XANDRA ROMERO
SALUD

La mujer en la publicidad alimentaria

Hace unas jornadas que celebramos el Día de la Mujer y en otras ocasiones ya hemos hablado acerca de cómo 2015 fue el año de la reivindicación de las mujeres reales a través de la aparición del fenómeno «curvy». En enero de este año, la muñeca más famosa del mundo, Barbie, rompía con 56 años de estereotipos convirtiéndose en una muñeca con medidas reales. Hace unos meses, una joven catalana encabezó una cruzada contra el imperio textil Inditex para que la empresa eliminase dos «maniquís raquíticos» de una tienda de Terrassa, algo que finalmente consiguió.

Son brotes verdes, no cabe duda, pero las marcas se han lanzado a hacer una publicidad destinada a «las mujeres» utilizándonos como reclamo y bombardeándonos con anuncios que cosifican a la mujer. Es la era de la publicidad sexista, social y tristemente aceptada. Y no lo digo yo, ya que, según desvela el estudio “Los estereotipos de género en la publicidad”, elaborado por el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) a través del análisis de los cien anuncios más emitidos durante 2014 en varias cadenas estatales, el 30% de los anuncios de televisión reproduce estereotipos sexistas hacia las mujeres en cuatro sectores: belleza e higiene, limpieza, alimentación y salud. Además, constituyen el 50% del total de anuncios emitidos.

Y es que en la industria alimentaria, la publicidad sexista es un hecho. Ya hemos hablado de cómo esta industria crea necesidades que no existen y, en este contexto, nos recuerda día a día cuáles son nuestros defectos y, de forma perspicaz, nos hace creer que somos imperfectas, desproporcionadas y malas madres.

Sus estrategias son, por ejemplo, el uso de los colores rosa, morado o cualquier otro tradicionalmente asociado al género femenino. ¿Por qué? Pues no sé a qué iluminado se le ocurrió esto, pero lo triste es que funciona, ya que no es ni una ni dos, sino que son casi todas las marcas alimentarias las que utilizan estos colores para vender leches, quesos, yogures, cereales y embutido que sean, por supuesto, desnatados, light o bajos en sal o grasas. Todos sabemos que «solo» las mujeres debemos cuidarnos.

También es sexista el uso de las siluetas femeninas, por ejemplo, habituales en cereales, o el famoso «vientre plano» en los anuncios o envases de los fármacos o productos alimentarios destinados a regular el tránsito intestinal. Aquí también parece que «solo» nosotras tenemos problemas de estreñimiento, gases y digestiones pesadas.

Y por último, está el grupo de las falsas intolerancias, esas que los anuncios nos ayudan a autodiagnosticar, eso sí, solo a las mujeres. Es el caso del anuncio de leche Kaiku sin lactosa, en el que solo se ve a un grupo de mujeres dando saltitos por la calle demostrando que la salud es lo último que les importa.

Finalmente, otro aspecto nutricionalmente negativo de la publicidad sexista es que las marcas nos venden productos que aparentan ser sanos convenciéndonos con embalajes llamativos y escrupulosamente diseñados. Pero la realidad es que ninguno de ellos es una buena opción, ni para tu bolsillo ni para tu salud.