TERESA MOLERES
SORBURUA

Césped en el jardín

Con el calor y el uso intensivo del césped para los juegos de los niños y por los muebles de jardín, además de los perros que arañan la tierra, la hierba acaba por mostrar calvas secas durante el verano. Si no tomamos medidas ahora para arreglar estos desperfectos, el trabajo en otoño será bastante más duro. No se puede prohibir a los niños que jueguen sobre la hierba, pero sí se puede alternar el lugar de juego para que la hierba tenga tiempo de recuperarse; lo mismo con el mobiliario del jardín.

El enraizamiento poco profundo hace que el césped necesite agua con frecuencia. En temporadas de canícula, los riegos tendrán lugar cada dos días. Además, evitaremos regar a pleno sol, porque la hierba se quema y la mayor parte del agua se evapora enseguida. Lo mejor y más cómodo es el riego por goteo durante la noche o por la mañana temprano. Aunque lo más práctico es contar con riego enterrado, cada vez menos costoso, más preciso y mejor adaptado.

La profundidad de las raíces del césped es siempre proporcional a la altura del corte. Cuanto menor altura tiene el corte, más superficiales serán las raíces, por lo que de junio a setiembre el césped se debe cortar algo más alto y con menor frecuencia. Además, en el jardín de verano hay que tener en cuenta el cuidado de las plantas acuáticas, que pueden tener tendencia a ser invasoras, como, por ejemplo las sagitarias: con flores de un blanco puro y una altura de hasta 80 cm, su problema es que les gustan a los roedores. El jacinto de agua, a su vez, es una tropical flotante con espigas florales de color violeta, a la que en invierno debemos pasarla a un lugar cálido. Y las ninfeas –rosas, rojas o amarillas– exigen mucho sol y hay que plantarlas en cestos especiales para frenar sus rizomas invasoras.

En la orilla del estanque se puede plantar iris de pantano, de flores amarillas y bronce, y de un metro de altura que resultan indestructibles; es necesario dividirla cada cuatro años. Los juncos floridos, por su parte, a pesar de sus flores rosadas con apariencia delicada, también son unas plantas robustas que no necesitan cuidados y no son invasoras. Por último, las prímulas candelabro, de colores variados, se resiembran por sí solas.

Para retener la tierra y permitir la sujeción de la plantación es útil hacer bolsas con piedras o cantos rodados debajo del agua.