Lucas Vallecillos
BOLIVIA, menores en el tajo

Cuando trabajar a los diez años es legal

El Código Niño, Niña y Adolescente, ley 548 de Bolivia, es una de las normas más controvertidas respecto a la edad mínima para trabajar y ha causado fricciones entre el Ejecutivo de Evo Morales y la Organización Internacional del Trabajo. Factores culturales, necesidades económicas... son varios los motivos que conducen a los menores al trabajo remunerado.

Todo empezó cuando el Gobierno de Evo Morales elaboraba la nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia y, como miembro de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), se disponía a cumplir el Convenio 138 sobre la edad mínima para el empleo en un país donde trabajan en torno a 1 millón de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años. Estaba previsto que se prohibiera trabajar hasta los 14 años, pero esto provocó que a finales de 2013 la Unión de Niños, Niñas, y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (UNATSBO) iniciara movilizaciones en La Paz, que terminaron en altercados con la Policía. Las escenas que mostraron los informativos conmocionaron al país y generaron críticas de la oposición y grupos defensores de la infancia. Al día siguiente, una representación de los manifestantes fue recibida por la vicepresidenta Gabriela Montaño, dando como fruto una sucesión de reuniones entre miembros del Gobierno y dirigentes de UNATSBO. También fueron recibidos por Evo Morales, quien él mismo trabajó de niño. Se generó así un intercambio de ideas, donde la premisa por parte de los niños, niñas y adolescentes trabajadores (NATs) era la eliminación en la Constitución de la prohibición de trabajar para los menores que no alcanzan los 14 años.

Finalmente, el 17 de julio de 2014 el Código Niño, Niña y Adolescente, con el que Gobierno afrontaba una realidad inevitable (en Bolivia trabajan unos 491.000 niños y niñas menores de 14 años), optó por regular la situación en vez de prohibirla, convirtiéndose en el único estado del mundo donde es legal trabajar excepcionalmente por cuenta propia en el caso de menores de 10 años y a partir de 12 años por cuenta ajena, bajo autorización de las Defensorías de la Niñez y Adolescencia. Una excepción que es la regla, porque lo normal es que los menores de entre 5 y 13 años trabajen sin permiso de esta entidad: en La Paz el año pasado se dieron únicamente 17 autorizaciones, en una ciudad donde el trabajo infantil está a la orden del día.

¿Qué se entiende como trabajo infantil? La presión ejercida por los NATs resultó efectiva. «El problema no es el trabajo, es la explotación. Para nosotros el nuevo Código es muy importante, ya que ha tenido en cuenta nuestras opiniones y denuncias y ha tomado en valor el trabajo que realizamos», dice Liseth Castro, coordinadora nacional de UNATSBO. Por su parte, Franz Henrry, delegado nacional del Sindicato de Niños en su facción independiente, quien tiene 16 años y trabaja desde los 7 vendiendo cigarrillos, opina que «el trabajo no es malo, te ayuda en tus estudios, y a sustentarte. En la cultura aimara el trabajo significa mucho, por eso está el dicho de ‘Amasuya, amakaya y amayuya’ (no seas flojo, obedece y no robes). Nosotros los bolivianos tenemos unos valores culturales que nos enseñan a trabajar». Y señala con mucho orgullo que «por primera vez en la historia a nivel mundial, los niños trabajadores hemos influido en la elaboración de la nueva Constitución de un Estado. Los bolivianos no debemos acatar los convenios internacionales firmados con la OIT; los de afuera no deben venir a decirnos lo que debemos de hacer, tenemos que partir de nuestra Constitución. Y pensar como estado qué entendemos como trabajo infantil, dejando de lado el concepto de la OIT».

El Código prohíbe los trabajos peligrosos o insalubres. Pero poco esfuerzo se hace para que se cumpla la ley o por ofrecer alternativas más seguras a niños que desempeñan trabajos donde se juegan la integridad física o psicológica, como es el caso de José Miguel Condori, de 12 años de edad, quien trabaja desde hace seis meses como escamador en el mercado de Potosí. «Tengo que llevar plata para ayudar en casa y para mi material en la escuela. Somos nueve hermanos y no tengo papá», explica mientras quita las escamas a pescados por 1 boliviano,. Si también le retira las aletas le dan 2 y si lo trocea, 3. Lo que más respeto le da a José Miguel es cortar las aletas: dice que si no tiene cuidado, «me puedo cortar la mano».

Otro ejemplo flagrante de que se esté lejos de aplicar el Código es Cerro Rico en Potosí, donde muchos niños trabajan de una u otra manera en las minas. Es el caso de Samuel Castro, que cuando entra en las entrañas de Cerro Rico es para trabajar seis horas junto a su padre en la que está considerada una de las explotaciones mineras más peligrosas del mundo por su alto índice de accidentes, donde además los mineros suelen enfermar de silicosis. Sorprende ver con la facilidad que Samuel se mueve a sus 12 años por el laberinto de galerías que configura la mina Grito de Piedra, donde más de una vez ha tenido que sacar a su padre por no encontrar la salida debido a los efectos del alcohol. Sin lugar a dudas, también hay otros ejemplos que cumplen con el espíritu del Código, como el de Isabelita Vázquez, quien a sus 12 años combina de maravilla un trabajo seguro y saludable con sus estudios. Ella es canillita o vendedora de periódicos y trabaja unas cuatro horas por la mañana recorriendo el barrio del Calvario en Potosí. Por la tarde va al colegio. Lo más pesado del trabajo es, dice, «levantarme pronto y conseguir clientes».

Otros trabajos son compatibles con los estudios, pero no son aceptables para un niño de 13 años como Guido Fernández, quien se enfrenta a diario con la muerte. «Rezar la última oración en el entierro al difunto, limpiar lápidas, llevar las escalera con las que alcanzar los nichos más altos y colocar las flores en tumbas donde a las personas mayores les da miedo subir por la altura» son las labores que efectúa en el cementerio de Potosí junto con su compañero Juan Carlos Espinosa Aguilar, de 15 años, quien empezó en el cementerio a los 12. Actualmente forman pareja de trabajo para enterrar a los difuntos. Sobrecoge ver cómo trabajan. Espinosa hace la labor de enterrador tapando la fosa a paladas y Guido reza en voz alta la última oración al muerto, para concluir: «En el nombre del Padre, del Espíritu Santo, amén; señoras y señores ha sido una oración para su querido angelito. No sé si me pueden colaborar con alguna monedita, un centavito. Les agradezco de corazón y que angelito les bendiga». Acto seguido Guido pasa el gorro entre los asistentes para obtener sus honorarios. Sorprende la entereza con la que afrontan un trabajo que muchos adultos no realizarían nunca, incluso pasando apuros económicos. «Es como un juego», comenta Fernando mientras sorbe un flash que se ha comprado nada más terminar el funeral. «Aquí lo pasamos muy bien, solemos jugar todos juntos cuando no hay trabajo», añade Juan Carlos. Ante nuestra cara de asombro añade: «Yo trabajo porque necesito. Mi madre falleció cuando yo tenía 4 años y mi papá no puede con todos los gastos de la casa. Me sirve para vestirme y para mis estudios».

Emplazamiento de la OIT. Lo que no ha superado el Código es la aprobación de los órganos de control y seguimiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que supervisan que los países respeten los convenios firmados por decisión libre y soberana. Los representantes gubernamentales de Bolivia acudieron a la reunión anual de los miembros que configuran la OIT en 2015 convencidos de que su nueva ley daba protección y visibilidad a un problema y que cumplía el objetivo de erradicar en un futuro el trabajo infantil, además de que no infringía los convenios firmados porque «el Código ratifica la edad mínima para el trabajo a los 14 años. Asimismo, se ha establecido una excepción de 12 años para trabajos por cuenta ajena y de hasta 10 años para trabajos por cuenta propia, en ambos casos previa autorización especial de los padres o tutores y de las autoridades estatales, siempre que se respeten las condiciones que protejan sus derechos. Además, se prohíbe la explotación infantil y el trabajo forzoso y en labores peligrosas».

Los argumentos de los representantes del Estado Plurinacional de Bolivia para defender los puntos más polémicos de su nuevo Código recibieron un fuerte revés por parte de la comisión de la OIT, que instó al Gobierno a que «derogue las disposiciones de la legislación que establecen la edad mínima de admisión al empleo o al trabajo y trabajos ligeros, en particular, los artículos 129, 132 y 133 del Código; y elabore sin tardanza una nueva ley, en consulta con los interlocutores sociales, por la que se aumente la edad mínima de admisión al empleo o al trabajo de conformidad con el Convenio número 138». De momento el Gobierno de Evo Morales ha hecho oídos sordos. La OIT le ha emplazado a dar explicaciones en la reunión anual de 2017, cuando le corresponde presentar un informe sobre el cumplimiento del Convenio 138 referente a la edad mínima para trabajar en Bolivia.

Jorge Domic, director de Fundación La Paz y uno de los psicólogos e investigadores sociales más prestigiosos de Bolivia, es uno de los padres del Código. No participó en el redactado final, pero sí formó parte del equipo que lo modeló. Respecto a los artículos más polémicos de la normativa, donde se alude a la edad mínima para trabajar, concreta que «es una medida que se inscribe en la línea constitucional de Bolivia, no contradice a la Convención de los Derechos del niño y es fruto de un proceso largo de más de veinte años que se inició con los movimientos de los NATs. Yo estoy plenamente de acuerdo».

Los niños trabajadores juegan un papel muy importante dentro de la familia desde un punto de vista económico, ya que son un pilar fundamental dadas las condiciones de pobreza. Domic dice con determinación que «no es la idea romántica de un niño que juega, estudia y es protegido por la familia. En Bolivia la gran mayoría de niños tiene deberes, obligaciones... es otra niñez. Tenemos que pensar que el trabajo se inscribe en lo cotidiano, pero también se inscribe desde el punto de vista cultural entre los aimara y quechuas. En el mundo andino el niño trabaja porque es un valor que le permite adquirir un proceso de socialización en el mundo». Sin embargo los miembros de la OIT han rechazado que el trabajo infantil sea inevitable. Estiman que la pobreza es una causa clave para el trabajo infantil, que al mismo tiempo también es causa de pobreza. Y afirman que «existe evidencia de que los NATs abandonan la escuela con más frecuencia».

Luis Albert, de 12 años, y Franz Henrry hacen hincapié en que ellos son de UNATSBO independiente, que no los maneja nadie; que no quieren que ninguna ONG los utilice para su beneficio económico. Ambos formaron parte del pequeño grupo de niños trabajadores que se reunieron con el presidente para expresarle la posición de los NATs. «Fuimos a charlar con Evo Morales al Palacio, y se sensibilizó con nosotros porque él también ha sido un niño trabajador. El Gobierno quería erradicar el trabajo en menores de 14 años, pero entonces no podríamos estudiar y hay muchos niños que necesitan trabajar por la situación de su familia. Si nos prohíben trabajar entonces nos tendrían que dar la educación, y no creo que eso pueda pasar», dice Albert con gran aplomo.

Desde su larga experiencia tratando con NATs, Domic piensa que «la OIT debe dejar de pensar desde un punto hegemónico y occidental. El Código recupera la soberanía, es una decisión independiente y autónoma que responde a las necesidades de este país, a su realidad cultural, social y económica. Es una ley innovadora porque busca la protección de los NATs, cosa que ninguna otra legislación ha hecho en Latinoamérica».