Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

John Belushi, cuarenta años después y su ritmo jamás decae

Con motivo del 40º aniversario de la muerte de John Belushi, ha sido reeditado el libro de Bob Woodbard ‘Como una moto: La vida galopante de John Belushi’ (Libros del Kultrum). Una obra que recoge al detalle el frenesí constante de un cómico inigualable y una persona tan telúrica como sensible.

Al contrario de los refinados Vesper Martini de James Bond, John Belushi fue un fugaz, explosivo, agitado y muy revuelto cóctel de excesos que culminaron a la edad de 33 años.

Todo el mundo a su alrededor sabía que el bólido se dirigía al abismo, pero sus amigos fueron incapaces de detenerlo y los satélites que siempre rondan alrededor de las celebridades de Hollywood siguieron proporcionándole el combustible que lo mantenía en marcha en su ruta sin semáforos rojos y hasta que la máquina se paró definitivamente la madrugada del 5 de marzo de 1982, cuando el actor terminó de charlar y compartir cocaína en su bungaló de Los Ángeles junto a Robin Williams y Robert De Niro. Cuando ambos se marcharon, él continuó drogándose hasta que una letal combinación de heroina y cocaína acabó con su vida.

‘The Rutles: All You Need Is Cash’ (1978), de Eric Idle y Gary Weis; ‘Camino del Sur’ (1978), de Jack Nicholson; ‘Desmadre a la americana’ (1978), de John Landis; ‘1941’ (1979), de Steven Spielberg; ‘Old Boyfriends’ (1979), de Joan Tewkesbury; ‘Granujas a todo ritmo’ (1980), de John Landis; ‘Continental divide’ (1981), de Michael Apted y ‘Mis locos vecinos’ (1981), de John G. Avildsen; conforman la filmografía de un genio de la comedia que vivió sin alzar el pie del acelerador.

Una de las aproximaciones más acertadas al complejo y telúrico universo de este cómico referencial es el libro de Bob Woodbard ‘Como una moto: La vida galopante de John Belushi’. En sus páginas, el que fue uno de los periodistas que destapó el caso Watergate –trabajo que le valió un Pulitzer junto a Carl Bernstein– nos recordó lo que siempre sospechamos, que la fugaz ruta vital del ‘blues brother’ transcurrió a mil por hora y entre fiestas tan frenéticas como constantes.

Decían que imitaba como nadie a artistas como Joe Cocker, que sus cejas adquirían vida propia, que era un punki en el universo Hollywood y que su principal característica fue que siempre adoptó la decisión equivocada y que ello le invitaba a reírse de sus propias decisiones.

Coincidiendo con el 40º aniversario de su muerte, la editorial Libros del Kultrum –a través de su colección Cult Room– acaba de reeditar esta obra en la que Woodbard entrevistó a más de 200 celebridades y amigos de Belushi, entre ellos, Dan Aykroyd, Chevy Chase, Robin Williams, Carrie Fisher, Spielberg o Jack Nicholson.

Asociado a la risa y el dolor

Como complemento a esta obra, también merece la pena destacar el largometraje documental ‘Belushi’ (2020), una completa aproximación al actor que incluye el testimonio de personalidades que le conocieron o que trabajaron con él como Dan Aykroyd, Carrie Fisher, Lorne Michaels, Penny Marshall, Chevy Chase, su hermano Jim Belushi, Harold Ramis, Jane Curtin, Ivan Reitman o su compañera sentimental, Judy. A ello se suma diferente material de archivo inédito y un buen puñado de secuencias animadas en las que Bill Hader presta su voz a Belushi.

Nacido el 24 de enero de 1949 en el seno de una modesta familia de inmigrantes albaneses afincados en Chicago, John Belushi renegó del restaurante que gestionaba su padre y quiso seguir la estela de sus cómics más admirados, Jonathan Winters y Bob Newhart. Durante su primera etapa vital adquirió una gran notoriedad entre sus compañeros de clase gracias a su pericia como futbolista, batería e imitador.

Su destino estaba sellado porque en cuanto subió a un escenario ya no quiso bajarse de él y tras su apoteósica irrupción en en Second City, aterrizó en el programa de radio de ‘National Lampoon’ y terminó formando parte histórica de la primera alineación de ‘Saturday Night Live’.

Adicto a la cocaína, la heroína y el alcohol en los últimos años de su breve existencia, el genio de la comedia fue inevitablemente derrotado por sus demonios internos.

En sus cartas manuscritas, tan sinceras como dolorosas y dedicadas a su compañera sentimental, se dieron cita eternas promesas de abandonar las drogas que nunca se cumplieron.

Que comience el espectáculo

Todo arrancó a partir de un skech en el que vestidos de riguroso traje, sombrero de fieltro y gafas negras, Joliet Jake –John Belushi– y su silencioso hermano Elwood –Dan Aykroyd– versionearon el tema ‘Slim Harpo I'm A King Bee’, acompañados por la banda del programa ‘Saturday Night Live’. Fue tal su éxito que la pareja artística barruntó la posiblidad de prolongar su relación musical.

Su primer disco ‘Briefcase Full of Blues’ (1978) lo grabaron en el Universal Amphitheatre, de Los Angeles, como teloneros del actor cómico Steve Martin. En aquella primera formación estaban Paul Shaffer al órgano Hammond, Steve Crooper y Matt Murphy a las guitarras, Donald Dunn al bajo y Steve Jordan haciendo sonar la batería. La banda incluía también una poderosa sección de vientos.

Su gran éxito de ventas se tradujo en un disco de platino y en una película ‘The Blues Brothers’ (1980) –‘Granujas a todo ritmo’– en la que también participaron Ray Charles, Aretha Franklin, James Brown, Cab Calloway, John Lee Hooker, Twiggy y Steven Spielberg, entre otros.

El director John Landis recordó que se veía en la obligación de tirar por el retrete las montañas de cocaína que se apilaban en el camerino de Belushi señaló que «entraba en el set de filmación como una locomotora humana».

En su obra reeditada, Woodward recuerda «la fama repentina había significado el fin de una afanosa existencia. Suponía más dinero y más drogas. Entregar o vender drogas a John era una suerte de juego, como arrojar palomitas a las focas del zoo: si le das algo, actuará, hará su papel de chalado abominable; si le das algo más, le tendrás toda la noche en vela, bailando compulsivamente, dejando a todos atrás».