Aritz INTXUSTA

Entierros a los que no acude nadie y un camión frigorífico para la morgue de Iruñea

El cementerio de Iruñea está cerrado y vigilado por policías. Nadie llora entre las tumbas. La gente no baja siquiera a las despedidas. En las de los últimos días, ningún entierro ha completado el escuálido aforo de 20 que permiten las restricciones sanitarias. El lunes se enterró a 18 personas y un pico de fallecimientos así no lo recuerdan trabajadores veteranos

Cementerio de Iruñea. (Iñigo URIZ/FOKU)
Cementerio de Iruñea. (Iñigo URIZ/FOKU)

El equipo de trabajadores que se encargan de los restos de los fallecidos en Iruñea está en servicios mínimos desde el viernes pasado. No es que no tengan trabajo, sino muy al contrario. Simplemente, no tienen quien les sustituya en caso de caer enfermos. En la práctica, todos los días se necesita llamar a alguno de los profesionales que están de guardia.

Las medidas de seguridad que deben de adoptar estos profesionales son casi tan estrictas como las de los sanitarios. «Llevamos la máscara y nos ponemos los guantes de látex y, encima de estos, los que usamos en el horno crematorio o para recoger los restos. Nos lavamos las manos encima de los guantes de látex». 

El Departamento de Inmunología ha contactado con responsables de la morgue pues están sopesando ya que se les quedará corta si el número de fallecidos por coronavirus sigue con su crecimiento exponencial. En poco más de 24 horas, entre el domingo y el lunes, el virus mató a 14 personas en Nafarroa; estas últimas han sido 16, tras un respiro el martes. La opción que baraja el Ejecutivo es habilitar un camión frigorífico como depósito de cadáveres temporal. En la morgue dan por hecho que el camión acabará llegando la semana que viene. 

Además de restringir el aforo a la sala de despedidas a solo 20 personas, una medida que se antoja casi innecesaria porque acuden unas diez personas como máximo, se han marcado otra serie de normas. A partir de ahora, ya no es la familia quien marca la hora a la que se realiza la incineración, sino que los trabajadores van ejecutando la tarea por orden de llegada.

«Se trata de gente muy. muy mayor –comenta uno de los trabajadores–. Al más joven que he enterrado creo que tenía 86 años». Este empleado también subraya que, en varias ocasiones, no ha acudido absolutamente nadie al entierro. Y este es un hecho insólito, que a él no le había tocado ver en décadas de trabajo. «Todos los casos en los que no ha aparecido nadie han sido de personas que han muerto por el coronavirus», confirma. «No vienen por pánico».  

De habitual, los cuerpos permanecen 24 horas en la morgue antes de procederse al sepelio o la incineración. Pero probablemente esto también cambie si se sigue aumentando la cadencia de fallecimientos. No será necesario esperar un día completo. 

Las restricciones también afectan a cómo se recogen las cenizas. Solo puede acudir una persona y se estudia también la posibilidad de que sean profesionales de las funerarias los que acaben realizando esta tarea. 

El acceso al camposanto en sí está prohibido. Las ceremonias acaban en la sala de despedidas. La policía está apostada en la entrada. «No se puede salir de casa, así que por lógica nadie puede venir al cementerio», explica el trabajador. Desde que empezó el confinamiento, solo una persona logró colarse para poder llorar ahí dentro. La descubrieron policías de paisano y se la llevaron.