Marian Azkarate
la cazadora de águilas

La chica kazaja y los «listos» de Hollywood

Dice un cínico dicho periodístico que «nunca dejes que la realidad te estropee una buena historia». Al director del documental «La cazadora del águila», vendido como una historia de empoderamiento femenino, parece que se le ha ido un poco la mano.

Cuando Otto Bell vio aquel precioso reportaje gráfico del israelí Asher Svidensky, titulado “Una joven cazadora de águilas en Mongolia” del que se hacía eco la página web de la BBC en 2014, decidió que aquella historia iba a ser su primer largometraje documental. Su bagaje, hasta el momento, eran cortos documentales publicitarios vinculados a marcas comerciales internacionales. «Sabía que esta chica vivía en algún lugar del mundo. Y era necesario hacer una película sobre ella y tenía que hacerla yo», explica. Ni corto ni perezoso, se puso en contacto con Svidensky y, junto al cámara Chris Raymond, viajaron a Mongolia y de allí en un avión bimotor a Ölgii, un pequeño pueblo de la provincia de Bayan-Ölggi, al noroeste del país. Allí se subieron a un destartalado autobús soviético y tras dos horas de viaje llegaron al ger (vivienda nómada) de la familia de Aisholpan Nurgaiv, una decidida niña kazaja de 13 años a quien su padre estaba entrenando para convertirla en cazadora con águila real en las montañas de Altai. La heroína ganó finalmente el concurso anual de Ulggi, el principal de esta actividad eminentemente masculina... y de hecho, como «descubrieron» Otto Bell y Svidensky, «luchó contra una cultura arraigada en la misoginia para convertirse en la primera cazadora de águilas en 2.000 años de historia dominada por los hombres», una idea que utilizarían después para la publicidad de la película.

Todo era perfecto, de cuento de hadas: la película se rodó con la voz como narradora de Daisy Ridley, actriz de “Star Wars”, y recibió los parabienes de la industria y premios el Festival de Sundance, nominaciones a los Bafta e incluso a los Oscar de Hollywood... Aunque, a estas alturas, ya no aparece en la plancha de nominados y su estreno, previsto en el Estado español para el mes de julio, se ha retrasado «por cuestiones de fechas». Hoy es el día, a su vez, en el que la historia de Aisholpan se publicita como la de «la primera mujer cazadora de águilas en doce generaciones de su familia». Y la palabra «misoginia» ha desaparecido de la publicidad... una de las varias inexactitudes de este documental sacadas a la luz por la canadiense Meghan Fitz-James y la historiadora Adrienne Mayor, profesora esta última de la Universidad de Stanford.

Ni la primera, ni la última. Adrienne Mayor es la autora de “Lives and Legends of Warrior Women across the Ancient World” (2016), libro que ha recibido varios premios, y suyos son mensajes en Twitter como el siguiente: «Por favor, no perpetuemos la falsa impresión de que Aisholpan es la primera mujer cazadora de águilas. Ella sigue la senda abierta por otras mujeres desde la antigüedad». Muy crítica con el documental, Mayor publicó un artículo en el que, entre otros extremos, desmontaba la idea de que las culturas de las estepas fueran misóginas; al contrario, mantenía que son más igualitarias que las patriarcales de la Grecia clásica o Roma. En lugar de enseñarnos la riqueza de una cultura igualitaria para que nos sirva como fuente de inspiración, los occidentales, venía a decir, «reinventamos»... para mal.

En agosto del año pasado se publicaba en “The UB Post”, una revista semanal editada en inglés en Ulan Bator (Mongolia), un demoledor artículo de Meghan Fitz-James sobre “La cazadora del águila”. La autora acusaba al cineasta de no haberse documentado e incluso, lo que es más grave, de haber hecho caso omiso de las partes de la realidad que no casaban bien con su historia: la de cazar con águilas, aunque es una actividad primordialmente masculina, no es una práctica vedada a las mujeres en la cultura kazaja; Bell pudo y no quiso conocer a otra cazadora anterior llamada Makpal Abdrazakova –ahora tiene 27 años– y obviaba hablar de la cultura kazaja al referirse siempre genéricamente a Mongolia.

Fitz-James atacaba también a la productora por la explotación de la familia Nurgaiv para sus fines. El contrato que les hicieron, en el que cedían los derechos, era por valor de un dólar. Posteriormente, desde la productora dijeron que habían subsanado «el error». 20th Century Fox prepara, además, una serie de animación.

«En nombre del empoderamiento femenino y cultural, se debe hacer un reconocimiento apropiado de los logros de Makpal, una mujer que ha sido borrada. Éticamente, Aisholpan merece que la historia de su vida sea retratada de forma verídica», añadía Fitz-James. Lo cierto es que no era tan difícil de descubrir la verdad: solo era cuestión de preguntar, como ha hecho Mathew Carney, corresponsal de la australiana ABC News en el norte de Asia, quien acababa de entrevistar a varios cazadores kazajos, entre ellos una chica: Akbota, de 14 años. «Por supuesto que las chicas podemos hacer lo mismo que los chicos. Somos resistentes», decía a cámara Akbota.