro país».

Pero la cosa está tan desmadrada que algunos sugieren que Trump está teniendo un impacto positivo, y que tal vez está cumpliendo con su promesa de «hacer a América grande de nuevo», solo que no como él desearía. Las listas de cómo lo está logrando circulan por el ciberespacio y otras han sido elaboradas por comentaristas como Maureen Dowd, del “New York Times”, e incluyen estos fenómenos: Trump ha insuflado una nueva vida al feminismo, al activismo estudiantil, a los actores, a las organizaciones de defensa de derechos civiles, a los ambientalistas, a los atletas activistas, a la vez que ha logrado incrementar la participación de los jóvenes en la política, elevar los ratings de “Saturday Night Live” a su nivel más alto en veinte años, y ahora el público de repente se interesa como nunca por lo asuntos del Congreso o por las conferencias de prensa de la Casa Blanca.

Mientras tanto, la encuesta más reciente registra que Trump tiene la peor tasa de aprobación jamás vista para un presidente recién llegado al cargo (un 44%), y una desaprobación de 48%, según “NBC News/Wall Street Journal”. Este último, incluso, apunta que es «el único presidente en la historia moderna de los sondeos que inicia su primer periodo con un rating negativo de -4. Sus antecesores inmediatos lo hicieron con más de 30 puntos positivos».