Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

La imagen que no salva

El Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz, se convierte un año más en sede para la exposición del famoso concurso internacional World Press Photo. Esta nueva edición continúa el camino iniciado en el año 1955 con la intención de poner en valor el fotoperiodismo y su relevancia en la comunicación internacional. La muestra, que podrá visitarse hasta el día quince del mes de noviembre, alberga un total de treinta reportajes que nos llevan hacia problemáticas de diferentes partes del mundo. Afganistán, Ucrania, Egipto o Armenia son algunos de los escenarios protagonistas de las diferentes modalidades que incluye el concurso, tales como proyectos de largo desarrollo, historias o fotografías únicas.

La experiencia de la visita puede revelarse como un recorrido plagado de contradicciones. Por un lado, porque lo que en estos reportajes se narra es sin duda la crudeza de un mundo al que desde occidente no tenemos, o no queremos tener, acceso. Por otro, porque la imagen fotográfica parece funcionar aquí como un filtro que nos separa de esa realidad y se convierte en el arnés que utilizamos para seguir sujetos a nuestros privilegios como un público distante de lo que sucede delante del objetivo. Entonces, ¿sirve la imagen para ayudarnos a entender el mundo o es acaso un manto que nos distancia y protege de él? Nos encontramos paseando por la sala contemplando dramas salvajes mientras nuestra mirada acaba valorando la riqueza compositiva, cromática y estética de la pieza. El efecto llamada alberga a públicos de todas las edades y somos capaces de despegarnos de lo que se representa para dejarnos embaucar por las formas, colores y equilibrios. La estética parece calmar nuestras conciencias incapaces de entender los infiernos que se representan y el contenido al que accedemos consigue impactarnos y agradarnos a partes iguales. A veces pareciera que nos acerca a aquellos relatos que contemplamos y otras que colaboramos en una suerte de fetichización de la catástrofe humana porque no, la imagen nunca nos salvará del fin del mundo.

World Press Photo despliega su escenografía de paneles y tipografía reconocible como si se tratara de una franquicia de comida rápida. Es una maquinaria perfecta en la que las sedes que la acogen garantizan un gran número de visitas en su contabilidad a cambio de un montaje rápido en el que la sala, en este caso el depósito de aguas del centro, se pone completamente a su servicio.

Con todo, no pretendemos desde estas líneas poner en cuestión la relevancia de este proyecto ni la labor que World Press Photo ha realizado durante estos años. Lo que sí nos atrevemos a asegurar es que esta muestra solo tiene sentido si activa nuestra manera de posicionarnos en la vida. Si el arte no remueve nuestros estómagos es entonces una experiencia vacua y autocomplaciente a la que accedemos sin más pretensión que la de pasar un buen rato, y es aquí donde reside el peligro. Como público tenemos la misión de aplicar una mirada crítica no solo a los contenidos, sino también a los formatos que están detrás de ellos y los sostienen. Ir a verla es una gran opción, pero también lo es pensar sobre ella.