XANDRA ROMERO
SALUD

Embarazo y dieta (y III)

La diabetes gestacional es el trastorno metabólico más común del embarazo, aunque son las mujeres con obesidad, mayores de 25 años, con antecedentes directos de diabetes mellitus y con alteraciones glucémicas antes del embarazo las que tienen mayor riesgo de padecerla.

Sus complicaciones asociadas son la manifestación de diabetes mellitus tipo 2 a largo plazo (después del parto) y tener un bebé que pese al nacer más de 4 kg (macrosómico), con acumulación excesiva de grasa corporal, lo que aumenta el riesgo de obesidad durante la infancia. Esto ocurre porque durante el embarazo se produce de forma “natural” una adaptación caracterizada por la disminución de la sensibilidad materna a la insulina, lo que aumenta la disponibilidad de nutrientes al feto, aumentando el riesgo de crecimiento excesivo y mayor adiposidad (cantidad de grasa).

La primera opción del tratamiento de pacientes con diabetes gestacional es la dieta. Sin embargo, la evidencia actual sigue siendo controvertida en cuanto a si la dieta correcta se caracteriza por la manipulación de los hidratos de carbono o de la grasa, según recoge un artículo de revisión de la revista “Diabetes Care” de 2016.

Lo que sí se sabe es que el asesoramiento dietético resulta efectivo para mejorar la hiperglucemia materna y reducir el riesgo de crecimiento fetal acelerado, por lo que, además, disminuye los daños en el feto.

Hasta ahora, la dietoterapia en la diabetes gestacional se ha centrado en la restricción de carbohidratos, pero no está bien fundamentada. Lo que siempre se ha hecho es recomendar a estas mujeres una dieta baja en todo tipo de carbohidratos, pero finalmente más elevada en grasas.

Sin embargo, recientes estudios de revisión publicados en revistas científicas sugieren que una dieta alta en hidratos de carbono complejos y fibra, baja en azúcar simple y baja en grasas saturadas puede ser más eficaz en el control de la hiperglucemia postprandial (azúcar en sangre después de las comidas), evitando el empeoramiento de la resistencia a la insulina y el exceso de crecimiento fetal.

Se ha comprobado que este tipo de dieta favorece una reducción de la expresión de genes proinflamatorios en el tejido adiposo (graso), mejora la resistencia a la insulina en la madre, así como la lipólisis (“quema” de grasas) en el tejido adiposo y la adiposidad infantil.

Por lo tanto, parece razonable recomendar una dieta basada en cereales integrales como pan, pasta, cuscús, quínoa, arroz, patata, boniato, etcétera. De los que conviene elegir las opciones integrales y cuya recomendación de consumo es de cinco a ocho raciones al día, lo que en la práctica implica que en todas las comidas del día se debe tener en cuenta la presencia de algún alimento de este grupo.

Asimismo, otra fuente de hidratos de carbono complejos son las legumbres, cuyo consumo recomendado es, como mínimo, dos veces a la semana y que contribuyen a alcanzar la recomendación de fibra diaria.

Por último, dos veces al día y tres, respectivamente, las hortalizas y las frutas, que ayudan a ese aporte extra de fibra y son alimentos que garantizan un aporte mínimo de grasas.