TERESA MOLERES
SORBURUA

Los corales, en peligro

L a Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en su estudio mundial sobre el estado de la conservación de los arrecifes de coral, señala que estos, que han necesitado miles de años para formarse y albergan más del 25% de las especies marinas, pueden desaparecer en treinta años.

Los corales son colonias de millones de diminutos organismos de uno a tres milímetros de diámetro que tienen un esqueleto protector de carbonato cálcico. Durante la noche, el animal extiende sus tentáculos para coger el plancton animal que llevan las corrientes marinas. Tiene que vivir en aguas poco profundas para que las algas que viven en su interior, y con las que tienen una relación de simbiosis para producir la fotosíntesis, puedan recibir la luz solar. En la primera fase, los corales se conectan entre sí, creando una colonia que actúa como un organismo individual. Luego, a medida que van creciendo, se agrupan y sus esqueletos de calcio se van depositando hasta formar los arrecifes coralinos. Su color varía según su composición, así, el coral de joyería “Corallium rubra” debe su color rojizo al óxido de hierro.

Los corales sufren “estrés” debido a factores como el cambio climático y la polución, que han provocado que un tercio esté en peligro de extinción, ya que son extremadamente sensibles a los cambios registrados en su entorno. Este deterioro comienza cuando la temperatura sube por el cambio climático. Los corales se blanquean por un exceso de fotosíntesis y, además, el agua se acidifica por el exceso de óxido de carbono de la atmósfera, lo que les hace perder su estructura ósea.

La pérdida de los arrecifes de coral puede acarrear que se destruya la barrera de protección frente a maremotos para las poblaciones costeras y la pérdida de altos recursos alimenticios como la pesca. El arrecife del Triángulo del Coral, entre Indonesia, Malasia, y Filipinas, es la parte más vulnerable por la alta concentración humana de esas regiones.

Para proteger este delicado ecosistema, los expertos proponen mejorar la calidad del agua, la educación a escala mundial y una financiación adecuada de las prácticas locales de conservación. A estas medidas deben añadirse las resoluciones de la última cumbre del clima celebrada en París, aunque parecen llegar tarde.