Iker Bizkarguenaga
Elkarrizketa
pedro luis uriarte

«En este país fragmentado, el Concierto Económico es un mínimo común denominador, y ese es uno de sus principales valores»

La trayectoria profesional de Pedro Luis Uriarte (Bilbo, 1943) exige casi tanto espacio como el que ocupa esta entrevista, así que nos limitaremos a recordar su vasta carrera en el sector industrial, financiero (ha sido consejero delegado y vicepresidente del BBVA), y también en la administración. Fue quien negoció en nombre de un Gobierno todavía en mantillas el Concierto Económico, una herramienta que 37 años después reivindica con pasión ante propios y extraños. La entrevista tiene lugar apenas unos días después de que la Comunidad del Concierto, promovida por el propio Uriarte, reuniera en su primer acto público a unas 300 personas, entre ellas miembros de todos los grupos representados en el Parlamento. El exconsejero se declara satisfecho y señala el dato de que más de 3.000 personas se han adherido en su primer año a esta iniciativa cívica. No es la única que ha emprendido con el mismo objetivo; en los últimos años ha escrito varios libros sobre el Concierto Económico (pueden descargarse gratuitamente en elconciertoeconómico.com), uno de ellos de casi tres mil páginas, y no para de dar charlas allí donde le invitan. Es evidente que su obra, la que le costó tantos desvelos en 1980, le preocupa y le ocupa.

Ha expresado su preocupación tanto por los ataques al Concierto Económico como por el desinterés y el desconocimiento que existe al respecto...

Lo que más me preocupa es lo segundo. Me preocupa, primero, porque forma parte de nuestras raíces, pues es un residuo de los antiguos Fueros; por tanto, de nuestra forma de vivir y de gobernarnos, es algo nuestro. En segundo lugar, porque en cierto modo nuestro modelo autonómico está apoyado en el Concierto Económico; sin él, el Estatuto sería uno más de los estatutos de autonomía. Con el Concierto Económico, igual que Navarra con el Convenio, es algo totalmente distinto, porque tiene un reconocimiento implícito o explícito de soberanía importantísimo. Y en tercer lugar, y para mí más importante, porque el Concierto permite el desarrollo de una serie de políticas públicas que benefician a centenares de miles de personas, que viven mejor y están más protegidas que si no lo tuvieran; y sorprendentemente, no lo saben.

No estamos hablando de algo institucional, político: es algo que afecta y beneficia directamente a las personas. Aunque a mí, personalmente, me perjudica, por una doble razón: yo no tengo necesidad de hacer uso de los principales gastos públicos, y en cambio estoy pagando muchos más impuestos de los que pagaría si estuviera tributando en Madrid, cosa que podría hacer perfectamente. No recibo ese flujo de dinero; los críticos del Concierto dicen que estamos recibiendo entre un 30 y un 50% más de gasto per cápita que la media estatal. Por tanto, si hiciéramos caso a los que critican ese regalillo que nos está llegando a través del Concierto, las centenares de miles de personas que están protegidas por él tendrían que dar ese paso adelante de apuntarse a la Comunidad. ¿Por qué no lo dan? Porque lo desconocen.

Se entiende su apasionamiento por el Concierto pues fue usted el principal negociador del mismo. ¿Cómo recuerda aquellos intensos meses de 1980?

Lo recuerdo como una época durísima y trascendental. La situación que vivíamos en Euskadi era catastrófica. Te voy a dar un dato: quince años después de la recuperación del Concierto Económico para Bizkaia y Gipuzkoa y de la actualización del de Araba, la tasa de paro en Euskadi era del 25%. En el año en que entré de consejero de Economía y Hacienda, la economía cayó a plomo. Vivíamos momentos trascendentales, había que dar un paso adelante y ese paso adelante, para hacer realidad los proyectos del nuevo Gobierno, se tenía que apoyar en el Concierto. Esto es lo que firmamos el 29 de diciembre de 1980. Entró en vigor el 1 de junio de 1981. El 30 de diciembre lo aprobaron el Gobierno Vasco y el Gobierno español. Pero, sorprendentemente, el Gobierno español, que tenía que enviar un proyecto de ley de seis líneas, un mes después todavía no lo había mandado. El 29 de enero de 1981 dimitió Adolfo Suárez. Entramos en una etapa crítica, llegó el golpe de Estado, esto estaba pactado pero no aprobado, nos quedamos colgados de la brocha y sin escalera. Finalmente estuvimos discutiendo cómo había que debatirlo en las Cortes Generales. El planteamiento del Estado era tratarlo como una ley normal; el nuestro, abordarlo como un tratado internacional: o se aprobaba o se rechazaba en bloque, pero no se podía modificar, porque el pacto al que habíamos llegado entre el País Vasco y el Estado estaba aquí. Entonces no teníamos presupuestos, no teníamos sede, no teníamos mesas ni sillas. Partimos de cero, y otra cosa que recuerdo es un gran orgullo personal. No vanidad, sino un orgullo por haber podido ofrecer a Euskadi, a mi país, un elemento clave para su supervivencia. Como país, y para la supervivencia de muchísimas personas. Esto último entonces no lo sabíamos, porque fue una apuesta arriesgadísima. El señor Añoveros (Jaime García Añoveros, ministro de Hacienda) me decía: «Pedro Luis, no seas loco, no vayas por esa vía que os vais a estrellar, vosotros no podéis asumir el riesgo que supone el modelo de cupo que estás defendiendo». El Estado proponía algo más lógico y sencillo. El ministro me decía: «Para qué vamos a perder el tiempo si tenemos un Concierto en Alava que se ha aprobado hace cuatro años. Se extiende a Bizkaia y a Gipuzkoa y ya está». Yo le respondía: «Nosotros no queremos ese Concierto, porque tiene un modelo de cupo en el cual vosotros controláis la recaudación y nos vais a controlar el gasto público, y no queremos que ni controléis la recaudación ni que nos controléis el gasto público. Nosotros lo que os queremos pagar, como si fuera un alquiler, son parte de los servicios que nos prestáis. Aquellos servicios que presta el Estado y que no están transferidos a la CAV».

El momento político en que se produjo aquella negociación tuvo también su importancia. El lehendakari lo calificó de «irrepetible».

Por indicación del lehendakari Carlos Garaikoetxea nos impusimos como obligación terminar el 31 de diciembre de 1980, porque sabíamos que si no se terminaba entonces, tal como estaba la situación política en el Estado español, podría pasar de todo. Como un golpe de Estado, que llegó a continuación, cosa que no sabíamos, pero el ruido de sables era notorio.

Ese fue el sentido del tiempo. También hay que tener en cuenta el sentido del riesgo y de oportunidad. Catalunya no supo valorar eso, porque en mi presencia se le ofreció un Concierto Económico como el que yo estaba negociando. Fue en una reunión de tres personas: el ministro Añoveros; el conseller de Economía de la Generalitat, que era el presidente de CDC, Ramón Trías Fargas, y yo mismo. Se le ofreció el Concierto y contestó que no por una serie de razones aplastantemente lógicas. La primera, que la Generalitat llevaba poco tiempo trabajando y no querían empezar la gestión cobrando impuestos, con lo impopular que es eso. Segunda razón: la situación económica era catastrófica, no iban a poder recaudar. Y además, entonces a UCD le faltaban diez o doce escaños para la mayoría absoluta y con Convergencia llegaban. «Nos vais a necesitar y ya hablaremos, lo que no saquemos con el Concierto lo sacaremos por debajo de la mesa», decía. Esas fueron las tres razones que expuso y una razón que no mencionó, pero que luego ha salido, es que consideraban que el Concierto era una antigualla medieval, una cosa de los vascos que no valía para nada. Todo eso, durante muchos años, esos señores lo han negado, pero Artur Mas, siendo president, admitió por primera vez que habían recibido el ofrecimiento y reconoció que fue un error estratégico no aceptarlo.

Nosotros no sacamos la cabeza hasta mediados de los 90. A partir de ese momento empieza un ciclo expansivo de la economía vasca que dura 13-14 años, muy extenso, y lo que era riesgo de recaudación se convierte en beneficio. En diciembre del año pasado, el conseller de Economía Andreu Mas-Colell decía «por favor, señor Montoro, me pongo de rodillas pero paguen el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) ya». Pues aquí, en Euskadi, nadie se tiene que poner de rodillas. Porque el Concierto nos concede una posición de independencia financiera respecto al Estado.

Dicho esto, Pedro Luis Uriarte prosigue con una exposición de no menos de veinte minutos en el transcurso de la cual se hace una serie de «autopreguntas», que el periodista no puede menos que agradecer por el ahorro de trabajo que le suponen, y de las que entresacamos el siguiente extracto: «... ¿El Concierto Económico puede ser una estación intermedia en los procesos de independencia que surgen en Europa? En mi modesta opinión, sí. Porque te reconoce soberanía, una relación de tú a tú con el Estado basada en el pacto. Y eso significa limitación. Y como en este caso estamos hablando de un gigante, el Estado, y algo mucho más pequeño como la CAV, ¿a quién condiciona fundamentalmente ese pacto?, pues al Estado. Es un reconocimiento de soberanía que te da una situación cómoda con la que puedes ofrecer servicios públicos a tus ciudadanos, y eso puede hacerles sentirse cómodos. Por tanto, me hago otra pregunta, ¿cuál tendría que ser la posición independentista ante el Concierto Económico? De apoyo absoluto. ¿Por qué? Porque te crea las bases financieras para una hipotética independencia. Y ahora me hago la pregunta contraria: ¿Por qué un españolista tiene que apoyar el Concierto Económico? Por una razón muy sencilla, porque crea un vínculo con el Estado que dura ya 139 años. Y ahí tienes la A y tienes la Z, tienes Alfa y Omega, y entre medias caben todo tipo de posiciones políticas».

Dice que caben todas las posiciones, sin embargo, en las últimas décadas ha predominado una posición, la de que el Concierto es «un modo de estar en España». Se ha destacado lo que significa de unión con el Estado, algo que también subrayaba Suárez.

Es una forma de verlo, pero otros lo han visto de otra forma, lo han visto como un reconocimiento de soberanía. Por eso digo que caben diferentes visiones. Una de las ventajas que tiene el Concierto es que en un país fragmentado, que más que un país parece un archipiélago sin relación entre las islas que lo componen, es un mínimo común denominador. Y ese es uno de sus principales valores. Pueden confluir todo tipo de personas, pueden desarrollarse todo tipo de políticas, desde la más publificante hasta la menos, y caben todas las posiciones.

Sin embargo, una parte de la sociedad no lo valora positivamente. Puede que en ese porcentaje haya personas que discrepen de que los contribuyentes vascos paguemos un 6,24% de los gastos de la Casa Real, del Ministerio de Defensa o de las inversiones del Tren de Alta Velocidad en el Estado...

Sí, sí, puede ser. Pero lo que debes hacer para tener una evaluación completa es tener en cuenta que pagas el 6,24%, sí, pero los enemigos del Concierto dicen que te están regalando entre un 30 y un 50% anual de gasto público, que serían entre 4.000 y 7.500 millones de euros, cuantía que estás recibiendo, porque eso no se lo queda nadie en sus sueldos. Tienes que poner sobre la mesa todas las referencias, los dos pesos en la balanza; efectivamente, pagas eso, con lo que igual no estás de acuerdo, pero recibes muchas cosas. Entonces, la pregunta es, ¿quitamos lo que aportas al AVE pero te quedas sin todo lo que estás recibiendo? Hay que completar todo el análisis y, una vez completo, tú puedes estar en contra del Concierto, por supuesto.

En todo caso, para refutar las declaraciones de aquellos que dicen que los vascos somos «insolidarios», usted destaca en el libro que sí pagamos y que pagamos mucho. De hecho, en los primeros catorce años del siglo XXI hay una diferencia favorable al Estado de 15.000 millones entre lo que ha gastado el Estado en la CAV y lo que ha pagado la CAV al Estado.

Sí, según el Instituto Vasco de Estadística son quince mil millones en números redondos, por cupo bruto. Pero no hay que olvidar que Euskadi cobra el 6,24% de todos los ingresos no tributarios del Estado, y cobra el 6,24% del déficit del Estado. Es cierto que paga el 6,24% de las amortizaciones e intereses de la deuda pública… tienes que valorar todo eso. ¿Cuál es la conclusión? Pues es muy clara: si tuviéramos el 100% de las competencias del Estado transferidas, el Cupo que pagaríamos sería cero. ¿Cuál es la conclusión práctica? Que es fundamental conseguir que se cumpla el Estatuto de Gernika completo, pues faltan más de treinta competencias a transferir. Y es en segundo lugar fundamental que el nuevo estatuto que se está negociando, que parece, si le hacemos caso a los posicionamientos del PNV y del lehendakari Iñigo Urkullu, que va a poner sobre la mesa los dos elementos nucleares que explican el Concierto, que son la bilateralidad y la idea de pacto, que ese Estatuto tenga un reconocimiento competencial cuanto más alto mejor. Porque cuanto más competencias haya, menos cupo se pagará, y eso mucha gente no lo sabe. Y ahora me preguntarás, oye, ¿pedimos las pensiones y el régimen de la Seguridad Social? Pues rotundamente, sí. Porque cuando estamos hablando del desarrollo estatutario no estamos hablando de un negocio, estamos hablando de construir un país y como un país son personas que tienen cara y ojos, los elementos relacionados con la Seguridad Social son absolutamente necesarios para construirlo. No estamos aquí en un negocio de cherry picking, que te ponen la cesta de cerezas y coges las más gordas y las que estén maduras. No, aquí estamos hablando de construir un país con una potencia competencial cuanto más importante mejor. Porque eso es lo que satisface, en las circunstancias políticas actuales, las apetencias de una mayoría de la población.

Usted dedica un capítulo entero a responder a lo que denomina «misiles» contra el Concierto, y cita las posiciones de quienes reclaman erradicarlo y la de quienes apuestan por modificarlo vía Cupo. ¿Cree que la posición de los primeros es una especie de globo sonda para que al final se trague con que haya algún cambio a través del Cupo que sea más favorable al Estado?

Creo que los partidarios de la eliminación del Concierto Económico se han dado cuenta de que, salvo que haya un golpe de Estado, su eliminación es complicada, a no ser que quieran pagar el precio político que supondría derogar la actual Constitución española y pasar a un Estado federal rigurosamente simétrico, con lo que eso significaría de negar los hechos diferenciales, que en Catalunya y el País Vasco, entendido como Hego Euskal Herria, tendría un rechazo masivo. ¿En la España del siglo XXI es concebible una Constitución que vaya para atrás en términos de reconocimiento del hecho diferencial? Me parecería demencial. ¿Es posible un golpe de Estado? No lo creo, en la Unión Europea es bastante difícil. Salvo un acto de fuerza, constitucional o por las armas, no se puede eliminar el Concierto, porque tendrían que suprimir la autonomía vasca. En cambio, los planteamientos del Cupo son legítimos, porque para eso está establecido un modelo de aprobación de leyes quinquenales, pero esas leyes hay que pactarlas con el País Vasco. Mientras no pactes esas leyes con el País Vasco se va a seguir aplicando la de 2007-2011 per saecula saeculorum.

Se ha señalado que el Concierto ha servido para que la sociedad vasca valore que es mejor que los recursos propios los gestionen las instituciones vascas y no lo hagan desde fuera. ¿Podría llevarse ese hecho hasta las últimas consecuencias, sería posible una soberanía económica total?

Por supuesto. Eso es la independencia. Todos los países independientes tienen un Concierto Económico, porque tienen las facultades de mantener, establecer y regular el régimen tributario.

Lo digo porque hay gente que sostiene que este país sería inviable sin el apoyo del Estado.

Yo creo claramente que no. ¿Por qué? Lo que tendrías que hacer es optar entre distintos gastos. Luego ya se plantearía el debate… «oye, ¿cuánto vamos a gastar en el Ejército?». Según Trump hay que gastar el 2%… ¿vamos a gastarlos? Obviamente, no. Otra cosa es que, como todas las sociedades desarrolladas, Euskadi tiene un desafío de futuro. Acabo de estar en Asia. Cuando estás en esas sociedades sales asombrado; comparas la vitalidad que tienen, la capacidad de trabajo, lo que están haciendo, cómo está emergiendo una clase media potentísima y poderosísima. Y con el tamaño que tienen esas economías… La presión de esas economías está desplazando a otras. En 2007, España era la séptima u octava economía del mundo; en estos momentos es la decimoquinta. Te están desplazando. Eso nos pasa a nosotros en Euskadi: tenemos un problema de futuro, que viene, por un lado, en que nos hemos acomodado como sociedad, hemos perdido vitalidad. Por otro lado, tenemos el problema del envejecimiento de la población y, por tanto, mucha más presión de gasto público, sobre todo en Sanidad. Y con la natalidad por los suelos, esta es una sociedad que en un par de generaciones no aguanta. Vamos a tener que importar personas. Tendremos que construir una sociedad multiétnica, multicultural. Y eso significa oportunidades por un lado, pero también problemas sociales, políticos. Pero necesitamos personas. Y en tercer lugar, vamos a tener que competir con economías cada vez más fuertes, lo cual significa que vamos a tener que afrontar un proceso de transformación crítico para que nuestra economía crezca a un ritmo que permita sostener el gasto público. Aparte de los desafíos políticos, tenemos un desafío económico, que es crecimiento, y un desafío social, que es población. Si no hay población, lo vamos a pasar mal.